Como en el boxeo.
Publicado en Oct 29, 2012
Como en el boxeo. No tengo idea de cómo funciona ese deporte, pero sé que es así. El mecanismo es el mismo. Uno pega, pega, pega, pega (lucha, pelea, no se rinde, mantiene la esperanza intacta). Uno soporta los golpes, hasta el punto de llegar a entenderlos. Claro, el otro tiene que defenderse, piensa uno. Pero si algo salió mal, si dimos un golpe en falso, si trastabillamos, si estuvimos cerca de caer a sus pies, el adversario gana. Y es ahí donde todo se bloquea. El tiempo se detiene y todo se hace chicle. Es cuando el adversario pega, pega, pega y no deja de pegar, furioso. Pega con puño, pega sin pensar.Pega en vano, total ya ganó. Ya tiene, hace rato, a su víctima tirada en el piso, resignada, sin siquiera defenderse tapándose el rostro con los brazos. Pega (me refiero a que pega con hechos, con palabras, con indiferencia, con mentiras, con doble discursos), pega porque no tiene salida. Porque no sabe, no entiende, no ve. No encuentra más que su propio reflejo en un pasillo estrecho de espejos que /encima/ la deforman, la duplican, la retuercen. No sabe lo que quiere. O soy yo la que no la entiende. La que conoce sólo una parte. O varias partes desordenadas, mentiras verdaderas, verdades fingidas a cualquier precio. No te creo nada y sé que vos sabés que no te creo nada. Por eso me bloqueaste. Porque sabés que te entiendo. Porque no querés que te entienda. Porque te sentís a gusto en soledad. Porque tu cobardía y orgullo no derraman lágrimas en público: la dignidad primero, decís. Porque el límite es tu compañía. Intentaste pararme a tiempo: fui yo la que no te hizo caso. Me dijiste que me fuera, que no querías tenerme en tu vida, /porque tu defecto es el mío/. Y antes de eso, mucho antes, decías quererme, decías apreciarme y veías en mí algunas virtudes. Como los perros, que gruñen antes de morder. Me gruñiste millones de veces. Me mostraste los dientes. Me advertiste. No te hice caso, preferí luchar. Ahora me intimida seguir, un poco. Lo peor es que todavía veo claramente un hilo de luz no muy fino. Todavía lo veo. Todavía me alimento de esa luz.
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Lola
Mauro