Aiicia en el País de las Maravillas
Publicado en Sep 07, 2012
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Aunque muchos,cuando niños se hayan regocijado con las aventuras de “Alicia en el país de las maravillas” durante su niñez, esta obra imaginada por el sacerdote anglicano, escritor y matemático británico Charles Lutwidge Dodgson (más conocido como Lewis Carroll) también logra cautivar a numerosos adultos y aun con el paso del tiempo, su poder de sugestión se mantiene intacto, circunstancia ésta que lo han convertido en un valioso clásico de la literatura.El relato que nos acerca Carrol a través de “Alicia en el país de las maravillas” , ademas de haber inspirado películas, propuestas teatrales, musicales y hasta óperas, nos invita a adentrarnos a un mundo desconocido y fantasioso. Hasta allí llega una curiosa niña llamada Alicia, imbuida de un gran afàn investigativo tras perseguir a un conejo blanco.Minutos después de ingresar a un oscuro túnel ignorando su destino, la protagonista llega hasta un sitio lleno de absurdos y extravagancias racionales Ya sola y sin la compañía del animal que la incitò a emprender esta aventura, la pequeña comienza a examinar el lugar y encuentra una botella con la leyenda “Bébeme”. Para su sorpresa, al seguir esa indicación, Alicia se convierte en un en un ser diminuto de apenas veinticinco centímetros de altura.Con la esperanza de recobrar su estatura original, la niña engulle un pastel identificado con la leyenda “Cómeme” y, casi de inmediato, la entrometida bohemia alcanza los dos metros de talla Al percibir tantos cambios no pretendidos, Alicia se larga a llorar y pronto la habitación en la que se encuentra queda anegada por sus lágrimas .La normalidad parece llegar gracias a los resultados mágicos de un abanico que llega a sus manos de forma circunstancial y que comienza a encogerla. Afortunadamente apareció aquel conejo y confortó la tarde de Alicia (y la nuestra de paso y sin querer, o… queriendo)Y Alicia, sin vacilar y sin pensar qué podría suceder, se adentra en la madriguera en busca del blanco y presuroso conejito. ¿A dónde la llevará esa insondable y extraña madriguera, enteramente amueblada con estantes, mapas, cuadros…? Sólo a un sitio podría ser: y a ningún lugar màs Al País de las Maravillas.Y allí en el País de las Maravillas, Alicia crecerá y disminuirá en tamaño con sólo comer o con solo beber; deberà nadar en sus propias lágrimas; entablará amistad con un ratón; atenderá los consejos de una oruga; tolerará a una Duquesa bastante singular; concurrirá a una merienda algo atípica; deberá ahondar en el significado de acertijos indescifrables que no tienen solución; pintará, de rojos, rosales blancos; animará un partido de croquet con un flamenco como mazo y un erizo como bola; bregará con la perturbación de una reina que degüella a todo el que le resulta desagradable; hablará con un gato, que, a veces, sólo tiene sonrisa; experimentará, finalmente, mil y un dislates más.Y, en realidad, tal vez no sean tantas locuras, quizás todo responda a un juego con reglas que estableció el autor y que, lamentablemente, en muchas ocasiones, se nos escapan.Desde la mismísima rúbrica del autor, Lewis Carroll, hasta el nombre de la protagonista, todo se convierte en un juego.Y todo se inició, como en el cuento, una tarde, algo aburrida, también junto a un río: el profesor Charles Dodgson le cuenta a tres de sus pupilas un cuento titulado algo así como Las aventuras subterráneas de Alicia, cada una de las niñas tendrá un papel en el cuento (Lorina es Lory o Loro; Edith es Eaglet, el Aguilucho; Alice es reconocible sin dificultad), incluso el profesor será Dodo. La narración oral, se convirtió luego a manuscrito que fue regalado a la pequeña Alice. Al publicarlo, algunos años más tarde, le sumò algunos capítulos más.Carroll no imaginó un cuento de hadas, su país asombroso no está colmado de hadas ni de princesas, de ogros o de gigantes. Su protagonista es una niña, educada, juiciosa, instruida, un poco presumida que se adentra en un mundo al revés, donde lo que ha aprendido en el colegio no le servirá de mucho, por el contrario, acabarà confundiéndola. Deberà dejar de lado toda esa enseñanza inmutable de la Inglaterra victoriana, para moverse con la lógica, con la intuición y el ingenio, que es finalmente el único modo de salir indemne de ese mundo maravilloso donde ha caído. Alicia afronta con total sencillez, como si fuera lo más natural del mundo, todo lo que le acontece, incluso parece divertirse con la idea de crecer, decrecer, perseguir al conejo blanco, discutir con el ingenioso Sombrerero Loco, pasar del sentido figurado al literal, jugar con las palabras… le molesta, eso sí, que le quieran cortar la cabeza, pero, claro, ¿a quién no le molestaría? El País de las Maravillas no es suficiente para todo el ingenio de Carroll y Alicia se lanza A través del espejo de su casa para ir a dar al tablero de ajedrez más grande que jamás haya visto y todo empieza de nuevo, quizás mucho más marcado lo simbólico, los juegos de ingenio se suceden vertiginosamente. No en vano, Carroll fue un maestro en lógica simbólica. Alicia en el Paìs de las Maravillas es uno de esos libros que parece para niños, pero que pueden (y casi deben) leerse en todas las edades, porque para cada edad hay una lectura. 
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