EL OBSEQUIO DEL BUEY
Publicado en Aug 15, 2012
EL OBSEQUIO DEL BUEY
Parado sobre un andén, un hombre veía a otro que por un camino lejano, apuraba los pasos Se trataba de uno de sus grandes amigos de juerga, al cual en más de una ocasión, invito a brindar en su casa y a compartir de su mesa el pan. Este amigo era una persona que solía hablar muy poco, razón por lo cual sus conocidos y amigos le gastaban bromas para reír a sus expensas. Y aunque por ahí reza el dicho- Dios cuídame de las aguas mansas que de las bravas me cuido yo, por su carácter reservado, todos solían reír a costa de aquel. En esta ocasión el amigo que desde el andén lo diviso a lo lejos, deseaba gastarle algunas bromas y reír para matar el rato, seguramente alguien con buen sentido de apreciación se este preguntando ¿amigo?, un amigo no hace burlas a su amigo, ello es cierto, tal ves a fuerza de verlos brindando y compartiendo en su mesa el pan, se podría creer que se trataba de amigos aunque en realidad no lo fueran. ¡Cachudo! ¡Ten cuidado con esos cachos, que en las ramas se te pueden enganchar le repitió una y otra ves, pero el amigo ensimismado en sus cosas no lo oía, o simplemente hacia oído sordo a aquellas frases, el otro a toda costa tratando de ser escuchado gritaba vos en cuello ¡cachudo cuidado con las ramas, te puedes enredar con ellas! ¡Cachudo, corta un poco ese cacho! Cachudo para acá, cachudo para allá, hasta que de improviso de entre los montes emergió la ruda silueta de un buey, quien sintiéndose aludido repuso, ¡que pasa con tanto cacho!, ¿acaso te gustan mis cachos? Entonces el hombre explico al animal que no se refería a el, sino a aquel amigo que trajinaba a lo lejos. El buey miro el camino y no viendo a nadie repuso- allí no hay nadie, ¿me quieres ver la cara? , el hombre porfió, en verdad no te miento señor buey, por aquel camino pasaba un amigo, resulta que ya se perdió en la distancia, el buey asintió con la cabeza y dijo –claro si tu lo dices, así debe ser, no se diga mas y aclarada las cosas, quedo claro el mal entendido y como muestra de amistad y lealtad con un nuevo amigo, te daré un obsequio. ¿Ves aquel camino que se pierde a lo lejos?, así es –repuso el hombre, bien, continuo el buey, ese camino conduce a una hermosa quebrada, en esa quebrada hay un rio de aguas cristalinas, en las riberas de aquel rio hay retamas floreciendo, y oculto entre las retamas hay una discreta poza que muy pocos conocen, en esa poza todo los días se baña una paloma, esa paloma que esta en la plenitud de sus encantos, tiene para ti un obsequio, de seguro, ese obsequio te impresionará tanto, tanto que mientras vivas, jamás lo olvidaras y recuérdalo bien ve no antes de las doce, ni después. El hombre se encogió de hombros y se marcho murmurando no se que pretendes señor buey, pero sospecho que no es nada bueno lo que te traes, y mientras se alejaba, en su mente la curiosidad fue ganando espacio, hasta que al final opto por el obsequio del buey e intrigado marcho por el camino señalado y pronto accedió a la quebrada donde las aguas cristalinas del rio parecían tararear una dulce melodía, las riberas de aquel rio estaban tejidas de amarillo con flores de retamas y cauteloso mientras se deslizaba entre las flores en busca del pozo y de la paloma oía risas cargadas de pasión se deslizo entre las retamas y mientras se aproximaba al pozo, oía risas y suspiros llenos de pasión que le intrigaron aun mas todavía; y justo cuando el sol se posesionó en el centro del cielo, era la hora indicada, es decir era la hora de entrar en escena y ver a la paloma, la cual a decir del buey le tenia un obsequio. Vaya, aquello si que fue un obsequio, cuando el hombre asomo el rostro en el pozo, ahí en medio estaba su linda mujer luciendo su desnudes entrelazada con los brazos con el amigo de poco hablar, bien solía decir mi abuelo que hoy de Dios goza, ten cuidado taytito de esos callados que lo que se ahorran en palabras lo invierten en actuar. De improviso el hombre lamento haber decidido por el obsequio del buey, por que ojos que no ven corazón que no siente, y mientras envuelto en un cumulo de emociones que iban desde la tristeza mas infinita hasta la ira mas irracional no atinaba a actuar, en medio de ese cumulo de emociones se oyó la vos del buey que le decía-ahora dime tu, ¿Quién tiene mas grande los cachos? Autor: Jorge Luis Cervantes Llauca
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Jorge Luis Cervantes