Dia 23
Publicado en Oct 11, 2012
Decían que me iba a caer, allá, donde “el río se mezcla con la mierda”. Decían que no tenía capacidad para afrontar los compromisos de un largo verano que apenas dura tres meses. Decían los que decían que mi memoria se encontraba en la cúspide de la locura, y es ahí, aunque parezca mentira, donde lo bueno tomo forma, se vistió de coraje, y termino apabullando a lo malo, éste, algo inquieto porque quería destacarse... Los días son una señal de algo distinto. Unos emblemas… mi voz genera confusiones abiertas que van deambulando por las calles con discusiones pasajeras. En el día 5, del mes anterior, presencie una bofetada importante que era ejecutada por la acción de un error, pagándolo después con los ojos llenos de lágrimas. En el día 10, también del mes anterior, me ajuste al cinturón de la vergüenza y me dispuse a bailar con la más fea, tocando así, el fondo oscuro de un piso frío y regalado, quieto o inmóvil. En el día 15 me encontraba deshojando la margarita después de que un sueño dejo de ser realidad. Un beso que no se dio y la congoja emoción participo más veces de lo que debía participar. El día 20 supuse que no era el día en el que un calor mentiroso se atribuyera los derechos de un ser mediocre e impertinente. Hubo algo que note ese día. En ese instante previo a venderle a una señora el alimento para su gato. Hubo una reflexión que caía como un manantial de estrellas desparramadas en la escena del trayecto que conducía hacia el sector donde se encontraba el forraje. La lentitud fue ganando un espacio, mis manos coordinadas haciendo el trabajo de pesar los kilos que la tal señora me había solicitado. De regreso a la puerta, la mujer me mira asombrada, lanza una risa contagiosa y los dos nos alegramos. -¿Por qué se ríe?, le pregunto. (O tal vez la pregunta debió haber sido otra: ¿De qué se ríe? pero me nació así). Ella responde que había notado algo nuevo en mí que antes no notaba. -Si realmente queres crecer, ya creciste. Si necesitas saber qué hacer, mírate y préstate atención. (Declara) La señora me paga con el cambio justo, sin sacarme los ojos de encima y pronuncia unas palabras llenas de aliento: -no te preocupes hijo, a todo lo que quieras llegar, vas a llegar si sabes que el cambio proviene de vos y no de otros. Se marcha. Tras quedarme enganchado en un pensamiento, pasan cinco minutos, ella se encuentra ya, a unos veinte metros de distancia y le pego un grito: -Gracias señora!! Ella saluda definitivamente haciéndome un gesto con una de sus manos, y sale de la escena despidiéndose alegremente. Dos días antes del día 25, un tipo se acerca al local, me pide dos pilas doble A de una equis marca. Me mira fijo y me dice: -Yo podría comprar estas pilas en cualquier lugar, pero mi vieja insistió de que venga aquí, solo para comprarte esto y para dejarte un recado de ella (te acordas-me aclara - la que siempre y únicamente te compraba alimento para el gato). Se queda pensando unos minutos y luego dice: -“El alma joven nunca muere de esperanza. El cuerpo humano deja de dar señales de vida. Y el vacío queda instalado en la nada hasta que uno mismo empiece a llenarlo de cosas fructíferas, que valgan la pena”. Él agradeció que lo escuchara. Sonrió haciendo apenas una mueca en su rostro. Me entrega el dinero justo de las pilas y se va retirando con los ojos humedecidos. Solo atine a preguntarle: -¿Como esta tu vieja? A lo que, él, responde: -Ella se fue a encontrarse con mi viejo… (Hace una pausa y concluye mirando hacia arriba)…allá…en el cielo. El día 23 quedo marcado como una suerte de aceptación prematura. Era una señora que siempre llegaba un poco después de las cuatro de la tarde al local a comprar solo eso, el alimento para su mascota. Su gato. Conversábamos sobre las diferentes experiencias que uno pasa en la vida y sobre la edad de cada uno y sus sensaciones... No me quede colgado con la noticia de que se fue. Me quede con la importancia de que ella partió, dejándome en esta tierra sus palabras, esas charlas vespertinas bien metidas en el recuerdo. El día 23 supuse que la reflexión haría el trabajo de hacerme notar a su medida que en los días suceden hechos que los hacen únicos. Así mismo comprendí que el paso del tiempo nos genera siempre una cuota de confianza en eso de hacer de cada día un motivo especial por el cual vivir.
(Gracias Gladis, por tu inmensa postura de tomar las cosas con la paciencia que viene del encanto de saber escuchar al otro y dar un respaldo basado en una opinión valiosa y sobre todo justa. Hasta luego, señora… hasta siempre. Lo saluda atte. Jeremías). Marzo de 2010 Jeremias.
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