Noche.
Publicado en Oct 11, 2012
Amo las personas que forran los libros, las que cantan con los auriculares puestos, las noches dela luna limpia, el sabor del vino blanco cuando se enfría lento…
Un mechón de su pelo rojizo cayó del rodete sobre su hombro blanco, el vestido subió indecente por encima del tobillo. La mirada de Ella se perdió rojiza de lágrimas y trasnoche. Yo en cambio amo la tierra hirviendo del verano, ese olor reseco, el sonido rasposo de la carne en la boca y… la mirada se el extremo de un pie. Yo no sé, supongo que las noches de verano como estas, el olor de los libros, el sonido de los trenes, las estaciones, no sé se me ocurre… ¿Las estaciones para irte o para llegar? La pregunta de Ella, se estampo en el aire, el hizo un gesto vago, movió la botella y llenó los vasos. Ninguno de los tres se miró, la noche insistía con el río, ellos miraban el baile de la luna. “Huye Luna, luna si te vieran los gitanos…” El poema cayó en el río nadie lo terminó, nadie lo dijo los tres lo sabían de memoria, se lo recitaban al padre de Laura… Octavio, fue el primero en verla, sus 8 años quedaron para siempre detenidos en el cruce de miradas y en la sonrisa de Laura, sus dientes de perlas, el pelo rojizo… las manos de su padre jugando con sus cabellos. Hasta ese momento Él Y Mariano habían sido hermanos, después de Laura, se amaban y se odiaban según su preferencia, pero existía ese pacto silencioso de no rozarla, de no tocarla, como si Laura fuese una aparición que se desintegraría al menor de los roces. Fueron creciendo con Ella, siempre los tres cómplices, amigos, hermanos, deseándose en silencio, odiándose mas callados aún. Octavio hermoso encantador de abejas, poeta, Laura tenía una debilidad dulce por él por sus ojos negros por sus manos finas, siempre hacía por él lo mas pesado, hasta había terminado con alguna que otra novia de Octavio, en los años de la juventud. Mariano, era un ser confuso, empezaba cosas que nunca terminaba, defendía causas pérdidas, viajaba incansablemente como si escapara de algo, de alguien, Mariano tenía mujeres en cada puerto, Laura tenía una debilidad animal por su espalda, por su hombría, siempre recurría a Él cuando no sabía como resolver las cosas y más de una vez Mariano recurría a los puños por Laura sólo por ella. Laura se balanceo, apenas; Cuando murió papá el tiempo se volvió veloz, como si la vida quisiese irse, yo veía avanzar las agujas con una furia rápida… capaz por que la enfermedad fue tan lenta y el dolor tan intenso y yo… ahora … no quiero… Siente que no puede hablar más, “harían con tu corazón collares y anillos blancos”… oculta la cara a la sombra. Mariano ensaya algo para decir, pero hay un balbuceo estúpido, piensa que Octavio sabrá que decir, que hacer pero no dice nada y el silencio se vuelve espeso, hasta el río enmudece. Busca una botella nueva, el sonido del corcho los saca de la quietud, Mariano cuenta una anécdota los tres ríen, el pasado a veces, es un buen refugio, uno se ve y se llena de benevolencia , se ve y ve la vida… esta puta vida … Mira a Laura reír con su cuerpo de Luna su pelo rojizo, si parece tan sana, tan llena de vida, Octavio la roza apenas, Mariano siente una bronca azul, lo sabe, hay algo entre ellos, en esas miradas esa complicidad que se le escapo en los viajes, si Laura supiera que él vino a buscarla que está dispuesto a quedarse , que no sabía nada … malditas las veces que no le atendió el teléfono o contestó sus cartas o … Maldito todo él … así como le vino a la mente la maldición del dolor… Octavio lo ve morderse los labios y le hace un gesto autoritario, voraz, Él nunca lo había visto, nunca hubiera adivinado esa fuerza esa presencia de Espíritu. Laura cuenta, aquella vez que fue a visitar a Mariano, reconoce el asombro en la cara de Octavio, le habla de su casamiento de los seis meses que Ella y Mariano estuvieron intentando convencerlo de que era una pésima idea, hasta que él solo se dio cuenta, Mariano espera que Laura le reproche haberla dejado esperando en la estación hacia el aeropuerto después de prometerle volver con Ella…Se miran, le sonríe benévola, le dice algo al oído, Octavio se estremece de rabia. Habían sido un triángulo silencioso, guardando el secreto de uno y de otros, cuyo vértice mayor era Ella, que los desarmaba y los armaba, los consolaba y los estrellaba, amigos, amantes, se habían prometido tantas veces… cuando los llamo no lo dudaron, ambos pensaron que serían invitados exclusivos a la piel Lunar, pero no, eran los tres, los de siempre ellos y esta enfermedad silenciosa que Laura no quería enfrentar. La noche se sacudió integra cuando Ella se paró, el vestido le cubrió los tobillos, se lo había comprado especialmente con los colores que a Ellos dos le gustaban. Les dió la espalda para dirigirse al río, toda decisión. Ambos se miraron, apuraron el último trago de un vino, áspero como la ortiga, caminaron detrás. Entraron al agua como jugando el vestido se marco en el cuerpo, el inexacto cuerpo de Laura, hubo abrazos caricias besos, risas, es ahora decía Ella mirándolos a los ojos, ahora por favor. Ninguno de los dos hizo nada, Amo el sonido del agua , las manos de Octavio, La espalda de Mariano, el amor de los dos, las cosas últimas las pensó nadaba muy rápido hacia más allá hasta que Ellos no pudieron alcanzarla… desde ahí saludo Siempre nadé mejor que ustedes grito . No quiero morir pensó pero ya era tarde, el agua era una espada filosa furiosa, entrando en su cuerpo sin fuerza. Se quedaron estúpidos, lentos, mojados, amanecía rojizo como el pelo de Laura. Volvieron agotados vencidos a la orilla. Amo a Laura pensó Octavio, Amo a Laura pensó Mariano, pero no dijeron nada, no pudieron, el llanto veloz les ahorcaba las palabras.
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