SIRENA
Publicado en Oct 17, 2012
La sirena sonó esa noche más fuerte y durante más tiempo que antes, y aunque tratáramos de ignorarla o de tapar nuestros oídos de alguna forma, ese horrible ruido penetraba hasta lo más profundo del tímpano, de tal manera que lo único que producía era malestar y dolor, además de un sentimiento de temor, por que cuando ese infernal ruido inundaba nuestra habitación y nuestras cabezas, significaba que algo grave y necesariamente malo estaba pasando. Pero esa noche en particular ese ruido maldito sonó demasiado fuerte y durante demasiado tiempo, tanto, que algunos, los mas débiles pero afortunados en esa circunstancia, perdieron el sentido, otros perdieron la razón, y es que era realmente difícil mantener la cordura después de estar mas de una hora con esas ondas taladrándonos el cerebro; llegó un momento en el que ya no había espacio en mi mente para los pensamientos, sólo permanecía allí ese cuasi grito mecánico, ese horrible lamento que lograba enfriar la sangre; todos esperábamos y desesperábamos por el silencio, y por lo que vendría después de él; pero no llegaba ni lo uno ni lo otro y el lamento continuaba inyectando dolor en mi cabeza, en ese momento vi con horror que Agustín, el músico, yacía en el otro extremo de ese gran salón que llamábamos habitación: vencido por la desesperación que le causaba ese ruido, que para él debió ser muchísimo mas mortificante, había comenzado a golpear su cabeza contra el muro, pegándose con mas fuerza, hasta que su cráneo no resistió mas; un gran charco de sangre lo rodeaba y, además del miedo, la tristeza y el dolor, ahora me invadía una ira inaguantable; sentía como si tuviera una bola de bolos en mi pecho, queriendo escapar por mi garganta, mi amigo había muerto y yo no había podido evitarlo, no podía evitar la muerte de nadie en ese maldito lugar, no podía evitar mi muerte, pero en ese instante la deseaba con todas mis fuerzas, pero no soy lo suficientemente valiente o cobarde como para atentar contra mi vida.
¿Qué hacer? Todo indicaba que éramos parte de un macabro juego ideado por los carceleros para torturarnos y gozar observando como, la desesperación iba haciendo estragos en nuestra humanidad… Trabajar en este sitio es una manera fea de conseguir mi sustento; debo llevarles la comida sin siquiera verlos, al abrir la ventanilla por donde introduzco el alimento, solo se escuchan gritos y lamentos; es horrible imaginar lo que pasa allá adentro, prefiero no hacerlo; pero hay un hombre en particular que últimamente se me ha robado toda la atención. Cuando abro la puertica me llama carcelero y siempre me pregunta por que los torturamos, es extraño escuchar que él habla de un nosotros, me dice que adentro hay personas muertas, lo dice con tal dolor que se lo creo; ese hombre no está solo, pero lo está, se desespera diciéndome que su amigo se ha roto el cráneo, grita diciéndome que por favor apague la sirena, que ya todos han perdido la razón; cuál sirena?, en este sitio frío reina el silencio, todas las celdas están aisladas acústicamente, solo escapa algún ruido cuando abro las portezuelas para entregar el alimento; no sé de qué sirena me habla, pero lo seguro es que hoy por fin veré el rostro de aquel perturbado, ya que por lo visto, los fármacos no han hecho efecto alguno y la sala de electrochoques está lista para despertar un poco al hombre de la sirena. DIEGO E.
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Antn Pose Iglesias