A Cristóbal le gustaba mirar los insectos que volaban.  Para él eran de una atracción singular.
En especial, admiraba a las mariposas.  No les hacía daño.  Iba tras ellas, simulando un vuelo con sus brazos y emitiendo un sonido en medio de monosílabas y palabras entrecortadas, que su padre sabía escuchar.
Al nacer el niño, su madre había muerto en el parto.  Al principio, su padre lo sintió culpable, pero al paso de los días, se había transformado en el único nexo entre su amada esposa y el amor a la vida.
Cristóbal era su tesoro y dedicaba gran parte de su vida en su cuidado.  Había dejado atrás el pasado, la ciudad y su trabajo, en la gerencia de una gran empresa.
Vivía en el campo y estaba adaptado para las necesidades de Cristóbal, quien padecía autismo.
Tenía un gran salón con muchos artículos para jugar.  En una de sus murallas, había un gran espejo de material especial, para que se observara, lo pudiese tocar y no se hiciera daño. Allí practicaba muecas y reconocía las partes de su cuerpo.
El color de sus murallas era de color violeta. 
Su padre había leído sobre las cualidades de los colores y el color violeta era el símbolo de la realeza, de lo espiritual, de lo sagrado.  Asimismo, había aprendido que motivaba la imaginación y la creatividad artística.  Por último, este color tenía un efecto tranquilizador, pues aportaba paz, evitando los miedos e inspiraba la sensibilidad.
Él había vivido una época muy difícil y fue allí, que estudió al respecto.
Afuera del salón de juegos, había plantado lavanda, violetas, lilas y otras flores, que entregaban color, aroma y belleza.
Todo esto, era parte de su propia terapia y la de su amado Cristóbal.
Tenía la certeza de que cada paso que daba su hijo, sería señal de cambio, como la mariposa que representa la transformación.
Este hermoso insecto tenía muchas cualidades que la hacían especial: era el único ser viviente que cambiaba su estructura genética, en el proceso de transformación de oruga a mariposa.
En todos los paisajes de cuentos infantiles, las mariposas adornan el lugar con sus colores  y suave vuelo.  No emiten sonido, pero se hacen notar con su belleza.
Así, había visto transformaciones en su hijo: ahora lo llamaba por su nombre, lograba comunicarse pausadamente, tocaba el piano y ayudaba en el quehacer del campo.
Vicente, podía asegurar que si él se había curado a través de terapias alternativas y del amor prodigado a su hijo, el autismo también tendría cura y lo daría a conocer al mundo entero.
En la pared contraria al espejo, había una gran foto de una bella mujer sonriendo y en cada extremo de esta fotografía, dibujada una mariposa de color violeta.
Allí había vida y se encontraban tres almas, que se amaban, de verdad.
El único sonido, ante el silencio, era el latido de tres corazones.
Afuera, una mariposa continuaba su vuelo...