Ella llegó, le sonrió, y una copa en su mesa dejó.
El observó con gran detalle aquel gesto generoso
Que le conquistó.
No se limitó a poder hablarle de nuevo, pero en
Esta ocasión no era por una copa más, sino que
Su nombre él preguntó.
 
Unas mejillas sonrojadas él observó cuando
“Susana” de su boca escuchó.
“Es un gusto y  un placer para mi” fue la expresión
Que con alegría aquel hombre exclamó.
“El placer es mío” dijo ella con tartamudez en su
Exclamación.
 
Fue una atracción que en amor con el tiempo
Se convirtió.
Ella con locura de aquel hombre se enamoró y le
Entregó lo que con gran ilusión por mucho tiempo
Cuidó.
 
Él la amaba, con gran sutileza la cuidaba, ella muy
Feliz por la decisión que había marcado su vida, su
Futuro y todo lo que le daba alegría.
Eran felices los dos y un regalo ambos esperaban.
Poco tiempo para verlo faltaba, yo muchas veces una
Felicidad incomparable en sus rostros miraba.
 
Llegó el momento de recibir con aplausos de su hijo la
Llegada.
Ellos no se esperaban que una complicación en el
Parto apareciera.
Ella sufrió mucho y por tanto que lo intentaba aquel
Bebé no nacía.
 
Todo fue un alboroto y un segmento de sufrimiento,
Aquel  hombre una punzante herida con anticipación en
Su corazón sentía.
“No lo logrará” el doctor con voz fría exclamaba.
Un puñetazo en el corazón aquel enamorado hombre
Sintió.
Sabía que ese sería el último momento de ver a la mujer
Que lo enamoró.
 
En su agonía ella su nombre invocó, con una escasa voz
Ella gritó y dijo: “Amado mío, ¿Recuerdas que siempre te
Dije que te amaría?” y el hombre con lágrimas en sus ojos
Respondió: “Lo sé mi amada, no tienes que decirme nada,
Yo llevo tu corazón y amor en mi pecho como daga clavada”
 
Ahora el tiempo lo marcó y ya sus arrugas se pueden notar.
Parado frente a una tumba pequeña estas palabras habló:
“Nunca mi cariño te pude dar, y tampoco por un nombre te
Puedo llamar, mi corazón sabe que no te he dejado de amar,
Mi pequeña hija que junto a su madre descansa ya”