Vivir es una necesidad humana y eso es fundamental entenderlo como un derecho desde el mismo instante en que el óvulo femenino de una mujer es fecundado por el espermatozoide masculino de un hombre. Partiendo de esta premisa, que es la Gran Verdad de la vida de manera absoluta y nunca relativa como los pro abortistas afirman solamente para querer ocultar ante los ojos de los demás el genocidio que comenten todos los días, debemos conocer que esto es así de cierto desde que Adán y Eva (un hombre solo y una sola mujer para que se enteren bien los pro divorcios y los pro vicios sexuales fuera de un solo matrimonio) tuvieron su primer descendiente. La cuestión se basa en el ejercicio de la voluntad de vivir.
Existen algunos seres humanos que adolecen de esta voluntad; o bien porque no ven sentido a sus existencias (aburridos existencialistas) y prefieren hundir sus "ejes de flotación" buscando la muerte cuanto más rápido mejor, o bien porque no han podido comprender que la plenitud de la vida es tener suficiente voluntad como para no caer en los abismos de los vicios.
A veces he encontrado, en mis caminos, a hombres desesperados que sólo aportan a la sociedad humana problemas aunque nunca son parte de la solución de los problemas. Esta falta de voluntad no sólo les arrastra a ellos al abismo sino que empujan, de manera egoísta, a quienes les rodean y que caen en la depresión por culpa de esos egoísmos. La falta de voluntad para vivir de manera sana, noble y desinteresada, hunde el "eje de flotación" del barco a cuya tripulación pertenecen. 
La voluntad de vivir pasa por pensar, primero, en lo que nuestras conductas influyen en los que pertenecen a nuestra misma embarcación. Si alguien se pudre en los vicios, hace que se pudran todos los demás. Y cuando la voluntad de vivir se transforma en el deseo de morir, la flaqueza de ánimo de unos pocos puede extenderse como un reguero de pólvora. Por eso es necesario medir bien cual es la voluntad de vivir que tienes como capitán que va a dirigir la nave en la que están embarcados todos los que confían en ti. 
Sin voluntad de vivir no se puede ser ejemplo positivo para los demás y si no eres un ejemplo positivo para los demás que confían en ti es mejor que no seas capitán de todos ellos y todas ellas. El "eje de flotación" del barco depende de ti. He ahí el problema de la vida humana. Sin voluntad de vivir no podemos llegar a ningún buen puerto y, al final, nos hundimos en el marasmo de la inexistencia, ahogándonos por culpa de un capitán al que hemos nombrado con total confianza pero que no tuvo voluntad de vivir suficiente para seguir adelante y prefirió sucumbir arrastrando a los demás, a todos los que le tenían admirado como un mito, como un héroe, como un superhombre. 
De todo ello saco la siguiente conclusión: la voluntad es propia de los que deseamos tener vida en plenitud, vida y existencia eterna y, por el contrario, la falta de voluntad de vivir es puro egoísmo protagonizado `por quienes no piensan ni en los demás ni en el daño que producen a los demás cuando, falsamente y con todo lo ladino que pueden ser, ejemplifican toda clase de vicios que matan la vida. 
La solución es abandonar a quienes no tienen voluntad de vivir en medio del océano de sus vicios y sus egoísmos, en el océano de sus flaquezas y en el océano de sus debilidades para podernos salvar todos los demás; los que creemos en la vida y, además, sabemos que lo positivo es vivir siempre, ser siempre eternos, alcanzar el grado superior de los seres humanos que tienen voluntad de vivir. Y eso es siempre ser joven tanto en lo físico como en los espiritual. Jóvenes por fuera y jóvenes por dentro gracias a la Fe Cristiana. 
Sólo quien sabe lo que es navegar sufriendo pero con la voluntad de vivir intacta puede ser un verdadero capitán que guía su barco, donde confían en él todos sus compañeros y compañeras de viaje, para dirigirlos al buen puerto. Y eso sólo se puede conseguir teniendo la voluntad de vivir que derramó Jesucristo por todos nosotros y todas nosotras.