CARABAYA
Publicado en Jul 23, 2009
La provincia de Carabaya, considerada en la colonia como la más rica
del Perú, en minas de oro y plata fue la más opulenta, pues dio 33 millones en oro, sin contar la extracción en la época del Tahuantinsuyo. Refieren unos escritos antiguos que en el tiempo de Carlos V y de Felipe II, se encontró en San Gabán dos piezas de oro de extraordinaria y nunca vista magnitud, la primera en forma de cabeza de llama, de unas cuatro arrobas de peso, que se remitió a Carlos V, y la segunda con la forma de una cabeza humana, enviada a Felipe II, que se perdió al hundirse el galeón que la transportaba, aun yace en el fondo del mar; la riqueza increíble que salía en San Gabán , exalto la codicia y la ambición de sus moradores, que formaron diferentes bandos, se atacaban unos a otros, sumado a los robos de desalmados delincuentes, casi destruye a la provincia. Cuenta una antigua historia, que cuando limpiaban la pila de agua en la plaza de Ayapata, uno de los distritos de esta provincia, se hallaban granos y pepitas de oro, tanta era la fecundidad aurífera de este suelo; en 1,709 se descubrió en el cerro llamado Reantalla entre Carani y Ollachea, una mina de plata tan rica, que daba al principio 4,700 marcos por cajón, esto es 2,350 libras en 50 quintales de metal en bruto, casi la mitad del metal extraído era plata, esto incendio de ambición la conciencia de sus pobladores y aventureros que llegaban por cientos, que concluyo una noche cuando la mina se derrumbo tragándose a muchos en 1,716, mientras el virrey interino Diego Morcillo Rubio de Auñon, arzobispo de charcas, tomaba medidas para calmar el desorden causado por la sed de riqueza. A mi mente acude el recuerdo de los días en que los conquistadores, despojaban de sus riquezas a la nación Inca, amontonados sobre el cadáver de Atahualpa, artesanías de oro y piezas de plata, de la infantería de Pizarro admira el hombre de ingenio don Sancho de Carvajal, soldado inquieto como jamás hubo, alegre y retozón aun al llegar a los 80 años de edad, como el mas imberbe de los muchachos, ante la riqueza perdida por arte del robo, el asesinato, las mujeres y el juego, que cambia de dueño al vil metal, entregándose de lleno al vino, y pasándose la mano por la cabeza casi calva recitaba: Los mis cabellicos maire Uno a uno se los llevo el aire Ay, pobrecicos Los mis cabellicos
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