Qué habría sido del miedo si la razón hubiese aparecido, gatos en la noche, luces en las sombras, ojos perdidos llegando con la luna y yéndose con el sol, buscando, quizás, de alguien que no sos. Pues de las heridas de la noche sólo quedará un hueco oscuro en donde los soles sólo serán frío, y te comen desde adentro, y te vuelven negro, negro como las noches, negro como la silueta de los gatos  en la noche, que corren y corren buscando vaya a saber qué, aún sabiendo que siempre habrá un lugar a dónde ir. Gatos. Perdidos y encontrados.  Solos, se dejan perder. Como los sueños, que con el tiempo, se abandonan a sí mismos.
Miedo. De perder lo que se tiene, de no tener lo que se quiere. Te pide a llantos que les des de comer. Y una y otra vez, y otra vez. Una y otra vez. Y también los sueños ronronean, a veces, cuando están contentos. Y si no quieren se van, y siempre volverán hasta el día en que no vuelvan nunca más.
Miedo, atento a los movimientos en la oscuridad, hace falta un solo bang para ponerte como loco.
Irracional pero real.
Incontrolable.
Inevitable.
Irracional.
Real.