Esa noche.
Publicado en Jul 25, 2009
Esa noche.
¿Cómo puedo amarte…, si ya no vives? "Cuando pasen estos días de sol, estas lunas de verano, no te acordaras ya de mi". Me decía; y después me besaba. Aquella tarde sus cariños fueron raros, extravagantes, mezcla confusa de dolor y de exageración, de placer y de sentimentalismo. Ahí estábamos; en aquella época era una playa solitaria que nos permitía aventurarnos con nuestros cuerpos desnudos, excitarnos por un deseo que provenía únicamente del corazón. Y cuando el último rayo de sol ilumino su cabellera, se estrecho a mis labios, con un supremo esfuerzo de eternidad. Siempre he creído que a la luz del sol, o bajo el brillo de la luna, los cuerpos se traslucen hasta mostrar el alma. Así descubrí en muchas noches, incluso en rostros de amigos, gestos insospechados de maldad, y en algún desconocido de mirada patibularia, expresiones de infinita bondad. Pero esa noche, bajo la reverberación de la luna, sentí miedo de ella, sentí miedo de mí. A cada instante nos mirábamos y volvíamos a besarnos. Todo su cuerpo reposaba en mis brazos; esa noche ella consentía que yo fuera su único grillero, y cuando ya no podía resistir su mirada, suave y lentamente dejaba caer mis labios sobre sus ojos, escondiéndolos de los míos, para no estremecerme con los flechazos de su venusta mirada. De noche solíamos caminar desnudos por aquella playa. Ahí, nuestros cuerpos se iluminaban como si fuéramos los únicos seres de este universo; como si poseyéramos toda la energía de la tierra. No existía el zumbido del viento o el oleaje del mar, y la temperatura del ambiente era imperceptible para nuestros cuerpos; solo deseábamos concéntranos el uno en el otro. Esa noche ella me dijo muy quedamente “No hacen dos meses aun, cuando caminábamos por vez primera desnudos por esta playa. No íbamos así, como lo hacemos ahora. Nuestros cuerpos erubescentes querían esconderse de la luna; querían esconderse de nuestros propios ojos. Tu cuerpo temblaba, igual que el mío, y te tome de la mano para sentirme cómplice en este amor. Me besaste. Luego, me pareció que quisiste decir algo, pero guardaste silencio el resto de la noche, igual que yo”. Si, es cierto lo que ella dijo. No tuve la valentía para expresar mis sentimientos, reprimí mis emociones, e incluso descarte las locas ideas que se me vinieron a la mente. Esa noche tuve mi primera experiencia sexual con una mujer. Esa noche ella me enseño a amar. La estreché intensamente; permanecimos así un instante muy largo y muy corto a la vez. Yo, no sé en cuánto tiempo no separé mi boca de la suya. Cuando abrimos de nuevo los ojos, advertimos que la luna seguía mirándonos. Y mis ojos ya estaban acostumbrados a mirar su cuerpo en desnudez; ella me había enseñado todas las formas que existían en su cuerpo. Con mis ojos, las manos y mi boca, recorrí como un niño ansioso, cada centímetro de su piel. Y mi alma no se debilitaba cuando la tenía a mi lado. Ella era una oportunidad para mí... Con ella amándome poseía un poder único que me permitiría conquistar cualquier meta. Cada noche pedí a Dios, que las horas se hicieran más lentas o, que las noches fueran eternas. “Dios; permíteme amar a esta mujer, con todo mi corazón, con toda mi fuerza, con toda mi alma. Solo con ella puedo transformar mi vida y construir algo bueno”. Estuvimos juntos durante un año; casi dos meses de novios y antes como amigos. En realidad no éramos amigos, simplemente estábamos conociéndonos. Para comenzar una relación queríamos saber que tan compatibles éramos. Y creí que lo había comprendido mucho tiempo antes, pero mi cobardía no me permitía enfrentar algún momento para ofrecerle mi corazón. Y tuvimos un sólo aniversario. Celebramos por estar enamorados, y juntos, siendo novios por un mes. Todas las noches durante nuestro noviazgo nos juntábamos en aquella playa. Ahí teníamos un lugar especial y oculto donde dejábamos nuestras ropas y las bicicletas que usábamos para llegar a la cita. Cuando comenzamos a tener relaciones sexuales se nos hizo costumbre pasear desnudos por la playa. Jamás pudimos aburrimos mirando nuestros cuerpos. Así nuestro tiempo se pasaba en entretenidas conversaciones, y placenteros momentos sexuales. Tres días antes de nuestro segundo aniversario ella se pitorreaba de mí, o así yo lo creía en ese momento cuando me decía que luego vendría un periodo de veda sexual. Con voz seria me dijo: “Nuestra relación esta basada en el amor –pero, se detenía con una risa impetuosa cuando me miraba el pene erecto. Luego, cuando lograba contenerse, continuaba diciendo-, pero nuestro amor no es fuerte, ni tampoco invencible. Ahora estamos juntos creyendo que podremos superar todos los obstáculos que la vida nos presente. Estamos juntos porque nos amamos, pero este amor se confunde con el placer ¿Seremos capaces de construir algo tan sólido que dure por la eternidad? Talvez llegue el día que no seremos capaz de distinguir entre amor y placer, entre unión y compañía, entre felicidad y entretención, entre compromiso y fidelidad…, entre cuerpo, y espíritu. Si nuestros ojos se cruzan en miradas podemos ver nuestros propios espíritus, pero cuando nuestros cuerpos se unen en acto sexual, sólo disfrutamos el momento de placer, y aceptamos una promesa de amarnos así, por siempre. Y no quiero que me prometas cosas. Solo espero de ti, la verdad. ¿Serás capaz de amarme aun cuando ya no pueda satisfacerte sexualmente? Antes de celebrar otro aniversario contigo, quiero la respuesta. Y cual sea la respuesta, nuestra relación continuara, si así tú también lo decides. Pero no cualquier respuesta nos garantizara estar unidos por siempre”. Jamás le entregue una respuesta. Esa noche, como era habitual en nuestras citas, justo antes de separarnos para dirigirnos a nuestros hogares, hicimos otra vez el amor. Ese fue nuestro último momento, juntos. Esa noche había una gran celebración en el pueblo. En esa fecha es común recordar a uno de nuestros héroes patrios. Esa noche, cuando regreso a su casa después de nuestra cita, ella murió atropellada por un camión que conducía un viejo ebrio. Desde esa noche no he vuelto a aquella playa, ni tampoco he logrado amar con la intensidad que la ame a ella. "Cuando pasen estos días de sol, estas lunas de verano, no te acordaras ya de mi". Me decía; y después me besaba. Por esa noche…, jamás te olvidare.
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Guillermo Capece
Saludos
Monse
mi texto y me gusto tu texto
sigue asi !