El mundo de las fbulas
Publicado en Jul 28, 2009
Entro al mundo de las fábulas
a dar un vistazo, por mera curiosidad: Anticipadamente sé que no es el mío. Estan los siete colores menos uno y nadie sabe cuál es el que falta. Hay ojos y miradas en los ojos. Están todas las letras del abecedario. Nada falta aquí y nada se complica pero escribir una fábula es algo complicado. Canta un gallo sus trances más remotos y la luz despunta sobre diestros girasoles. Es un mundo estancado, un espacio pequeño a donde la conciencia puede retirarse a desvariar. Los parpadéos se contemplan en el blanco creando un submundo de sombras. Miro de reojo sobre las vocales somnolientas: parece que durmieran en un quejido plácido. El alma es alma allí y es transparencia y la mariposa muere a grandes risotadas: Aquí velan los domadores del lenguaje. Se oyen presentimientos esféricos y las letras planetarias corren a esconderse de mi humana presencia ignominiosa. Las cosas giran en sus entornos y hay aguiluchos que tosen hasta saciarse. Es un mundo algo raro, de roncos presentimientos donde los parajes tienden a retorcijarse infinitamente. Hay perfusiones instantáneas, poleas rápidas que van de crepúsculo a crepúsculo. Veo bailar a una baletista que en sus sustos se deshace. Pasan escamas sueltas por encima de mis ojos y los árboles gestuales derrochan sus fragancias. Conviven aquí enanos y pocilgas y la mano del titiritero es solo un color mas. Mundo sagaz y comestible, encanto de los pequeños. Pero hay que tener cuidado con las ánsias del buho. Se forman formas impredecibles y algo rapácez que enseguida son echadas a las prisiones de las rebeldías. Un dedo rueda sobre un fonógrafo y lo enciende y la risa de muchos triángulos es también anticipada. Aquí la paradoja encuentra su museo y bebedizos. Los faroles apagan cada uno sus esquinas arrojando incansablemente semillas y restos de sábila. Aquí el maíz comparte su merienda con el manzano y todos se tratan de tú y se tutéan. Veo que las notoriedades pintan un torbellino en la pared. Me acerco, toco al torbellino y se vuelve escultura alicaída. Allá la plata es cobre y los rocíos oro. Las exhalaciones baten sus alas negras en mi cara: Alas en volandas que en el trayecto se marchitan. Es un lugar casi imperceptible e inexistente. Transita en él un fresco desgajado y exagerado. Me gusta aquí ver las cosas creándo sus propios túneles: valerosamente entran en ellos y se desvanecen para luego reaparecer en un capullo en cualquier remanso. El follaje se extravía incomprensiblemente aquí: Iba camino de un poema y se perdió. Es un mundo de juegos sin insidia donde no se oye el maldecir de los puñales sino los balbucéos de los recién nacidos. Pero lamentablemente no es mi mundo y me escapo: Mis tareas estarán siempre en la Casa de la Poesía.
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