De tal palo.....
Publicado en Jun 01, 2012
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Ni miró a los chicos, ni se dejó conmover por su llanto desesperado. Con  frío  semblante, levantó el bolso que había preparado, desprendió con firmeza las manitas asidas a su falda y  sin despedirse,  cerró tras sí,  la puerta de calle con dos vueltas de llave.
Juan miró a Jorge con bronca – Ves lo que hiciste? Por tu culpa, mamá se ha ido-
 Jorge, de siete años, dos menos que Juan, secó con sus dedos sucios de tierra, unas lágrimas que rodaban por sus mejillas y lo invadió esa sensación de orfandad, la misma que sintió unos meses atrás, cuando el padre los abandonó. Se dejó caer y lloró tapando su carita con las manos  sucias. Juan, paró de increpar y algo  que no supo bien  que era, lo impulsó a  sentarse al lado del hermano menor para   abrazarlo. Se quedaron un rato, desbordados por la tristeza. –Somos muy desobedientes y nos portamos mal.
Mamá perdió la paciencia, cuando dejaste caer el plato de sopa y ahora estamos solos! De nuevo Jorge rompió a llorar y los mocos se confundieron  con las abundantes lágrimas. Como en una nebulosa, vió al gato de la casa vecina que saltó de la tapia hacia el patio de tierra. Como disparados por un resorte,  los hermanos consiguieron  aprisionarlo bajo una caja de cartón. El felino se debatió un rato. Juan buscó unos ladrillos y los acomodó sobre la caja y con un cuchillo de serrucho,  hizo una ventanita para observarlo. El gato, agazapado, maullaba, arrinconado en un ángulo listo para dar batalla. Jorge trajo una de las mojarras  que sacaron esa mañana del arroyo cercano, otra de las causas que enojó a la madre, cuando descubrió que habían usado la ensaladera  como pecera. El pez, paró de coletear y fue a parar al estómago del prisionero que se relamía los bigotes. Los chicos le dieron otro hasta que recordaron que era mejor no desprenderse de las provisiones,
Rebozadas en harina y fritas en aceite caliente, sabían de maravilla!
Se escuchó la voz de la vecina, la dueña del gato que lo llamaba - Mishi, Mishi!… el gato, amodorrado, empezó a corcovear, los ladrillos quedaron desparramados y al fin,  pudo desprenderse de la caja  y  escalar la tapia en un santiamén. Los chicos se miraron y largaron la carcajada, pusieron orden, ahora no tenían quien se las diera, pero sabían que correspondía. Sin que nadie se los dijera, se bañaron, recogieron la ropa sucia y se fueron a acostar. Jorge se durmió enseguida. Juan  miraba una mancha de humedad  en la pared. Tenía la forma de un ave de rapiña. Con las alas desplegadas se abalanzaba hacia ellos. Se tapó la cabeza , cuando un sonido en la puerta de calle, lo dejó paralizado. Atinó a apagar la luz y se quedó inmóvil. La luz que entraba por la ventana, le anunció que ya era tiempo de levantarse. Jorge, dormía con un sueño agitado, eso le recordó que a partir de ahora, iban a tener que arreglarse solos.
Se lavó cara, manos y dientes, lo hizo a conciencia, en realidad prefería escuchar la voz aguda de la madre, reconviniéndolo con severidad……pero madre ya no estaba.
Fue a preparar algo para comer. El cuarto de la madre estaba apenas abierto,  escuchó un ronquido y el corazón le dio un vuelco. Abrió la puerta y la vio. Corrió a despertar a Jorge para darle la buena nueva y juntos se apresuraron a besarla y prometerle que, a partir de ahora, serían los hijos más buenos. Algo fastidiada por la manera intempestiva con que la despertaron,  respondió que esperaba que mantuvieran la promesa y ella no volvería a marchar, que regresó de muy lejos y por eso había tardado varias horas. La paz  y la armonía reinaban otra vez  y  todos eran felices. Pasaron unos días, Jorge llegó de la escuela con un  libro de cuentos magníficamente  ilustrado,  premio por contestar todas las preguntas  del catecismo. Juan  se lo arrebató, con tal mala suerte que desprendió las tapas de la portada. Comenzó la trifulca con insultos y patadas. La madre fue a su cuarto y simplemente sacó el bolso que no deshizo, se precipitó a la puerta. Los chicos dejaron de pelear al escuchar la llave que daba el segundo giro. Se dieron cuenta que su madre los abandonaba otra vez por su mal comportamiento. Como la otra vez, se echaron la culpa, discutieron hasta agotar argumentos. Juan se acordó del gato que escaló de un  salto el muro y buscando las hendeduras  entre ladrillos, hizo pié hasta llegar  arriba, Jorge, no se quedó atrás y lo imitó a la perfección. Era la hora de siesta, hacía mucho calor y no se veía gente en la calle. Tomaron la callecita empedrada que bajaba hasta el arroyo. Siguieron hasta el lugar donde el padre solía llevarlos en tiempos felices. Un lugar muy bonito, rodeado de helechos y con una playa de arena fina y clara. Dejaron la ropa sobre una piedra y  comenzaron a gozar de la libertad. Pasadas unas horas, sintieron hambre y decidieron  el regreso. Juan  se detuvo y encaró al hermano- Y si ahora es en serio y no vuelve? A jorge se le llenaron los ojos de lágrimas, Juan pasó su brazo sobre los hombros del hermano y  se entregaron a tristes pensamientos. Caminaban tras una hilera de seibos, una voz  entre risas, los alertó, Se acercaron y oh sorpresa! la madre con amigas disfrutaban de un día de campo y reían y bromeaban como adolescentes. El  bolso, cómplice de las fugas, descansaba en un rincón, muy cerca de donde estaban los chicos. No lo pensaron dos veces,  lo levantaron y aprovechando la distracción del momento, desaparecieron.
Conocían una familia muy pobre que vivía cerca de las vías del tren y se lo dejaron a una macilenta mujer. Una hora más tarde llegaron al hogar. No pasó otra, que llegaba la madre muy alterada y nerviosa. Los chicos la besaron  saltando de alegría, ella los apartó gritando que el tren a donde iba a viajar muy lejos,  había sido asaltado por bandidos que se llevaron todos los equipajes, incluso el de ella, junto a sus documentos y otras pertenencias.
A la mañana siguiente, los chicos desayunaban  antes de ir a la escuela, la madre iba a denunciar el robo de que fue víctima, cuando un timbrazo los obligó a despabilarse.
La madre salió a atender mientras los hijos acomodaban las mochilas. Al salir se cruzaron con la mujer macilenta que trajo los documentos que estaban en el bolso, junto al bolso y demás pertenencias.
Entre acusaciones y descargas, la mujer, juraba y rejuraba que era pobre pero no ladrona.
Al ver a los chicos exclamó- ¡Esos, esos son los ladronzuelos que trajeron el bolso a mi rancho!.
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Foto del autor haydee
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Descripción

De un relato, perteneciente a la historia de un amigo.

Palabras Clave: bolso ladronzuelos

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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Nicole Bass

Para mi esto son micro-cuentos, esto es lo que me gustan leer y escribir a mi, y son muy pocos los que me hacen llegar a mi imaginación en el punto mas intenso. felicidades, son muy buenos tus textos. Larga vida a la escritura. Abrazos!
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June 13, 2012
 

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busy