PERLA
Publicado en Aug 23, 2012
Era domingo por la noche, la llovizna empezaba a caer y Mario su esposo no llegaba. Se había ido desde el jueves a visitar a su hermano Antonio con la intención de pedirle un préstamo para solventar los gastos que habría por el reingreso a la escuela de su hija Silvia. Con mucha paciencia restauró algunos cuadernos que la niña utilizó en el ciclo escolar anterior; le dio lustre a los viejos zapatos de su hija disimulando con un pedazo de cartón el pequeño agujero que había en la suela de uno de ellos.
La lluvia aumentaba su intensidad y con ello la desesperación de la pobre mujer; después de comprar algunas cosas para la merienda de la niña se había quedado sin dinero; el que ella no hubiera comido no le importaba; le preocupaba no tener ni un centavo para alimentar a su hija al día siguiente. Unos ruidos tras la desgastada puerta donde vivía le anunciaron que su marido estaba llegando. Cuando el hombre entró y lo vio tambaleándose de borracho, con la mirada vidriosa por la embriaguez y empapado por la lluvia sintió un gran desánimo; en ese momento experimentó un odio infinito por aquel sujeto a quien en alguna época había amado tanto. Lo despreció con toda la fuerza de que era capaz, pero sobreponiéndose le dijo con voz que parecía calmada: —Que bueno que llegas Mario, todavía es tiempo de comprarle algo a nuestra niña para que coma mañana— —¡Tu siempre pensando en el maldito dinero!— Contestó iracundo el marido borracho. —¡Toño mi hermano me prestó una pequeña cantidad, pero al llegar a la ciudad me encontré con unos amigos y me invitaron a tomar unas copas, asi que tuve que cooperar para pagar la cuenta en la cantina y me quedé sin nada!— Dijo el marido. La mujer tuvo pensamientos asesinos, sus lágrimas rodaron incontenibles, pero sólo dijo: —Iré con la vecina y le pediré prestado algo de dinero— —¡Ve donde quieras, así dejas de estarme jodiendo como es tu maldita costumbre!— Le contestó el borracho. Afuera la lluvia había arreciado, para colmo, hubo un apagón de energía que dejó las calles en medio de una terrible oscuridad. Perla, así se llamaba la mujer, caminaba con dificultad por el llanto que escurría de sus ojos y por la falta de luz eléctrica. La vecina, quien algunas veces le prestaba dinero ya se había dormido, no quiso despertarla considerando la edad avanzada de la señora. De regreso a su miserable vivienda, al pasar frente a la tienda "El Paraíso", un modesto comercio que surtía a los pobladores de aquella colonia proletaria, vio al propietario terminando de cerrar su pequeño negocio. —¿Qué pasó Perlita, necesita algo de mercancía?, dígame porque ya estoy cerrando— Le dijo el viejo comerciante. —¿Está su esposa doña Rita?— Preguntó la mujer conteniendo el llanto. —¡Nooo se fue a cuidar a su hermana enferma y por la lluvia regresará hasta mañana— —¿Le deja algún recado?— Preguntó el viejo sin verla, siguiendo con su trajín. En medio de la oscuridad y en la desesperación la mujer tomó una resolución: se acercó al hombre que continuaba de espaldas y al estar cerca de él le dijo algo al oído. El hombre regresó a verla con ojos desorbitados, luego se tornaron febriles. Al rato, Perla salía de la trastienda con tres bolsas llenas de comestibles y mercancía, en alguna parte de su ropa mojada guardaba algunos billetes; se sentía sucia del alma y del cuerpo, se encaminó hacia su casa mientras la lluvia escurría lentamente por su rostro, un escurrimiento tan tímido como el que acababa de ensuciarle entre las piernas. Un relámpago que se desprendió del cielo iluminó su cara y a pesar de toda la inmundicia de la vida, sonrió, ahora había aprendido que aun ante el peor de los infiernos, se podrían abrir las puertas de algún lugar y ella a costa de lo que fuera... ¡Conseguiría todo para su hija!
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kalutavon
LUMA54
Lo que no estoy de acuerdo es con la decisión de la mujer, porque ante todo está el honor, la dignidad como mujer. No entiendo como se puede dar gusto en torcer su manera de pensar, para darle gusto a un degenerado que no piensa sino en él mismo, así él feliz evadiendo su responsabilidad; porque sabe que la esposa hace lo que sea; para lograr el sustento de la casa, vaya... yo de ella lo demandaría ante las autoridades competentes, para hacerle cumplir con su deber y lo mandaría al zipote.
Pienso que no se debe ser tan sumisa, porque afecta la relación familiar, más con los hijos, porque según la actuación de los dos dos con que autoridad moral pueden reclamar o seervir como ejemplo, para sus hijos.
amigo ésto en verdad es tema de mucha polémica, porque los dos en este caso actúan mal, así la mujer halla solucionado la situación, porque al fin y al cabo fue momentáneamente, o sea siempre tendría que repetir la historia.
Saludos amigo
te dejo un like y fuerte abrazo.
Eliza Escalante
Leidy Mar
Este es un mundo real, duro, inclemente... y las mujeres son (desgraciadamente) tan vendibles como cualquier objeto.
Si bien ella no tomó la mejor decisión; y podemos pensar que está mal, también lo está el marido irresponsable, su "comprador", la sociedad que la ignora y un gobierno que no le brinda apoyo...
Da para discutir, infinitamente.
Cariños.
Battaglia