Voy a desposarte después de los responsos
para partir amorosos tomados de la mano,
no habrá llanto, despedidas, ni congojas
ni  haremos caso de cirios y mortajas,
simplemente andaremos con desgano
entre sombras que fueron tan humanas
cargadas de sus culpas y nostalgias.

No habrá necesidad de los santos óleos
para redimir pecados reales o imaginados,
tampoco quimeras de premios celestiales
pues lo humano sólo el alma tiene de sagrado.

Será nuestra boda felizmente consumada,
como testigo la serpiente mordiéndose la cola
con la guadaña detrás segando los trigales
entre la comparsa de viejas plañideras
y los cánticos de réquiem entonados
por monjes de rostros descarnados.

Luna de miel como dicen se acostumbra
en la soledad tétrica de los mausoleos,
en tálamo nupcial de fúnebres adornos
entre besos y caricias de ultratumba.

¡Voy a desposarte mi novia tan querida!
en la fecha que tenemos ya pactada,
oficiará la parca sonriente y enlutada
la boda que aplazamos con tu partida.

Haré válida aquella promesa que te hice
cuando la muerte vino a separarnos,
que en honor a lo mucho que te quise
¡sería ella misma quien vendría a casarnos!