DIAGNÓSTICO
Publicado en Oct 12, 2012
Su madre no creyó en el diagnóstico: "Autismo".
Se reveló contra todo y todos. Le preguntaba a Dios el por qué. Por qué a ella. Sentía que era una buena persona y no merecía este castigo. Recorrió la consulta de nueve especialistas, entre neurólogo, psiquiatra infantil, psicólogo, iriólogo, una psíquica y hasta un sacerdote. Buscó en Wikipedia, enciclopedias médicas y hasta foros de internet. Fue a la Biblioteca Nacional y estuvo largas horas leyendo noticias sobre el Mercurio en las vacunas y el daño provocado a los niños. También realizó varios test, sobre conductas en niños que padecían de autismo. Pasó un año, desde aquel día y todo lo leído se agrupaba en su mente, para entender más sobre esta patología, pero seguía ignorando la respuesta a su pregunta: ¿Por qué a mí?... Un día, al llegar a casa de su trabajo, cansada de tanto contestar a los clientes de la empresa de telefonía, se recostó en su cama y se quedó dormida. Sintió una tibieza especial en la espalda. Levantó sus párpados, giró su cabeza y allí estaba su pequeño de cuatro años, abrazándola. Mientras ocupaba su tiempo y energía, en encontrar alguna respuesta a sus inquietudes, había olvidado lo más importante: cómo ayudar a su Esteban. Lo abrazó y sintió su pequeño corazón latir velozmente. Allí, estaba la emoción del reencuentro. Recordó la fecha de nacimiento y la alegría que había causado su llegada a la familia materna y paterna, a pesar de que su padre nunca lo había querido conocer. Ahora, el silencio reinaba en el dormitorio. Sólo dos corazones latían y se amaban. La abuela, feliz de esta escena, quiso fuese eterna y cerró la puerta de la habitación. Nada debía interrumpir la muda conversación. No hubo respuestas, pero sí fue el inicio del camino a la recuperación del niño y de la madre.
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