Y cuando creemos que ya no va a doler, es cuando más duele.
Publicado en May 23, 2012
“y yo, que no soy bueno,
me puse a llorar. Pero entonces lloraba por mí, y ahora lloro por verla morir.” Silvio Rodríguez “oleo de mujer con sombrero” No pasaba de los diez años cuando lo vi partir, pasábamos el día juntos, lo extrañaba cuando no lo veía, era como un hermano para mí. Él no hablaba pero de alguna forma nos entendíamos pero hubo un día, que junto con la mañana llegaba una llamada al teléfono de mi casa, eran sus padres avisando lo que después terminaría en una desgracia. En la madrugada del viernes sus padres lo habían llevado a emergencias presentaba fiebre alta, nauseas y tenia estados somnolientos esas fueron las causas por la que acabó allí. Quería ir a verlo pero no me lo permitieron el sanatorio donde fue internado después era muy rígido y no se le permitía la entrada a menores d 12 años de edad, por lo que tuve que conformarme con lo que me decían los demás, pero sabía que la mayor parte de lo que decían era mentira. Eran las 21.40 del viernes cuando sentí que un auto estacionaba en frente de casa seguido de voces que eran enviadas para repartir una noticia causante de grandes angustias, salí y se callaron, me asome y pregunte, no tuvieron más opción que decirme la verdad. Aún recuerdo encerrarme en el baño mientras gritando en silencio derramaba un mar de lagrimas, a mis hermanos menores los llenaron de mentiras, los escuchaba y no los entendía ¿para qué ilusionarlos con palabras vacías que debían de contradecir al otro día? Llego la mañana de ese sábado que nunca olvidare, me levante y mis hermanos ya no estaban, llegue junto con mi padre al velorio de ese primo que sentí como si fuera un hermano, ahí estaban ellos ya les habían desmentido lo de la noche anterior menores que yo y desconsolados, los vi y a parte la mirada. Entre a una sala, y allí se encontraba su pequeño cajón un circulo de personas lo rodeaba, eran todos rostros conocidos, busque a mis tíos hasta que di con ellos. Me acerque no sabía que hacer, estaba triste pero tranquilo y sin llorar, pero eso cambio en un segundo, en cuanto estire mis brazos y apunto de darles un beso fue cuando ambos me sujetaron, sentí un gran vació en mi pecho y mis lagrimas no dejaban de brotar, parecía como si llegara a sentir todo su dolor sumado con el dolor de lo que era para mi la perdida de esa persona. Al medio día lo sepultaron, asistí a otros funerales con tristeza sí, pero no volví a derramar lágrima alguna, no superaron el dolor que una vez sentí, al menos eso creía. Varios años después, una noche otro abrazo uno similar al que me dieron aquellos padres desconsolados, pero esta vez era un abrazo de ella, la estaba abrazando y entre lagrimas se despedía de mi, aunque la perdía estando ella viva, yo la sentía morir…
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