AQUELARRE
Publicado en Oct 20, 2012
Conozco al felino desbocándose
a través de sus ojos, para luego del acecho gravitar su ferocidad en coloquio de mansa paloma. Conozco del mordisco y la trampa que lo agita. Conozco la sed y la esperanza, la angustia y la trinchera del alma. Conozco la telaraña tejida de sombras nocturnas y el recuerdo que el hombre deja al seguir acribillado desde el balcón del tiempo. Conozco el crochet de luz y el mantel de nubes que se tiende sobre el comedor del día. Conozco del rocío y la vaca vegetal, donde se amamanta mi asombro. Conozco del andar, de la meta que se aleja y del mundo que se empolva en llagas. Conozco de ropa tendida en el alambre de la vanidad y la mano vacía de una migaja de Dios. Conozco del no regreso y de la fruta madura recibida por las entrañas de la sed, por manos angustiadas de un transeúnte de siglos. Conozco de lo incierto de la carne, del hueso que el grito relame; de oídos que se diluyen en asombro, ante el discurrir de la vida, y desahuciados que alimentan su fe con salmuera de zopilotes. Todos saben qué conozco, mas ignoran del conciliábulo que goza mi sangre, cuando encarno los fantasmas de la poesía.
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