EL PROGRESO
Publicado en Jul 22, 2012
Rodimiro Quiñones y Atilano Galván detuvieron sus cabalgaduras en aquel extenso montículo que años atrás albergara la hacienda "Las dos estrellas" que fue propiedad de Justiniano Cienfuegos, quien le había dado ese nombre en honor a sus dos únicos hijos. Ahora los lugareños conocían esas tierras con el mote de "La Pelada", porque en aquel terreno no crecía ni la hierba desde aquella terrible noche en que Justiniano regresó de improviso al rancho y sorprendió a sus hijos Antonia y Carlos en pleno acto sexual entre ellos. El pobre padre enloquecido descuartizó con su machete a la pareja incestuosa y prendió fuego a la propiedad, cuando las llamas alcanzaron su mayor intensidad Justiniano se inmoló arrojándose al fuego. En el transcurso de la noche ardió todo lo que había alrededor. Quienes acudieron al lugar del siniestro vieron entre la humareda un yermo tétrico cubierto de cenizas, era lo que quedaba del espléndido verdor del día anterior. Desde entonces el lugar fue considerado maldito y muy pocos se atrevían a pasar por ahí.
Atilano y Rodimiro eran hombres curtidos por la vida, ellos no hacían caso de habladurías; desde su dominante punto de observación, en silencio veían como la nueva carretera, cual sierpe bíblica, se extendía ondulante hasta perderse en el horizonte. Dicen que es el progreso —murmuró Rodimiro— —¡Pura chingada!—. Sólo son cuentos del gobierno, tronó Atilano lleno de ira. Luego siguió diciendo: —Entiendo que fuera necesario la construcción de la carretera, ¿Pero por qué pasarnos a joder?— Se chingaron hasta los manantiales del pueblo de Platanillo, pasaron la construcción tan cerca de ellos, ¡que los secaron!— Gritó iracundo Atilano. Tienes razón compadre —dijo conciliador Rodimiro—, ya ves la miseria que nos van a pagar por las hectáreas afectadas y... ¡a diez años!, todo porque según el gobierno no tiene dinero. Pero ni modo, son cosas del progreso y el progreso ya nos alcanzó compadre... Rodimiro fue interrumpido con brusquedad por su compadre, —¡A mi me vale madres el progreso!—, sobre todo si está envuelto en un cochinero; no recuerdas compadre lo que nos dijo aquel ingeniero que trabajaba como contador en la construcción de la carretera y que terminó llevándose el dinero de la nómina y como querida a Bety, la nieta de doña Refugio. Acuérdate como nos platicó lo de doña Gertruditas Miranda, la buena señora ofreció regalarle a la compañía constructora parte de sus tierras para que pasaran la carretera por ahí y así salvar los manantiales, porque les tenía un gran cariño, en ellos la bautizaron los mormones cuando estuvieron por acá. La constructora no quiso desviar la obra del pueblo de Platanillo porque ya se habían robado gran parte del presupuesto entre el gobernador y los dueños de la compañía. Atilano se quedó callado para calmar su enojo; Rodimiro hizo lo mismo para no volver a encender la mecha. Pasado unos minutos Rodimiro gritó: —¡Mira compadre, allá está el ganado que buscamos!—. A lo lejos se veían algunas vacas y vaquillas del hato extraviado el día anterior. A buen trote los jinetes bajaron la pendiente, luego, en terreno plano espolearon sus monturas para alcanzar al ganado desperdigado. Al acercarse notaron por la carretera en sentido contrario a ellos, venía un vehículo a gran velocidad, al mismo tiempo los semovientes empezaron a cruzar lentamente la carretera buscando por instinto su querencia. El vehículo que habían visto venir los jinetes no aminoraba la velocidad, los compadres desesperados empezaron a gritar: ¡Upa vaca!, ¡arre vaca!, ¡vacaaaaaa!; la mayoría de los animales lograron cruzar a la otra orilla, sólo un novillo quedó en medio de la carretera, mirando fijamente aquello que se movía frente a él; no necesitó ninguna franela roja para embestir contra lo que ya había identificado como un peligro. ¡Por fin!, el conductor comprendió la situación e imprudentemente frenó con brusquedad; la velocidad del vehículo, la imprudencia del chofer, la casta del novillo y un montón de mierda de vaca que había en la carretera provocaron que el auto hiciera un "trompo", diera varias vueltas hasta impactarse contra el novillo y salir lanzado como un proyectil sobre los jinetes que con la boca abierta veían el accidente; ¡la colisión fue brutal!, Atilano y su caballo salieron despedidos con gran fuerza hasta estrellarse con una saliente rocosa que se encontraba a orilla de la nueva carretera. Rodimiro no hizo caso de los ocupantes del vehículo, desesperado corrió al lado de Atilano, cuando llegó junto al cuerpo, el hombre estaba bien muerto, con la cabeza partida por la mitad como calabaza madura. Con voz quebrada y a manera de despedida, Rodimiro dijo con tristeza: —¡Ya te jodiste compadre!, ahora sí, ¡ya te alcanzó el progreso!—.
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MAVAL
interesante este relato criollo...
habla bien de lo que es lo rural y sus historias , mezclado con lo que
ocurre cuando avanza el "pogreso" por esos lugares sin un adecuado deslinde
en los caminos...como asi mismo que los lugareños deben aprender a convivir
con ese nuevo sistema de vida...
amén d elos usuarios de lo volantes que algunos
cuando se suben a un carro , creen que tienen todas las libertades ganadas...
esto en lugares que se supone están más acostumbrados a este tipo de tráficos
igual suceden hechos así , por la imprudencia de quien conduce principalmente...
estes bien!
Eliza Escalante
Eliza Escalante