En el principio de las cosas, cuando el tiempo y el espacio eran uno solo, fue realmente el momento en que empezó todo. Aún el amor y el odio no existían, tampoco la envidia, ni siquiera la traición…
En ese claro oscuro de situaciones, no podía aún entender cómo era posible que una canción dijese "no le pares, sé feliz" o de que algún otro día existiría otra que inventara una "Samba pa tí", o que muchas cosas en el desarrollo de nuestras vidas, aunque pareciera no tenerlo, tenían algún sentido.
Mi amiga del Páramo de la Culata, experta en artes ocultas y en especial las concernientes al amor, hizo un viaje exclusivo para debatir el tema. Desde luego, la contundencia de cada argumento de parte y parte, en todo un fin de semana de debates exhaustivos, no dejó otra alternativa que considerar la discusión, cual partido de ajedrez, en unas “equilibradas tablas”… A pesar de las diferentes posiciones en que se abordó el tema, no se encontró unanimidad. Se hacía necesario entonces, estudiar mucho más y quedó planteado que con calma y sin prisas, nos reuniríamos en tiempos futuros, en esta vida o la otra, para tratar de encontrar una salida a semejante entuerto.
Finalmente, después de recurrir a la teoría de ensayo y error por más de medio siglo, después de probar elixir tras elixir por los cuatro rincones de la tierra y en los lugares más insospechados, llegamos a la conclusión, aunque parezca increíble, que vale la pena esperar por el verdadero amor y que no hace falta usar hechizo alguno, ni siquiera el más poderoso de todos:“El hechizo de la prestobarba…”, porque cuando el verdadero amor llega para quedarse, el tiempo que transcurre es tan solo, como lo descubrió un científico hace mucho,  una dimensión relativa…

Caracas, Enero 2009.