Canto del Cisne
Publicado en Dec 24, 2012
Mi corazón late desesperado,
doblando el paso de las manecillas del reloj. Cada golpe seco, en perfecta sincronía con el ébano, mi mundo entero, derrumbándose en derredor. Cada paso que doy hacia tí evoca el recuerdo, evoca nuestra transición, de las noches de regocijo, a las de desesperación. Siempre has sido amable con las almas perdidas, fulminadas por el dolor, fue mi alma maldita, la que te cautivó con su fervor. ¿Cómo es posible que tus ojos curen mis heridas con sólo mirar a través de los míos? ¿Serán tus ojos soñadores, las puertas del alma que reflejan tanto el sufrimiento en el Hades, como la dicha en los Campos Eliseos? Sí, son tus ojos los que abrazan mi corazón en un efímero latido, ahogando mis temores en lo profundo del Lerna y el Alcíone de mi memoria. Ayúdame, mi Leonora, mi Ligeia. Guíame a tu funesta morada para así desafiar a quien decidió interponerse, ¡a quien osó interponerse entre nuestro impetuoso amor! Quienquiera que haya elaborado este sádico escenario ha de saber que no me rendiré, mi amor, no declines en tu vehemencia. Quienquiera que te haya asesinado llevandome así al suicidio selló su destino en el Tártaro, pues nos aseguraremos de que ese sea su fin, y así sufra eternamente por lo que intentó desunir. Ya falta poco, mi adorada Cassandra, estaré junto a tí cuando el despunte de la aurora se tiña de carmesí con el fluido de mis venas, y permita a mi alma zarpar hacia tí, y hacia tu corazón. Un poco más, falta sólo un poco más...
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