Terribles tormentas en lugares tranquilos
llenan la ciudad de  almas a la intemperie.
Aislada y mojada a las cinco de la mañana
jugando con las moscas a atravesar la ventana
para perderte en gigantes lunas amarillas.
 
 Relojes de cuco dos pisos mas abajo 
 te preguntan que haces despierta a esas horas,
mientras afuera panaderos barren las calles
en silenciosas madrugadas de calor.
 
El sol espera su turno para escalar a lo alto de la ciudad,
frías aceras con vagabundos  caminando en zig-zag,
con perros-guías ciegos
que los llevan a contenedores relucientes llenos de caviar.
Más arriba murcielagos enamorados se muerden entre ellos
para volar juntos en amaneceres que se vuelven rojos
como tinta de profesores sobre exámenes de niños perezosos.
 
Las máquinas se encienden una vez más
alguien le dio al "on".
Taladros gigantes perforan la tierra.
A diez metros de profundidad
pasadizos ocuros surcan secretamente la ciudad
en dirección a islas bajo el mar
donde peces que se les olvido nadar
intentan aprender a caminar.
 
Ruido a lo lejos.
Baterías sin ritmo marcan el compás en la fábrica de hacer dinero a las afueras
 a pocos metros,hombres arrugados pescan neumaticos podridos
mientras esperan sirenas sonrientes de cualquier otro lugar.
 
Se encienden televiores.
Por el aire llegan discursos de reyes perfumados,
vertiendo palabras como petroleo sobre océanos
como aceite en la carretera
o vinagre en tu sopa.
 
De la mano de extrañas melodías tarareadas por voces roncas te levantas.
Afuera, bailan  niñas de faldas ceñidas y pieles que buscan miradas
con tímidos paranoicos que se inventan ojos sobre su nuca.
Y los pájaros  estan tranquilos una vez más
cantan para celebrar que todo esta igual en su ciudad.
El sol se incendio de nuevo y se volvio amarillo
como aveces la fría y gigante luna  en noches de calor.