LA CAVERNA DE LOS ACERTIJOS
Publicado en Sep 15, 2012
Cuenta la tradición oral que hace muchísimo tiempo en un remoto lugar cuyo nombre y ubicación se han extraviado entre las alas de los siglos, existió un poderoso genio quien habitaba en una caverna al pie de una montaña considerada sagrada. Dicen también que este terrible ente cada trece años convocaba a los hombres a una competencia de ingenio y sabiduría, en donde el premio al vencedor era obtener una gran riqueza material y el castigo a los vencidos era simplemente la muerte. En una de aquellas jornadas de competencia, hasta la entrada de la caverna llegaron desde los cuatro puntos cardinales hombres de todas las condiciones en busca del preciado premio; entre ellos se presentó un personaje de quien nadie supo su nombre o lugar de origen, porque a ninguno le interesó saberlo. Después, uno a uno los interesados fueron entrando en la caverna y luego uno tras otro se fueron escuchando horribles alaridos desde el interior de la cueva. Al amanecer le tocó por fin el turno a aquel personaje del que les he hablado, decidido penetró en la oscuridad de la oquedad, a tientas y dando traspiés avanzó hacia el interior, ¡de pronto!, sin saber como, se encontró en un espacio iluminado y oyó aquella aterradora voz que le dijo: –Escucha miserable mortal, yo soy el genio de este lugar, te diré algunos acertijos, si los descifras correctamente tendrás el premio prometido, pero si no es así, recibirás el castigo a tu osadía– –Ahora decidme: ¿Cuáles son esos briosos corceles que te pertenecen y estando atados son causa de tu miseria y en libertad te proporcionan riqueza y poder?– El viajero se estremeció, hurgó en su memoria, apeló a su inteligencia y después de reflexionar contestó: –Esos briosos corceles que me pertenecen y estando atados son causa de mi miseria y en libertad me dan riqueza y poder, ¡son mis facultades!, pues ellas han sido otorgadas al hombre por el Creador para apropiarse, modificar y disfrutar de toda la creación. ¡Miserable el humano apático que no las utilice ni se beneficie con ellas!– Hubo un pesado silencio en aquel lugar de la caverna, nuestro personaje relajó sus nervios y entonces pudo apreciar en un rincón de la cueva un gran espejo, buscó con la mirada a hurtadillas la ubicación del genio, fue inútil, no logró verlo. Entonces la quietud fue rota violentamente por el vozarrón del ente: –Mirad osado mortal esas tres piedras que están junto a ti, las tres tienen el mismo tamaño, peso y forma; ¿Podrás decirme cual de ellas es la más valiosa para ti?– El hombre miró atentamente las piedras, se aproximó a ellas, entrelazó sus manos a su espalda y caminó meditabundo alrededor de éstas... ¡de pronto se detuvo!, introdujo su mano entre su ropa, sacó varias nueces y se acercó a las tres piedras, sin dar mayor atención tomó una de ellas con la que partió las nueces, comió lo que era comestible y tomando la piedra que había utilizado para partir las nueces se puso de pie y dijo con voz sonora: –Esta piedra es para mí la de mayor valor de las tres, pues es la única que me ha sido útil– Luego continuó diciendo: –¡El más grande valor de todas las cosas de la creación radica en la utilidad y el provecho que el hombre obtenga de ellas, la vida misma, para el humano de gran valía, carecería de tal, si no se aprovecha en los términos establecidos por el Creador en el plan de su gran obra– Guardó luego respetuoso silencio mientras su excitación iba menguando y esperó impaciente a escuchar el siguiente acertijo. Al fin la voz del genio llegó a él, parecía surgir de todas las partes de la caverna; como eco multisonoro llegó rebotando de pared a pared, de piedra en piedra, de grieta a grieta, de estalactita a estalagmita y esto fue lo que dijo: –Mirad ese espejo que está frente a ti forastero, hace centurias me pertenece... ahora poned delante de él, algo que sea de tu propiedad– Después de cavilar unos segundos, nuestro personaje deslizó de su dedo anular una preciosa sortija, dio unos pasos y la colocó frente al espejo del genio y esperó. –Contestadme ahora, dijo el ente de la cueva, la imagen de "tú" sortija que se refleja en "mí" espejo... ¿A quién de nosotros pertenece?– Como el estruendo del rayo en medio de la tempestad se escuchó la respuesta del hombre: –La imagen que se refleja en tú espejo sólo es el efecto, mi sortija es quien lo causa; y como es una ley inmutable de la naturaleza que el efecto corresponde a la causa, entonces ¡la imagen me pertenece!– El hombre terminó de hablar visiblemente exaltado por el esfuerzo a que fue sometido y de pie esperó órdenes del genio de la caverna. Luego se escuchó la voz del genio, ahora con matices suavizados: –Vete en paz afortunado mortal, ve por todos los caminos de tu vida, desde ahora irás acompañado de ese genio que hoy has descubierto en ti y que bien te ha ayudado a develar algunos misterios del arcano– –Ve pues hombre-genio a cumplir la misión de tu existencia y, en cualquier lugar donde te encontrares conviértelo en tu propia caverna, utiliza ese precioso don que ahora reconoces en ti, para crear nuevos y más intrincados acertijos, de las respuestas no debes preocuparte, puesto que reconoces que la causa y el efecto comparten el mismo instante de la creación– –Al partir lleva contigo ese cofre que ves ahí, contiene el premio material a lo acertado de tus respuestas– La voz del genio dejó de escucharse y el hombre comprendió que era el momento de abandonar el lugar, fue al medio día cuando traspuso la entrada de la caverna, con paso seguro se fue alejando de aquel lugar; a medida que lo hacía, a su espalda volvieron a surgir terribles alaridos de aquellos desgraciados que erraban en sus respuestas a los acertijos del genio. Comprendió en ese instante que el verdadero castigo para los hombres consiste en ver reflejado en el espejo de su caverna la monstruosidad de su propia ignorancia, hipocresía y ambición; apuró entonces el paso y esbozó una sonrisa de satisfacción que sólo puede producir el deber cumplido.
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Leidy Mar
Un abrazo.
kalutavon
Eliza Escalante
kalutavon
Arturo Palavicini
Este es el primer texto, tuyo, que leo. Me gustó el tratamiento que le diste; esta filosofía, disfrazada en una gran metáfora es un buen recurso para transmitir un mensaje sin sonar a lección.
El ambiente está bien generado y los diálogos fluyen cómodamente. El ritmo es muy bueno y se lee de principio a fin con facilidad.
Sentí un poco abrupto el final, pero creo que tu intención era ser conciso. En todo caso, y si tú como autor lo considera correcto, siento que da para más la historia y que se puede enriquecer mucho la experiencia en el interior de la cueva. Sin saturar los detalles y sin repetirse, pero si profundizando un poco más en los sentimientos de tu personaje.
Felicidades, me gustó mucho.
Arturo Palavicini
kalutavon