Es la señora de las mil caras
de tantas interpretaciones,
propicia encuentros y desencuentros,
hace aborrecer, también enamora.
Es la palabra, dama de mil caras.
Lo mismo enaltece que denigra,
a veces nos encubre, descubre
luego nos exhibe o nos desnuda.
La palabra... ¡Tiene tal fuerza!
que con ella se premia o se castiga,
nos convoca, luego nos dispersa,
fue lo primero, dice la Biblia
y lo último que se pronuncia
o se intenta decir cuando se expira.
Es parte indispensable en despedidas,
condimento necesario en las llegadas,
enemiga mortal de aquellos amores
que prefieren guardar silencio...
antes de atreverse a pronunciarlas.