CERVEZA 2X1 (Mercedes)
Publicado en Oct 10, 2012
Después de tantos años sin verlo, la pregunta de Gerardo no dejó de sorprenderme. A Mercedes la conocí en la preparatoria. A veces la recuerdo al escuchar una canción de soda stereo: “De mí, sólo lo que ves, conseguirás de mí”, cantaba ella mirándome a los ojos en una mesa del bar el sótano suizo. No íbamos solos, claro, no era una cita de novios ni de pareja, nada por el estilo; invariablemente los miércoles hay promociones infalibles para los estudiantes: 2×1 la cerveza, y ese día, casualmente, sólo teníamos una primera hora de clases, como así fue durante todo el semestre, lo transformamos en “el día del estudiante borracho en el local que no es ni suizo ni sótano pero hay donde sentarse a tomar cerveza helada a un precio regular”. Ratos amenos, mucha cerveza y párenle de contar. Jamás volví a verla. No tuvimos nada que ver. En una de tantas fiestas Mercedes me presentó a una de sus amigas, compañera de trabajo, Hilda, ella me atrajo inmediatamente, pero nada tuvimos, y sí en cambio Gerardo, compañero de mesabanco en la escuela. Sólo eso traigo de Mercedes en la cabeza: ni mi amiga ni mi conocida, pero nos llevamos bien mientras estuvimos juntos.
De todas maneras, la bola con la que andaba de fiesta en fiesta era siempre variable. Yo mantenía por entonces un noviazgo prometedor con Lisa (no Alicia), a quien conocí por medio de una cliente, Mirtha. Mirtha y yo comenzamos a platicar con el mostrador de por medio cuando sus patrones para hablar de negocios la mandaban a hacer las compras de oficina a la papelería Aguilar, donde yo trabajaba; empezamos luego a platicar porque tenía cierto parecido con Alaska (la cantante mexicana-española, junto con su grupo, Dinarama, estaba en su auge), tanto físico como de apariencia, y eso aparentemente era casual, pues entre sus principales influencias figuraba también Gina Montes, bailarina de un programa de televisión: La carabina de Ambrosio; de esas pláticas previas pasamos a los paseos y las llamadas telefónicas. La fiesta por mi cumpleaños tronaba en casa mientras me pasaba toda la tarde platicando alegremente borracho por el teléfono público de frente a la iglesia con la hermana de Mirtha, de nombre Lisa; cuando colgué, dos horas y media después de marcar, tenía una cita para ir a una exposición de arte en el centro cultural Tijuana al día siguiente. Anochecía al regresar a la fiesta y amanecía cuando entre los gritos de mis amigos y mis amigas caí ahogado de borracho en la cama, desmayado. Menos de un mes después consideré darle un empujoncito al noviazgo con Lisa. El sol tronaba detrás de unas nubes dejando caer un atardecer violeta-naranja sobre los copetes blancos de las olas del mar, cuando Lisa me preguntó si mantenía algún tipo de contacto con otra mujer. “No”, dije. Pero, como un zorro, le conté que una tarde Mercedes me había arrinconado en los patios solitarios de la escuela para besarme en la boca y ponerme una mano entre las piernas. Mentira más grande la mía, Mercedes siempre se comportó muy decente conmigo. Lisa y Mercedes se conocieron en una fiesta en mi casa a propósito del cumpleaños de un tío (bueno, ya lo sabes, mi casa era sede de fiestas semanales). El truquito fue para ponerla un poquito más agresiva. Y funcionó. Mi deserción de la preparatoria fue para casarme con Lisa. Tras esa unión jamás volví a ver a la mayoría de mis compañeros. Por eso cuando Gerardo insistía en relacionarme íntimamente con Mercedes toda mi extrañeza la reflejaba en la cara. Mi primera impresión fue el de reaccionar en contra de la referencia. Así de entrada, no recordaba nada de ella. Yo solamente estaba en la puerta de la casa donde ocurría la fiesta en turno. El tiempo y la experiencia me había llevado de la precoz elocuencia de la inmadurez de los años púberes a una especie de seriedad precautoria propia de los tiempos adultos, de manera que la mayoría del tiempo, callado me sentía mucho mejor. Habían pasado ya más de 15 años desde los tiempos de la prepa, y aún así todos tomábamos cerveza en esa nueva fiesta, en cierto sentido la misma de siempre. Gerardo se me acercó para jalarme a un rincón apartado del patio de la casa, definitivamente fuera de la fiesta, con la confianza de quien quiere decir algo, pero le resulta imposible frente a ese ruido fiestero, de cara a tanta gente. Me di cuenta de la lejanía del festejo cuando para no ensuciarme desistí sentarme en uno de los columpios del patio. Y entonces lanzó su pregunta – ¿Dónde dejaste a la Mercedes? –Lanzó Gerardo, así de frente. –Yo no conozco a ninguna Mercedes. –¡Cómo no! –Replicó riéndose. No me lo explico, pero de alguna manera aquel ex compañero de preparatoria traía en la cabeza una relación íntima y duradera entre Mercedes y yo. El cuerpo tiene manera de expresarse mucho más eficiente de lo que de la boca sale. No intentaba explicármelo, en su conversación lo daba por hecho. “Oye”, dijo en tono confidencial, “la última vez que veniste se hizo un desmadre”. Habían pasado ya catorce o quince años de las aventuras preparatorianas. ¿Por qué cada año es más difícil encontrar buenas fiestas? Yo seguía manteniendo un fuerte hábito por el tabaco, cuando exhalé el humo me recargué en uno de los tubos del columpio, mientras todos los recuerdos de “mi” Mercedes se agolpaban en mental-cinema particular, fuerte era la escena donde cantaba en el bar, aunque había también un archivo de olor el cual intuía no abrir. En Tijuana seguido falta el agua y ya tiene rato que esto va para ciudad grande, si trabajas temprano y estudias por las noches, puedes llegar al final del día no precisamente listo para una fiesta. Gerardo seguía pensativo con la mano ocupada en el cigarro. Yo cursé la preparatoria ya grandecito en el turno nocturno, residencia de todos los pasados de edad, los trabajadores, los problemáticos, los que no alcanzaron cupo en otras escuelas, y los pasados de lanza. Gerardo era de los “juniors”, chico urbano de escuela en escuela con padres de cartera suelta, o dicho de otra manera, de los problemáticos. Recuerdo que era gordo y por andar de alternativo traía un peinado tipo “Genruchito”, el popular personaje cómico de Los Polivoces, también un programa de televisión, tenía el pelo café un tanto largo con las puntas hacia fuera, no pude evitar una sonrisa. Gerardo interpretó mi gesto como una afirmación a sus preguntas, es curioso como la gente se va acomodando a lo que piensa que es y no a lo que estrictamente es. Siguió evocando: “Oye, qué desmadre en plena calle. Todos tan a la madre. Todo mundo peleándose, hasta los vecinos, ya vez el papá de Mercedes hasta un tiro le cantó al policía”. Y dale con Mercedes. Gerardo lucía ahora un peinado más adecuado, corto y bien cuidado. Había en sus palabras cargas de todos esos años transcurridos. No sabía a ciencia cierta qué había pasado con él pero de alguna manera lo intuía, nada más por vivir en esta ciudad. Resultaba grato verlo, no por estima o interés, simplemente por sobrevivir. Estar vivo o libre significa mucho para todos en territorio ‘apache’. –Ah cómo lloró, pobre morra. –¿Quién Gerardo? –¡Mercedes! –¿Por qué? –Pues porque la dejaste. Por todo el desmadre. ¿No te estoy diciendo?… Y por ti, ya no te volviste a aparecer. Oye: ¿Quién volteó la patrulla? –Este… Pues los muchachos, Gerardo. Le contesté automáticamente, sin pensarlo, pero no sabía ni qué patrulla, ni qué muchachos, algo ha de haber concordado con la historia planteada, puesto que reinició su interrogatorio al instante. Lo notaba levemente conmocionado. –¿De Hilda si te acuerdas? Me la presentó Mercedes, trabajaba con ella en El Sol de Tijuana. Nos enfiestamos dos o tres veces. Me atraía, pero terminó con Gerardo. –¿Qué Hilda? –La amiga de Mercedes. –¿La que trabajaba con ella en el periódico? –Sí. –¿Pues no andabas tú con ella Gerardo? –Andaba, la mataron poco después que dejaste a Mercedes. –Ya tiene muchos años entonces. Planeaba ya sobre la franca confusión. De nuevo mi respuesta concordó con los paisajes de Gerardo. Conforme avanzaba la conversación eran más y más mis preguntas ¿Cuál fue el desmadre que hice? ¿Quién volteó la patrulla? ¿Quién mató a Hilda? ¿Todo eso me importa?… –¿No lo sabías? Siempre supuse que lo habías leído en el periódico. ¿Siempre lo supuso? Por lo que escucho, este muchacho ha ocupado bastante tiempo de su vida en pensar en mí. No quiero pensar mal pero ya se me está haciendo mucho, sobre todo al asumir partes de mi vida como completamente ciertas, cuando no sé siquiera de lo que está hablando. Si a Mercedes poco la he evocado en mi vida, contando las veces que se me aparece en la pantalla mental cuando escucho el estribillo “De mí, conseguirás de mí, sólo lo que ves”, de Hilda, su compañera de trabajo, quizá no me había acordado nunca; ahora heme aquí viendo a un ex compañero de esas tardes escolares con quien poco platiqué y no volví a ver en muchos años, abriendo su cartera inesperadamente, buscando entre sus papeles y unos cuantos billetes, coronando la pesca con un pequeño papel y una semi-sonrisa que va del pequeño triunfo a la profunda melancolía, extiende su brazo para darme lo que resulta un recorte de periódico, deteriorado por infinitas planchadas con la nalga. Acomodé cerveza y colilla en uno de los asientos del columpio, extendí el papel, lo encontré totalmente legible. Cafre ebrio mata a dos en Playas de Tijuana Por Said Betanzos Dos personas perdieron la vida en un accidente automovilístico registrado ayer en la carretera a Playas, a la altura de El Soler, y como responsable fue detenido Adrián Romero Serrano, chofer de un camión azul y blanco, quien manejaba en estado de ebriedad y al parecer drogado. Las víctimas: Eduardo Yañez Ruiz, de 24 años, e Hilda Denisse Carvajal, de 21, conductor y copiloto, respectivamente, viajaban en el Volkswagen blanco, con placas nacionales AHB8900 y razón social Emparedados Especializados S. A. de C. V. La policía municipal informó que el camionero conducía en dirección a Playas por la carretera, pero se salió del carril e invadió el contrario, llevándose un poste de luz para luego chocar con el vehículo y de nuevo con otro poste. A pesar de causar el accidente, el chofer abandonó el camión y se dio a la fuga a pie. Paramédicos de la Cruz Roja y el Cuerpo de Bomberos informaron que las víctimas perdieron la vida de forma instantánea tras el impacto. Policías municipales implementaron un operativo y detuvieron al responsable alrededor de las 18:00. Dí un paso hacia atrás sólo para derramar la cerveza en la tierra, pero mantuve la atención en el periódico. La noticia incluía una foto: Ninguno de los cuerpos a la vista; en primer plano las puertas torcidas hacia el cielo del carro blanco, completamente destrozado, le da una caprichosa forma de pájaro; a la derecha unos bomberos todos muy trabajadores; al fondo, detrás del carro, una bombera; por encima de todo, arriba a la izquierda, en la punta del cerro y recortado contra el cielo azul, la sucursal del mercado Gigante, sin el accidente de por medio, quizá sería una buena foto publicitaria; desde antes y hasta entonces, ese tipo de desgracias ahí y en otras determinadas zonas de la ciudad, son constantes. No apuntaba fecha pero la noticia pudo haber sido de cualquier época, de aquellos o estos años. De ayer, de hoy. Del día que mi mamá llegó de Cananea o la noche que mi papá partió del DF para no regresar nunca. Necesito una cerveza. No supe que hacer con aquél recorte en la mano. Noté que no deseaba regresárselo a Gerardo, pero guardaba un solemne silencio tras mi atenta lectura. No fue sino otra casualidad. Ambos callados. Había más, otro papel, le regresé el periódico e inmediatamente se acurrucó en su cuna de siempre en la cartera mientras una hoja blanca, amarillenta ya, se desenvolvía en mi mano, la miré como una flor. Miré a Gerardo a los ojos, y con un solo gesto de su cara me animó a leerla. Era una vieja carta escrita con pluma bic azul, con corazones rojos por todos lados y la firma “Hilda”, al calce, muy elaborada, con los bordes de las letras resaltados en rojo, rellenas de negro y azul. Al leerla Hilda anduviera por los 35 o 36 años, quizá. Tenía 21 años cuando la escribió y el destinatario fue: Gerardo: .querer es poder? Cuando ya no quieres, no puedes ? cuando no quieres, aborreces detestas,cuando quieres te ilusionas y si te ilusionas te conviertes en iluso yel desenganio viene automáticamente,?cuando? no se sabe no hay hora, no tiene llegada segura . ylas ilusiones siempre seran eso solo ilusiones , pero no dicen que de ilusiones vive el hombre?por que nos gusta vivir de ellas si solo son sueños ,se vale soniar? Para que vive el hombre de sueños ,si son fantasias, que se pueden volcar yconvertirse en una terrible pesadilla,como efectivamente me esta sucediendo ami, a esta ilusa que cree en sus sueños que una vez mas se ven frustrados, por una terrible pesadilla , por que los bellos sueños se convierten en pesadillas? yo creo que cene bastante y algo me cayo mal .el abuso me parte la madre y no entiendo ,abuse del querer, del comer, del cojer,del plaser , del amor de mi vida, de mi hombre , MI HOMBRE? Ilusa otra vez soniando, hum , tu hombre? me das una lastima diria mi abuelita,! por que te cuesta tanto aceptar tu maldita realidad ,que no la ves si la tienes en tu carota , despierta viviste solo una fantasia, otro mas de tus pinches sueños. Y que acaso no se vive de sueños?? Maldita ignorancia . Aunque el mundo gira siempre para dónde mismo, nunca sabemos con lo que nos vamos a topar en esta tierra de bardas y cercos. Es curioso, pero, sin desearlo, he recibido más noticias de Hilda que de Mercedes. Destino. Sí, la ví, platiqué y la escuché cantar mirándome a los ojos, pero jamás me mandó una carta. No es malo para el corazón, la impresión no es demasiado fuerte. Gerardo y yo no estamos contentos en el patio donde la tarde y su frío empiezan a sumergirse entre los columpios. La fiesta es igual a todas a las que he ido en los últimos 20 años. Nos hemos terminado las cervezas y los cigarros tienen rato ya consumidos. Las palabras de Gerardo introdujeron claves liberando mis pensamientos, pero los sistemas de defensa giraban en otras direcciones, entre las primeras “10 ideas más importantes para desafanarme cuanto antes mejor”, las ganas de una cerveza helada estaba ganando terreno en ese plano de puntos de fuga, y es que, tantos años después, la gran lección de la preparatoria es la cerveza 2×1: siempre beberás el doble, cuesta entender el mensaje. “Gerardo, siempre es necesario escoger a los amigos”, le dije, al dejar ahí los columpios balanceándose, justo en el momento de recordar que a Mercedes nunca le ví las alas.
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