El miedo,
 
Aquel impedimento  que obstaculiza el camino,
Con los troncos caídos de nuestros temores.
El que hace realidad nuestras pesadillas.
Ese monstruo ficticio creado a conciencia en nuestra inconsciencia,
El cual nos obliga a arroparnos de pies a cabeza,
Introversión de nuestros sentidos que se tornan inexistentes,
Obviando la razón ilógica del pánico escénico que sufre el mejor de los actores.
 
 
Solo el que tenga  coraje y se disponga a atravesar la maleza,
Se encontrará a sí mismo.
Pues si hoy tienes miedo de romper las cadenas,
No exijas pasado, la libertad.
 
 
Tuve miedo al mar, y me ahogué en mi velero a la deriva bajo una tempestad de lágrimas.
Tuve miedo a quererte, y te amé tanto que se desgarró mi alma.
Tenía miedo de perderte, y conseguí que al final te marcharas.
Tenía miedo a preguntar y los interrogantes aún me insinúan un por qué donde caben mil y
una dudas.
 
 
Tuve miedo del paso del tiempo, y el reloj se detuvo,
Estancando mis días, arrastrando mis  iIlusiones,
Regalándome un vacío en las entrañas…
Ensañándose con mi temor al sufrimiento.
 
 
Hoy decidí desterrar al pánico.
Encendí una vela cuando la oscuridad ansió embargarme en su lúgubre sima.
Y aprendí a amar, elevándome hacia el cielo en un estallido de placer,
Rozando las estrellas con la yema de mis dedos,
Sin pensar que bajo mis sábanas mañana pueda acurrucarse
De nuevo la soledad, pues si así debe ser, guardaré para ella un rincón de la cama
Estrechándola entre mis brazos hasta llegar a apreciarla.
 
 
Y aunque me juzguen, soy sincera, pues soy prisionera de mis valores y fiel a mis sentimientos.
 
 
Ahora, he comprendido que solo se debe tener miedo al mismo miedo,
Le he derrotado descubriendo su secreto,
Obteniendo el trofeo de vislumbrar al fin, el verdadero reflejo que insinuaba mi espejo.