ENCARGO
Publicado en Jul 28, 2012
El hombre de lunar rojo en la mejilla izquierda, tiró el látigo sobre su escritorio, ordenando al más lúcido de los perturbados, vete a la habitación del fondo, abre la puerta y busca el baulito de madera junto a la cama. Lo identificarás fácil, entre los objetos allí almacenados. No se parece a los baulitos que conoces desde niño, disimulados por tu tía en su alcoba. Tráemelo sin inquietarte por su contenido. Habrá reacciones del baulito para no dejarse atrapar. La principal: escucharás la partida de un tren que no va para ningún territorio y no viene de ningún sitio. Tren. Triste tren hacia ningún lugar. Neruda me averiguó un día: “¿Hay algo más triste que un tren bajo la lluvia?” sin darme tiempo para responderle, sí Pablo, lo hay, un tren en movimiento bajo la lluvia. Tren sin pasajeros. Un antiguo tren pintado de verde oscuro, cruzando veloz frente a la casa donde un niño en silla de ruedas agita su mano, saludando o despidiendo a nadie. La segunda: cuando atrapes al baulito, la música de piano, parecida a cantos de sirenas urbanas, podrá alterarte demasiado. Las sirenas nadando entre música, son más fascinantes y peligrosas que las marinas. Cuando agarres el baulito, la música de piano será tu mayor peligro. No me lo digas otra vez, ya lo sé, lo tuyo siempre fue el trombón. El trombón, claro. Mi papá cuando nos gritaba tenía acento de trombón. Por eso siempre lo odié. Las sirenas nadando entre música, son más seductoras y peligrosas que las marinas. Ah, perdón, ya te lo había dicho. Pero atrás dije fascinantes y aquí digo seductoras. No sobra repetírtelo. Hay que decirte las cosas cinco y más veces. Pero me encanta repetirle algo a cualquier persona. Envuélvelo en una manta y sin mirar atrás abandona rápido la habitación, para no convertirte en estatua de sal. Esas del jardín, son de internos desobedientes. ¿Recuerdas las sirenas de Ulises? No escuches cuanto intenten hacerte recordar. Si te precipitas en esa música, no podremos sacarte de ella. Es una música donde se emplean algunas de las seis frecuencias de ascención Solfeggio, pero de eso nada sabes. Y yo no tengo tiempo para explicártelo. En algún momento sentirás pesado el baulito: son las sombras de quienes allí durmieron. Por ningún motivo tiendas el cubrelechos o desarrugues fundas de almohadas. Cuando sientas que se te va a caer de las manos, prende los cirios a lo largo del pasillo. Para esto, dejarás el baulito sobre el piso. No te preocupes por nosotros y enciéndelos todos, mientras repites: “No quiero volverme, por no ver con horror como la fila oscura avanza rápida, como los cirios apagados aumentan tan de prisa”. Luego te diremos quién es Kavafis y conocerás el poema completo. El más lúcido de los locos sonrió, agregando: El baulito lo tengo en mi bolsillo. Cuanto el hombre de lunar en la mejilla dijo, es una jugarreta del baulito. Aquí no hay nadie, distinguido señor, a quien usted pueda pedirle un favor o hacerle creer que existe una alcoba. Y usted tampoco es real, apreciado señor. Permítame mostrarle cuanto contiene el baulito.
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