Volver
Publicado en Apr 25, 2012
Capitulo I - VOLVER
Mariana había bajado del micro hacía veinte minutos, después de diez años volvía al pueblo y hasta el aire le resultaba distinto. Se quedó unos minutos mirando a todos lados como reconociendo el lugar, la gente, los sonidos. Nadie la esperaba así que tomó sus valijas y salió a la calle a pedir un taxi. Hacía frío pero ya no importaba: estaba de vuelta... En el camino los recuerdos la atacaron sin piedad, cada rincón tenía una historia, Su historia... Cuando cumplió tres años su madre decidió dejar la cuidad y mudarse a la casa paterna en aquel pueblo. Estaban solas... con la convicción de que sus servicios como enfermera iban a ser más útiles en su pueblo natal y con un abandono a cuestas se trasladó sin pensarlo con sus padres. Cuando parecía que todo se iba acomodando su padre cayó terriblemente enfermo y pensando que era algo pasajero Mariana quedó al cuidado de una vecina amiga de su madre. Se llamaba Sara y tenía tres hijos Manuel de seis años, Ramiro de cuatro y Laura de dos. Todo fue juego y risas, hasta que una mañana escuchó los gritos de su abuela en la puerta de su casa. Su madre al acostarla esa noche le explicó que el abuelo se había ido a una estrella pero no lo entendió hasta que pasaron los días y él no volvió. Esa semana su madre decidió que lo mejor para ella sería que empezara el jardín cuanto antes, el contacto con otros chicos iba a ayudarla a recuperarse y le daría unas horas para ocuparse del dolor de su madre. Al poco tiempo la niña se adaptó a la rutina de las clases por la mañana y estar al cuidado de Sara por la tarde. Cada vez que llegaba del jardín corría a la casa de sus vecinos, se divertía escuchando los cuentos de Manuel, la risa de "Raly" y las morisquetas de Laurita. Sara se convirtió en su niñera mientras su madre trabajaba en el hospital zonal. Una tarde cuando tenía diez años estando en la plaza del barrio Raly la tomó de la mano y se escondieron detrás de las ramas de un ombú y casi en susurros el chico le dijo que no quería separarse nunca de ella. Los años pasaron y ellos siempre juntos hasta que la vida los puso a prueba... Mariana tenía apenas veintitrés años cuando perdió un embarazo de casi cinco meses y la relación simplemente ya no fue la misma. Ninguno tenía la fuerza para seguir y acordaron separarse. Raly viajó a estudiar a Córdoba y ella viajó a Buenos Aires a empezar de vuelta. El tiempo había curado las heridas a pesar del dolor que llevarían el resto de su vida, ya era toda una mujer y si bien la vida todavía no le había dado revancha dándole una familia estaba feliz de volver a esa casa donde había crecido y pasado tantas cosas. El auto paró de repente en una casita gris de pastos altos que la devolvió a la realidad. - ¿Esta segura que es acá señora? -pregunto el chofer extrañado. - Sí es acá, es que hace mucho que no viene nadie -Dijo mientras bajaba a retirar las maletas del baúl del taxi. "No te preocupes ya va a cobrar vida otra vez" pensaba Mariana. Al entrar vio que todos los muebles estaban cubiertos con sabanas viejas, había polvo por todos lados, las paredes necesitarían una mano de pintura y los pisos una buena encerada... -Creo que voy a tener mucho trabajo estos días... Le tomó unos días acomodarse y poder encontrar un hombre que le cortase el césped, se encargara de las paredes e hiciera algunos arreglos. Encontró mucha gente del barrio que hacía años no veía y se sintió feliz. No se había dado cuenta cuanto extrañaba la tranquilidad de ese lugar, era perfecto para poder trabajar. Vació una habitación que antes servía como despensa, tapó las ventanas y pintó las paredes de negro, instaló unas bateas y cruzó una soga para poder colgar sus trabajos; era una terapia revelar sus propias fotos y si bien la modernidad había traído las cámaras digitales ella adoraba su Cannon 350. En los últimos años su carrera había sido muy exitosa y prolífica, trabajó para los medios más importantes cubriendo todo tipo de acontecimientos, se la pasaba corriendo todo el día con la cámara al hombro hasta que el doctor Méndez la obligó a tomarse unas vacaciones. Hacía unos meses sufría de mareos, migrañas y desmayos que ya eran preocupantes. El médico diagnosticó estrés. Aunque ella se resistió a abandonar su trabajo y su vida en la ciudad un fuerte golpe en la cabeza producto de un desmayo repentino la ayudo a decidirse a viajar y tomarse unas merecidas vacaciones. Esa mañana se había levantado temprano con un sol apenas nacido y sonrió ante la vista de su patio trasero cubierto de escarcha sobre aquel limonero ya casi seco. Preparó el mate y encendió la radio para no sentirse tan sola, se ubicó en la mesa del comedor para poder conectar su computadora. - Un adaptador... ¿donde están?... -dio vueltas buscando en cajones y se acordó que al llegar había visto uno en su habitación arriba de una cajonera. -¡Acá estás!... - Debajo del adaptador había un cuaderno que reconoció al instante, era su diario. Lo quedó mirando antes de decidirse a abrirlo. Su tapa era de cuero negro y sus hojas ya estaban amarillas con el paso del tiempo. En su interior descubrió una foto de Raly con su pelo enrulado y revuelto, sus ojos chiquitos, con su barba de algunos días y esa sonrisa encantadora. Sintió un escalofrió al recordarlo y una añoranza inmensa la invadió. Nunca había podido olvidarlo del todo y tuvo ganas de salir corriendo. -Raly... -Suspiro, con los ojos empañados y cerró el diario, sabía que nada de eso le haría bien. Volvió a conectar su computadora pero ya no pudo concentrarse así que tomó su abrigo y salió a dar un paseo. Hizo unas llamadas en el centro, caminó, miró vidrieras y cuando pasaba por la plaza central alguien la tomó del brazo. - ¿Mariana?... - ¡Manuel!... Hola... -El hombre la abrazó con la alegría de los años que hacía que no la veía. - ¿cómo estas?... - No lo puedo creer, ¿cuando volviste?... - Hace unas semanas... Ninguno podía dejar de sonreír, ambos se habían criado como hermanos y había pasado mucho tiempo. Una nena como de seis años se acercó corriendo en su dirección, toda colorada y agitada. -¡Pa!... ¡Papi!... - Gritaba antes de llegar. Mariana la observo sorprendida y obnubilada, tenía los ojos color miel, unos bucles perfectos que se movían como resortes en cada movimiento y una sonrisa más que familiar. - Ella es mi hija, Agustina... -Manuel la abrazó orgulloso y le habló a la niña - Ella es Mariana - ¡Hola hermosa!... es igual a vos jajaja ¡no lo puedo creer! - Es lo mejor que tengo... Se sentaron en un banco frente a los juegos y charlaron largo rato, Manuel compró café de un vendedor que pasaba y recordaron viejos tiempos. - ¿Así que ahora sos maestro de escuela?, todo un señor... bromeó Mariana. - Algo así, jajaja, bueno algo tenía que hacer y si bien al principio lo hice medio obligado hoy la verdad lo disfruto muchísimo. Los chicos son increíbles te cargan las pilas a mil… - Sí me imagino... -Mariana se había quedando mirando a Agustina como saltaba y jugaba con otros chicos, reconociendo gestos que la hacían sonreír. -¡¡¡Agus!!! ¡¡Tenemos que irnos!! - Grito Manuel a su hija. - Uh ya es tarde para ustedes ¿no? -Mariana se paró y miro su reloj eran casi las once y media. - ¿Por que no venís a almorzar con nosotros?... ¿dale? Quiero que conozcas a mi mujer, le va a dar gusto conocerte... - A mi ¿por qué?... No le habrás contado de... - jajajajajaja!! No sé... la verdad no me acuerdo - Dijo Manuel levantando una ceja. ¡Agus vamos hija! - ¡No te enojes! Te prometo que en estos días nos juntamos a comer pero hoy no, tengo algunas cosas por hacer y no quiero andar a las corridas. Tengo tu número así que nos hablamos... - Está bien, está bien ¿me llamas?... - Sí, te llamo. Mientras hablaban caminaron hasta el auto que estaba estacionado enfrente de la plaza, Manuel se ofreció a alcanzarla hasta su casa pero ella prefirió caminar y pasear un poco más. Antes de subir Mariana vio esa cara que ya conocía perfectamente y algo en su expresión la alarmó. - Sí tenes ganas... anda a verlo a mi hermano... le va a dar gusto verte... - Le encantaba dejar esas "bombas" con una inocencia aparente. Manuel no podía evitar sugerir ese encuentro, los adoraba a los dos y sabía que eran el uno para el otro. Si bien Mariana no se había animado siquiera a nombrarlo sabía que estaba esperando alguna información y se sintió en el deber de darles un empujón como es debido. - ¿Raly esta acá?... pensé que... - Sí, está de vuelta, sigue con su música le va bien... está en lo de la vieja... en el fondo. -Dijo mientras cerraba la puerta del auto. Mariana no supo qué responder, lo saludó como si no hubiera escuchado nada y caminó hasta su casa como hipnotizada por todo lo que había escuchado. Entró casi corriendo, tiró las llaves sobre el sillón del living y se metió inmediatamente en la ducha caliente para tratar de ayudarse a reaccionar, sus pensamientos se enredaban pero por sobretodo sentía enormes ganas de volver a ver a Ramiro. Era como si todo el tiempo que había pasado simplemente no hubiera valido de nada. Quería verlo y se sentía culpable por ello. EDITOR: Marcelo Sosa Guridi
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