Yo conocí a Lennon
Claudio Di Renzo
“Can you tell me where my country lies…?”
 
Ricardo se deleitaba con la música de Genesis esa tarde. Y como todas las tardes antes de salir para el colegio, asió el grabador, se metió en el baño y tomó su lugar en la bañera. Le encantaba ducharse acompañado por  la mejor música. Lennon, Gabriel, Dylan. A veces hasta le parecía que sus ídolos le enjabonaban la espalda, o le alcanzaban el toallón entre tema y tema. Y él dejaba pasear su mente entre las notas, entre la viola, los teclados, las voces. Se olvidaba de los libros, del examen. Soñaba con Silvana y se estremecía imaginando el próximo sábado. La música del boliche era francamente mala, pero para apretar servía. Aunque después… para DESPUÉS… ¡Pink Floyd!
Pensaba y cantaba, mientras sentía un cosquilleo en  el “lado oscuro de su cuerpo”. Subió la música para tratar de entender la letra que entonaba maravillosamente David Gylmour. Si la vieja protestaba, no había vuelta porque la puerta estaba cerrada por dentro, como siempre.
—¡Moniiii! —gritó, acompañando a Floyd, y en un “momentáneo lapso de razón”, decidió dar “uno de sus giros” para alcanzar el shampoo.
Y resbaló. Algo se movió en el piso y no era la bañera. Sintió el terrible golpe en la nuca y quedo confortablemente adormecido. Madre… madre… sus labios se movían, pero nadie lo escuchaba.
Gylmour seguía cantando como una bestia.
Doña Paola nunca lo escuchó gritar help. A las dos horas, rompiendo la puerta, lo encontraron inerte sobre el enlozado, con la radio a todo volumen.
 
Se cuenta en el barrio que, en el cielo, Ricardo juega a la escondida con Lennon, Bonham y Hendrix.