Nufrago
Publicado en Oct 23, 2012
Yo, el que duerme por tus ojos, el que corre pòr las eternas piernas que le prestas, el que recita sólo las estrofas aquellas aprendidas en remotos momentos: ese romance que tuvimos con el preciso vino azul; yo, porque tus manos están hechas de leyenda, vengo a tu sombra y digo: no lloraré; la fiesta ha terminado. Nada vale la pena si estás tan lejos y perdido, tiritando, bajo los capiteles de la noche o en los arcos claros de la mañana. Dame la libertad. La necesito. Para construírte cercano a mí he de buscar la tierra más desierta. El mar más temeroso es un niño sobre sus olas altas, y todos los misterios del mundo son inciertos cuando tu presencia llama. Quiero estar cerca de tí y a la vez lejano. Un definitivo recuerdo nos sostiene y alza. Guillermo Capece
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