Y me pides poesía. Aún estando bajo el efecto de tu aroma intoxicante, aún cuando mis ojos se pierden en tu figura de gitana, aún y cuando me hundo en el agujero negro de tus ojos, aún así no puedo hacer poesía. Más bien, no quiero hacer poesía contigo. Eres sirena, hermosa y malvada; qué he de hacer ante tu canto que ciega mis oídos, que calla mis ojos y me agarra y lanza a un mar de desepsión. Sé que voy indefenso, con mis escudos rotos, con mi casco agujerado, sé que el dolor es mi último muelle y el fin del camino será tu recuerdo. Ese sería y es el peor de los castigos porque ha de ser mejor nunca haberte conocido, jamás haberte amado y no sentir este miedo que estrangula mi garganta y arrebata estas letras que lloro con mis manos. Que mi pluma corte y haga sangrar la hoja que tengo bajo esta mirada que se pierde buscando esas imágenes, para seguir, como buen fakir torturándome por las migajas de tu atención. Ya no arrancas, robas y violas mi interios y estrangulas a esa a veces rata a veces mariposa de mi cabeza. No quiero seguir dedicándote estas manchas, no quiero dedicarte más esta masturbación de letras, no quiero que sigas dentro de mí. SAL y te lo digo con mayúsculas para que notes mi desesperación. Vete y te lo digo con lágrimas en los dedos y con dolor en estos ojos que siguen mi bolígrafo. Vete pero no te vayas y quédate. Mátame lentamente, aunque te corra o te odie. Quédate para decirte que te vayas.