Las consecuencias
Publicado en Sep 17, 2012
Tu espiritu se adueña del hogar habitación tras habitación. Eres la sombra que recorre las paredes y se sacía en su humedad. Yo permanezco encerrada en la casa del padre desde tiempos inmemoriales. Y me nutro de agua bendita y picos de coca. El silencio absoluto es tu susurro que me amedrenta y escribes en el aire viciado todos los agravios acaecidos en la familia.
El espiritu te domina a ti mismo y descabalga la memoria que yo tengo de ti: te transformas en algo que nunca existió, que nunca conocí, y me resultas sugestivo como todo lo misterioso. Como extraño te quiero más, tras despreciar durante largos años el cuerpo que dormía como un animal muerto a mi lado en la cama. Yo sé que se continúan borrando todas las historias familiares y que ninguna vergüenza saldrá a la luz, restará en la memoria popular de nuestro pueblo. Fuimos tan depravados como unidad familiar como astutos y precavidos para guardar nuestras miserias. Al igual que en un convento, todo se quedó inframuros y lo que yo aún sé ahora mañana lo habré olvidado: la autodefensa de los culpables destroza las verdades. Eres un espiritu que se transforma como un monstruo que crece y se multiplica. Sé que acabarás dominando la casa desde tu ausencia, pues tras tu óbito ya sentí el frío extraño besando mi piel y este frío no ha hecho más que aumentar desde entonces. Todos los patriarcas sobreviven a su reinado y su dominio se extiende durante décadas. Hay esclavos en los países que se liberan años después de la ruptura de las cadenas: son los hijos. Los hijos siempre estarán manchados por las sombras que hundieron a sus antecesores. Recuerdo que alguna vez amenazaste con quemar la casa y mandarnos a todos al diablo. Ahora yo hago lo mismo contigo, espiritu de la memoria infame.
Página 1 / 1
|
Vrtigo
Mara Ester Rinaldi
Increíble, querida amiga, lograste un relato con muchas aristas, Laura, iré a leer los otros, llueve mucho en esta noche próxima a la primavera, el entorno ideal para la buena lectura.
Te dejo un abrazo.
Diana Almogovar
Muchas gracias por tu rico comentario. En efecto, cuando fuera todo es hostil, la lectura se hace aún más placentera.
Un abrazo María Ester.
Mara Ester Rinaldi
Diana Almogovar
Un saludo desde Barcelona.