Ella tenía veinte años
y uno de casada.
En sus entrañas bullia
una vida de dos meses.
El orimeer hijo!
La alegría contundente
de un pedazo de su carne
de un poco de su sangre
que en meses mas correría
jugueteando por los patios,
por los verdes jardines.
El milagro repitente
de una nueva vida!
Otra ves en las estrellas
habría ungozo inmenso
por un pequeño nuevo,
por la creación repetida.
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La sociedad y ella
prefirieron abortar.