Mi madre
Publicado en Nov 05, 2012
Se ha vestido como muchas tardes hace. Y a eso de las seis ha salido de casa. Me ha dejado cuidando de la abuela. Pero esta mañana yo he leído su diario. Y por eso la sigo. A una distancia suficiente, además ella nunca se da la vuelta. De tipo bello, andar elegante, sale de nuestro pequeño pueblo y se dirige a la playa, desciende por el estrecho sendero que bordea la zona de rocas. Yo me detengo justo tras ellas. Mi madre baja hasta la arena, se acerca a las olas. Quieta por completo, permanece así unos instantes: reflexiona. Estoy seguro. Medita lo que si y lo que no. Luego se quita uno de sus zapatos de medio tacón, el otro... se inclina para bajarse con cuidado una de sus medias hasta dejar toda la pierna y el pie desnudos, la deposita dentro del zapato. Hace lo mismo con la otra media. Se desabrocha el cinturón de plástico azul oscuro, y lo deja caer junto a los zapatos como a una culebra muerta. Se baja la cremallera del vestido blanco hasta media espalda y se lo saca por la cabeza, lo recoge con delicadeza y, tras hacer de él un pequeño hatillo, lo coloca a sus pies. Se desabrocha el sujetador negro y luego se quita sus bragas del mismo color. Ambas prendas sobre el vestido. Luego sus largas y esbeltas piernas se encaminan a las aguas, se atusa el pelo con ambas manos, entra en las aguas marinas, paso a paso, hasta que desaparece incluso su cabeza. Yo trago saliva y noto que la barbilla me tiembla. Mi vista ahora se dirige a los restos que ella ha dejado tan cuidadosamente sobre la arena. Bajo a recogerlos. Y me los llevo a casa.
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