El rostro oculto
Publicado en Sep 11, 2012
Anne jamás quiso que la conociera. Nuestra relación epistolar, tierna y amorosa, duró largos e intensos meses y sin embargo no me descubrió ni un detalle de si misma. Por lo tanto, hablamos de Dios y del Diablo, pero nunca de ella. Vivíamos en distintas ciudades, alejadas. Para mi sorpresa, una tarde del último otoño se acercaba a mí por la acera una elegante pelirroja de mediana edad que cuando estuvo a tan solo unos pasos se tapó rápidamente el rostro con sus blanquísimas manos y se quedó quieta, paralizada... su largo cabello rojo oscilaba levemente debido al aire que procedía del mar cercano. Mi corazón dio un vuelco y exclamé con gran pena:
-No ocultes tu rostro preciosa! No tuve otro remedio que alejarme calle abajo entristecida. Y cuando reuní el valor necesario para darme la vuelta ella ya había desaparecido por la primera esquina. No respondió a ninguna de las siete cartas que le envié las semanas siguientes: Era mi madre.
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Vrtigo
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
felicitaciones