Nan
Publicado en Sep 20, 2012
Naná era el apodo de Anne Copeau, como símbolo de la degradación social. Ella vivía en un mundo mísero, desafortunado, donde la regla ética fundamental no era otra que la ambición. Ganaba sus primeros pesos como actriz de variedades, y aunque muy bella a pesar de su voz desagradable, era venerada por el público. Uno de sus admiradores incondicionales era el conde Muffat, con quien se divertía Sojuzgándolo y otorgándole sus favores para lograr de él regalos y dinero. El conde le proporcionó un castillo proveyéndole toda clase de lujos que la conducían al libertinaje y a la hecatombe de la vida de los hombres que se le arrimaban. Cuando un novelista desarrolla una tarea titánica, es justo que sea reconocido, y si pensamos en el prototipo de enorme esfuerzo creador, uno de los máximos exponentes que se han dado en las letras ha sido, sin duda, el de Emile Zola (París, 1840-1902), no ya únicamente por el número de sus obras como por ser el teórico de la estética naturalista, un nuevo género de Realismo. Zola se esforzò en retratar la historia de una familia durante el Segundo Imperio francés en Los Rougon-Macquart, una serie de una veintena de novelas entre las que se hallaban algunas tan conocidas como Nana, Therese Raquin, Germinal o La taberna. Nana como obra impresa vio la luz en 1880. Su título obedece al apelativo que tiene la protagonista, Anne Copeau, miembro de la saga de los Macquart, parte bastarda de la familia y manipulada por las lacras del determinismo genético. Actriz de variedades, su verdadera profesión fue la de seducir, utilizar y aplastar a los hombres que se le acercaban. Como un remedo femenino del famoso don Juan, Nana simbolizaba la mujer insensible que manipulaba al sexo contrario y, una vez conseguido lo que buscaba, lo dejaba, abandonándolo a su suerte. La gran diferencia entre ambos personajes es que si don Juan buscaba el placer, la heroína de Zola lo hacìa únicamente por dinero. Y es que Nana llevaba la degradación en su sangre, que procedìa de la poco equilibrada Tía Dide y del contrabandista Macquart. Nanà es una excelente novela -un tanto despiadada en algunas ocasiones- donde Zola reprocha la degradación de la sociedad del Segundo Imperio francés. Naná presenta de manera cabal los principios de la novela naturalista. Naná pronnto se enseñoreò del público, y en aquel momento todos los hombres empezaron a sufrir su dominación. El efluvio que ella exhalaba, como el de un animal en celo, se había ido extendiendo y colmaba la sala. En aquel instante, todos sus movimientos provocaban deseo, un solo gesto de su meñique alcanzaba para excitar la carne. Las espaldas se serpenteaban, vibrando, como si incorpóreos arcos de violín se pasasen por sus músculos; en las nucas se distinguían pelillos que volaban, desplazados por vagos y errantes alientos, provenientes. La sala entera vacilaba, atacada de vértigo, fatigada y excitada, presa de esos deseos adormecidos de medianoche que balbucean en el fondo de las alcobas. Naná, en presencia de aquel público subyugado, de aquellos mil quinientos espectadores hacinados, anegados en el abatimiento y en el desorden nervioso de un final de espectáculo, permanecía victoriosa con su carne de mármol, y con su sexo, lo suficientemente poderoso para destruir a todo ese público sin sentirse ni rozado por él. Tras ser conocida en la alta sociedad, Naná comenzó a ejercer el papel de de cortesana y a tener amantes, y así empieza a vivir cómodamente en una buena casa. Uno de los amantes es Muffat, un adinerado conde casado con Sabine. La degradación moral de la burguesía la refleja Zola a través de este matrimonio: mientras Muffat tiene relaciones con una cortesana, su mujer le es infiel con otro hombre. Además, Naná está encaprichada de un actor, lo cual hiere a Muffat cuando los sorprende: Tras despreciar Naná a dos de sus amantes que más dinero le dan, vuelve al barrio de Montmartre a ejercer la prostitución callejera, como en sus principios, y coge un pisito allí. Naná pronto alcanzó la cumbre del éxito que tanto había anhelado: La vida de éxito y lujos de Naná tuvo consecuencias negativas entre la sociedad que la rodeaba: el declive social del conde Muffat, la ruina del banquero Steiner y la muerte de varios amantes. Naná decidiò desaparecer por una temporada de París. Tras un tiempo, regresó a París a morir: había contraído la viruela. Su muerte coincidiò con la declaración de guerra a Alemania: una muchedumbre de gente gritaba vivamente entusiasmada por las calles. La guerra tuvo como consecuencia la derrota y el fin del imperio de Napoleón III. Y es que el autor traza un paralelismo entre la decadencia que representa Naná y la decadencia de la sociedad de su época. La obra de Nanà, su obra de ruina y muerte estaba consumada: había envenenado a aquellos hombres solo con posarse sobre ellos. Eso era bueno, era justo; había desagraviado a los suyos, los necesitados y los desheredados. Y mientras que, a través de su arrebatado frenesí, su sexo se encaramaba y fulguraba sobre las víctimas tendidas, como un sol naciente que destellaba un campo de batalla, la joven atesoraba su insensibilidad de bestia temible, ignorante de su obra
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|