LA CUMBRE
Publicado en Oct 01, 2012
En una cuadra del centro de una capital latinoamericana se observaron policías con lentes negros en un cielo gris, mientras en la otra cuadra salieron caminando tranquilamente unos ladrones de un banco. Lo único molesto para ellos fue el ta, tu, ta, tu de las sirenas de unas motocicletas que iban abriendo camino a los autos de una comitiva. Los vecinos que viven en la cercanía donde se iba a realizar una cumbre con personajes que siempre dividen a sus naciones entre derecha e izquierda y algunos verdes que resisten porque se votan entre ellos, no pudieron ir a sus casas porque no tenían sus identificaciones, por lo tanto tuvieron que esperar atrás de la valla metálica, protegida por policías. Ta, tu, ta, tu...De repente ya no se oyeron las sirenas, sino los motores de una fila de autos negros con vidrios polarizados. Algunas personas que estaban atrás del cercado en ese momento soñaron con tener un Mercedes Benz. Ellos vieron salir de los autos hombres musculosos con traje negro que abrieron las puertas, vigilando arriba, abajo, a los lados como buscando algo sospechoso. Por una señal de ellos, inmediatamente salieron de los automóviles otras personas que temblando se arreglaban sus corbatas porque siempre sospechan que pueden ser perseguidos por una bala, la cual les puede volar la cabeza por sus malas acciones. Llegaron al recinto, revisado por expertos en explosiones. Cuando entraron se sintieron seguros, suspirando profundamente, pero les volvió el miedo, pensando que tendrían que salir para alcanzar sus autos blindados nuevamente. Debajo de la escalera que tuvieron que subir para alcanzar la puerta de acceso se encontraba un pordiosero. La había escogido como otra de sus casas de la ciudad. Los expertos en protección habían revisado la noche anterior por todas las esquinas del aposento sin encontrar nada peligroso, ni su presencia que se levantó ante tanto alboroto y el ruido de sus tripas. Antes de que fuera a pedir limosnas, al ladito de su pequeño cuarto al aire libre, se bajó sus pantalones y, luego se puso a vaciar el huevo podrido (recogido de la basura) al lado por donde habían pasado los mandatarios que ya estaban discutiendo sobre la pobreza en Latinoamérica. Finalmente, sin ningún acuerdo, ni conclusión, salieron temblando y, oliendo el hedor, a pesar de sus colonias y perfumes de 100 dólares, dijeron. !Puff!, aquí huele a pura mierda...
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Carlos Campos Serna
Analena Crdoba