Bendito Infierno.
Publicado en Nov 17, 2012
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Bendito infierno.
La lucha entre Dios y el diablo.
O será el Diablo y dios?
 
 
Era muy temprano. Jaime  se levantó como todos los días para ir a trabajar. No tenía pereza.
Su título de abogado le había costado demasiado como para perder tiempo en somnolencias.
Su vida había sido difícil.
Un padre que no fue capaz de ser padre.
Si fuera creyente le hubiera agradecido a Dios por Clara, su madre, quien a decir por sus propias palabras era un ángel, opinión que se contraponía con su incredulidad referente a todo lo divino.
Gracias a esa dulce mujer, Jaime fue capaz de soportar las condiciones en que Alfredo, aquel inescrupuloso ser a quien debía llamar papá lo mantenía sumido.
La  fortaleza sicológica e intelectual del recién recibido profesional le permitieron completar sus estudios y de alguna forma evadir la realidad que lo afligía y agobiaba.
Cuando comenzó a trabajar en su profesión, pudo independizarse económicamente y ya no tuvo que soportar los desplantes y locuras paternas.
Al poco tiempo se fue de la casa familiar. Su novia aceptó la proposición de vivir juntos. Inconscientemente, comenzó a olvidar las noches de llanto y penas que Alfredo le ocasionó por tantos años.
Un año después decidieron casarse, vivían felices, lejos del tenso clima que aún persistía en casa de Clara, quien resignada, continuaba bajo el mismo techo del hombre que hubo elegido veinticinco años atrás.
Jaime llegó a desear que su padre muera, muchas veces ese deseo se hizo presente en su mente. Sin embargo no era odio lo que por sus venas corría Nunca imaginó tampoco que se cumpliría tan pronto.
Esa mañana de invierno, muy fría, quizás demasiado para su gusto, el teléfono sonó a escasos minutos de las nueve. Jaime intuyó  que se trataba de esas noticias que nadie desea oír.
Mientras abría el celular, la imagen de Alfredo, desdibujada, se acurrucó en su mente, como tratando de refugiarse. Un escalofrío le recorrió la espalda. La voz sonó débil, entrecortada. Clara le anunció la muerte repentina de su padre mientras dormía.
La noticia inesperada no lo alegró. Se sintió aliviado. Apoyó el aparato sobre la mesa, a un lado de la taza de café que, muy caliente, había cumplido su cometido. Hubo logrado entrar en calor gracias a la infusión. No logró sentirse triste. Una mezcla de sonrisa y desdén fue lo que su cara expresó. Marcela, su esposa, preguntó más sorprendida que  afligida por la expresión de su marido - quién era? Qué pasó?
- alguien  murió- expresó  secamente y  llevó la taza a su boca para beber el último sorbo.
 
 
 
 
 
 
Durante los dos años siguientes, Jaime se afianzó en su trabajo y comenzó a escalar socialmente gracias a la firma donde ejercía. Era considerado uno de los abogados más eficaces entre las huestes de rapaces.
 
Habían logrado ser propietarios de una pequeña casa. Los recuerdos aciagos de Alfredo fueron reemplazados por la felicidad de una familia propia, siempre compartiendo el amor de su madre, quien también se sentía aliviada y cuya existencia se hacía ahora  agradable.
El  don de ser padres aún les era esquivo. Lo buscaron durante los últimos seis meses. Sin resultados.
Una jornada agotadora había hecho estragos con las cervicales de Jaime. El tránsito le había aniquilado la paciencia. Al llegar a su casa, adornada de manera muy conservadora, ve a su suegra sentada en un sillón del austero living, su sillón!
Con un gesto saludó a la mujer que lo miraba en silencio esperando una sonrisa que no llegó jamás; continuó su camino hasta la cocina donde debería estar Marcela. No era así.
Retomó el corredor e ingresó al dormitorio. Allí estaba, sentada en la cama con los ojos llenos de lágrimas.
- estoy embarazada- dijo sin mediar gesto ni duda.
El joven se acomodó a un lado de la emocionada mujer y la abrazó. Fue el día más feliz de la vida del muchacho.
Estaba completo. Nunca pensó que la felicidad total pudiera ser alcanzada por él. Supuso que carecía de la capacidad de ser verdaderamente feliz.
Ese día, los años de dolor desaparecieron por completo.
Las palizas que Alfredo les propinaba, a Clara y a él, al llegar a su casa por la madrugada luego de destilar varios litros de tinto se esfumaron de la memoria de Jaime. Los días y las noches que debió acompañar a ese despreciable ser, quien lo obligaba a hacerlo, a los antros que frecuentaba.
- que se haga hombre!- repetía cada vez que la pobre Clara lo recriminaba por su accionar.
Cuando Jaime contaba con apenas doce años llevaba vivido más de cuarenta. Con su corta edad presenció situaciones que una persona adulta sólo podría imaginar. Pero salió. Y la noticia de su paternidad cerró las últimas heridas.
Sería padre. Debería aprender como criar un hijo. No sabía muy bien lo que debía hacer para ser un buen padre. Sí conocía  lo que no se debe hacer.
 
Al día siguiente el despertador lo encontró observando la lámpara que colgaba del cielorraso. En la oscuridad de las madrugadas de invierno, con una ínfima claridad que, vegonzosa, se filtraba por la ventana y que apenas permitía vislumbrar formas dentro de la habitación, el muchacho soñaba despierto con su retoño.
Sentía que su cuerpo era demasiado pequeño para contener la alegría confinada en su interior, debía apurarse para ser el primero en llegar a la oficina. Necesitaba contarles a todos lo que le estaba ocurriendo. Se trataba de un hombre feliz. Jaime era feliz por fin!
Salió de su casa luego de despedirse de Marcela con un  efusivo beso en los labios. Le agradeció por permitirle semejante dicha.
 
 
 
Estaba cerca del edificio donde funcionaba la empresa. Podía ver, al mirar hacia arriba, el cartel de publicidad que la antigua construcción soportaba en su azotea.
-Ya llegué- dijo en voz alta.
El autobús circulaba a una velocidad correcta. Jaime también. El semáforo, increíblemente permitió el paso a ambos vehículos. Los conductores lograron verse los rostros antes del impacto, realizaron la misma maniobra. Un viraje de emergencia. No lograron evitar la colisión. El pequeño y endeble auto de Jaime se llevó la peor parte. Rebotó en el tren delantero del colectivo y giró dos veces antes de abrazar una columna de  cemento. Luego el silencio. El estruendo del choque apagó el sonido en la calle que hasta hacía escasos segundos estaba colmada de vida y murmullo.
Luego el grito de un peatón requiriendo ayuda para Jaime puso en marcha nuevamente la historia. Pareció que el tiempo se había detenido durante ese lapso. Quizás así fue.
En muy grave estado, el joven fue trasladado a un hospital cercano. Al ingresar a la guardia, el médico no logró obtener una lectura clara de sus signos vitales.
-está muerto- sentenció tan fríamente como un carnicero despostando una res.
El residente que observaba la escena se acercó y volvió a revisarlo.
-tiene pulso- gritó efusivamente.
- no puede ser, está muerto- repitió el jefe de guardia.
No era así, inconsciente, Jaime balbuceó algo incomprensible que arrasó con las dudas que llenaban la sala.
Jorge se llamaba el joven doctor que notó el pulso en Jaime. No tenía experiencia y aún no había perdido parte de la humanidad de la que se desprenden los médicos para poder cumplir con su actividad de manera eficiente.
Estaba en coma. Marcela llegó casi una hora después.
- creemos que el daño cerebral es irreversible- le comunico Jorge a la esposa recién llegada.
No era justo.
Jaime podía oír lo que pasaba a su alrededor. Las voces. Las opiniones. Los augurios de su muerte. La imposibilidad de curación. El equipo médico discutía su futuro delante de él. Delante de un muerto que respira.
Poco a poco sintió que ya no estaba en la cama, se sintió leve. Libre. Se preocupó. Vio una luz en el final. No era un túnel. Se trataba de una gran habitación con una puerta trasera entreabierta, desde donde ingresaba la única luz que se  podía apreciar. Era una invitación. La abertura estaba en verdad muy lejos. El recinto parecía no tener fin. Lo  obligaba a llegar a la puerta pero cada paso lo alejaba, miró hacia abajo y no había piso. Tampoco techo.
-estoy soñando- retumbó su voz, rebotando mil veces en el inmenso lugar. Infinito lugar.
Trató de apurarse para alcanzar la luz rápidamente. Comenzó a correr pero se detuvo.
-porqué he de correr detrás de algo que no desea ser alcanzado? Tampoco quiero llegar allí.
He buscado toda mi vida una luz que me permita tocar el cielo desde la tierra. Dejé de lado el odio y la intención de matar para defender la vida y el amor. Creía haberlo alcanzado hoy. Ahora estoy acá, siendo un rehén, atrapado dónde?
 
 
Estoy muerto? Debo llegar  a la puerta? O esperar que ella llegue a mí?
No quiero morir!- gritó sin respuesta.
Comenzó a caminar de manera lenta y alejándose de la puerta, la que a cada paso en contrario se acercaba.
Volvió a detenerse. Desorientado volvió a gritar fuera de sí. Se trataba sin duda de una pesadilla.
Se sentó sobre la nada y mirando hacia un inexistente arriba esperó horas que suene el despertador y que algún rayo de luz se digne a reflejarse en la lámpara de su dormitorio. Se vestiría y saludaría a su adorada esposa.
-La oficina está cerca, ya llego!-
Desde allá, desde la maldita puerta que no se puede franquear, un destello insoportable lo cegó.
Sin abrir los ojos lastimados, vio que otra puerta se abría a la par de la anterior. Cuando levantó sus párpados el brillo no era tal.
-cuanto tiempo llevo aquí? Hizo el ademán para ver el reloj, era la hora en la que día a día arribaba a su trabajo. Lo único que llevaba puesto era ese reloj que Marcela le hubo regalado en su último cumpleaños.
No podía comprender la situación. No podía regresar ya que no había un atrás, ni  tiempo ni espacio. Entendió el significado de “nada”.
Pero no era tan absoluto. Las puertas eran reales. Se trataba de algo. Si deseaba una oportunidad para regresar esa eran sus únicas salidas. Lo pensó una eternidad y rápidamente se puso en marcha. Esta vez todo se comportó de manera diferente. Hacía frío. Era una sensación muy real. No debería sentir frío en un sueño.
Se acercaba  a las puertas y estas se alejaban entre sí. A lo lejos, parecían cercanas, pero se veía obligado a dirigirse sólo a una de ellas. Era tanta la distancia que perdió la noción.
En un momento, las tres posiciones formaban un triángulo perfecto, equidistantes. Sintió que entre ellas competían por su preferencia.
El hombre, inteligente, decidió probar tal hipótesis.
Comenzó a correr hacia la derecha con todas sus energías, se propuso quedar exhausto. Ahora todo parecía girar. El perfecto triángulo equilátero se mantenía estable.
Se detuvo sin sentirse cansado. No llegaría a ningún lado de esa forma.
Comenzó a comprender que no podría salir de esa situación.
-no quiero ir al cielo!- gritó con intención clara de regresar a su cama.  Y a su efímera felicidad.
De inmediato una de las puertas se cerró con descomunal golpe.
No pudo apreciar si era la derecha o la izquierda. Estaba como al principio.
Trató de pensar.
Comenzó a deducir el resultado de sus dichos. Llegó a la conclusión que negando el cielo, la que continuaba vigente no sería otra cosa que…
Sacudió su cabeza.
- esto no puede ser verdad.
Por qué estoy acá?-
Trató de recordar lo ocurrido.
No lo logró.
-es tan sencillo? Sólo lo digo y se convierte en realidad? -
De pronto la lejana puerta apareció frente a él. No percibió que se acercara.
 
 
 
Se mantenía abierta de par en par pero la potente luz le impedía ver hacia el interior.
Luego, algo se movió y se interpuso entre la fuente luminosa y su retina.
Jaime se conmovió. Quedó atónito al reconocer la figura de Alfredo que lentamente surgía de la claridad. No lograba relacionar a su padre con la luz. En cambio, nada le costaba hacerlo con las tinieblas.
Se arrepintió de haber negado al cielo justo en ese momento.
Trató de alejarse del espectro. Pero se mantenía frente a él en todo momento. Tenía que enfrentarse.
- hijo, lo lamento tanto, pero así debía ser-
- de qué hablas, apareces como un fantasma y me invitas a ir al infierno contigo. Como si no hubieras hecho suficiente daño en tu vida! Además me encaminas al lugar donde nadie desea ir por más ateo que sea! A pesar de todo lo que hiciste nunca pude odiarte mientras vivía, y mira…estoy muy cerca de lograrlo estando muerto!
Jaime creyó que las lágrimas bañaban su rostro, trató de enjugarlas con el revés de su mano pero no había nada para secar. Miró y volvió a mirar el  seco envés de la palma derecha, libre de lágrimas.
-tampoco puedes llorar- aclaró Alfredo.
No soportaba más, sabía que el tiempo no era real, que su padre no estaba frente a él y que su alma ya no le pertenecía…
Comenzó a reír luego de pensar en esas cosas impensables para una persona como él, alguien que nunca creyó en Dios alguno ni en el significado de lo que representa la Fe.
Verse de pronto en esa situación fue demasiado.
Sintió que se desvanecía. Por un momento escuchó, en la oscuridad toral, las voces de Marcela y su madre que rezaban a su lado.
Las lágrimas que se le negaron en aquel espacio sin tiempo brotaron ahora de sus ojos cerrados y se deslizaron por las mejillas hasta su boca entreabierta. Sintió el sabor salado y sin poder demostrar la alegría se rió para sí. Aún estaba vivo. Quizás todo fue un sueño. Pero…
-claro, rezan por mí- alcanzó a entender lo que ocurría.
Nuevamente la sensación de levedad, pero esta vez se sintió arrancado de de la vida. Era una garra en el pecho que le quitaba su ser.
El gran salón, la antesala de la eternidad se presentaba nuevamente ante sus ojos. Instintivamente fijó la vista en su muñeca izquierda. La misma hora. Hora  de la oficina.
-estaré cerca? Llegaré?- se preguntó esta vez.
Eterno escéptico. Casi se arrepintió de haber sido un agnóstico.
Alfredo lo estaba esperando. No era el mismo hombre que había conocido. Su rostro se mostraba sereno. Amigable, casi querible. No sintió odio ni rencor. Sino fascinación. El deseo de saber la verdad lo abordó mientras observaba al hombre que le arruinó la existencia durante tanto tiempo. Qué querría ahora? Continuar con la ignominia en la que basó su vida y la de su familia? Sería posible que el castigo por no creer sea una vida eterna junto a este hombre. No lo podía permitir.
Estaba indefenso. Inerme. A merced de la voluntad de las puertas. Siquiera su padre podría decidir el futuro que lo aguardaba detrás de aquellos portales enigmáticos.
 
 
-Es que toda la humanidad deberá pasar por ellas?
Por esta encrucijada.
Siempre ha sido así o soy especial por algún motivo que escapa a mi razón?
Nunca oí sobre dos fuentes de luz. Quienes fueron y volvieron hablaban de un túnel y un luz al final. Nunca de  dos.
Frente a frente con su historia, su padre lo observaba mientras él cavilaba.
En silencio, el viejo esperaba que su hijo se decida a preguntar.
El joven miraba hacia atrás y hacia arriba. No había punto de referencia, pero poco a poco comenzó a adaptarse al etéreo y umbroso ámbito.
Parado en un piso que no era, tenía la sensación de gravedad pero no caía al insondable vacío dispuesto a devorarlo sobre el que, de manera divina o quizás diabólica, levitaba. Se sentía en órbita de las puertas. Le pareció una explicación a tener en cuenta. Era sin duda un mundo singular. Y en un sitio extraordinario las leyes, si las hay, son también   peculiares.
No era su intención dirigirse a Alfredo. No deseaba hablar con él nunca más, pero urgía una decisión. Debía saber.
Alfredo se le adelantó.
-no es lo que tú piensas, hijo-
- no me vas a decir qué tengo que pensar!-
- déjame que te explique-
-no tienes autoridad para explicar nada, seguro que desde el infierno sigues  haciendo lo que más disfrutas. Arruinar vidas!
Jaime notó que el rostro de eso que representaba a su padre se difuminaba y  mutaba hacia lo que parecía ser sus propias facciones. El marco de la puerta ahora parecía contener un espejo. Era su imagen especular lo que observaba.
Retrocedió un paso sin entender. Pero regresó y se colocó  frente a frente al espectro. Paso a paso alcanzó a rozar la punta de su nariz con la materia espectral de su padre. Ambas narices se fundieron en una, mientras apenas traspasaba lo que parecía ser una membrana que dividía ambos universos. El de afuera y el de adentro. Aunque no sabía a cual de los dos pertenecía. Comprendió que su propio cuerpo era inmaterial. Tiró su cabeza hacia atrás sorprendido. Se enfrentaba a él mismo?
- no estoy acá. Es  como en la vida! Unos dentro y otros fuera. Los de adentro desean salir y quienes están fuera luchan por ingresar. Y todo vuelve a comenzar.
Su razonamiento fue detenido nuevamente por las palabras de Alfredo.
-ven hijo, por favor, escúchame-
- dime-
-tienes poco tiempo, la otra puerta se abrirá en cualquier momento y debes saber todo antes que eso suceda-
-entonces apúrate-
- toda tu vida ha sido cuidadosamente programada por el Dios verdadero. No, no me mires así! De esta conversación depende el futuro del hombre, las almas de millones de personas que hace siglos viven equivocadas-
Jaime lo escuchaba atento.
-a que te refieres?
-El Dios que todos tienen por bueno, generoso y piadoso es en realidad el verdugo de quien creó todo lo que existe, incluso el hombre, quien ideó todo para que evolucione a lo que hoy  conocemos como la tierra y la vida que se gestó sobre ella, las estrellas, los planetas. El universo-.
-pero si quien llevó adelante la Creación esta confinado, prisionero, quién esta ocupando su lugar?-
-El Demonio, Belcebú, Lucifer, como quieras llamarlo. Créeme, no querrías ir al Paraíso. El cretino se adueñó del Edén en el mismo momento que el Verdadero le permitió tener su propio lugar. Era lógico pensar, en los albores, en el inicio del tiempo, que si el Supremo tenía el Arriba, su más estrecho colaborador sea quien administre el Abajo. Pero no nació como el Averno, se transformó en un verdadero infierno cuando El fue invitado por  su lugarteniente para festejar la venida del hombre. Le llevó    millones de años a la evolución sobre la faz de la tierra para que al fin, aquellos simios comiencen a razonar y entender su existencia. Pero en los cielos sólo transcurrieron unos instantes.
El Vil aprovechó la situación y dejó al Creador, a Su Señor, como lo llamaba fraternalmente, encerrado en las profundidades, en la oscuridad, en la desesperanza. No pienses que está ahora bajo tierra. No es literal la expresión. Se halla en los confines de la mente de los hombres. Fue relegado a una parte de nosotros que no es tenida en cuenta. Cada uno de los hombres que están vivos y los que murieron lo colocaron en ese mismo lugar de sus vidas, de sus creencias. Piensan en el Diablo, pero a quien restan fuerzas es a Él. Los malos pensamientos van dirigidos al Verdadero. Aquel ente malicioso cosecha plegarias y rezos que lo alimentan segundo a segundo. 
Todas las historias de un demonio que desea salir a la superficie son verdad, las leyendas son ciertas, la lucha entre el demonio y los traidores Gabriel y Jorge fueron reales. Los frescos, las pinturas, los murales muestran un rostro diabólico, cuernos y el semblante más terrible que los artistas pudieran expresar. Todo es cierto, Jaime. Imagina un reo inocente a punto de ser ajusticiado. Cuál sería su rostro?
Dios estuvo enojado antes de que el hombre sepa de Él. La pobre humanidad siempre estuvo regida por los designios de la más repugnante criatura que puedas imaginar. Le fue concedido un enorme poder inconmensurable, imposible de soñar. Dios le brindó a su hermano, a su igual, la oportunidad de compartirlo. Confió en el Vil. Satanás lo uso para atrapar a su creador.
Comprendes lo que ocurre hijo?
Has sido la víctima de una contienda de carácter indescriptible. Yo tuve que comportarme como lo hice con mi familia para lograr esto. Necesitábamos alguien que no crea en Dios, en este dios obsceno, alguien que tuviera el rencor pero no el odio dentro de su corazón, que sea feliz de verdad, que haya perdonado. Hijo, se que he sido lo peor que te pasó en la vida. Ahora sabes la verdad y tienes una misión.
 
Tú no crees en nada de lo que te estoy contando, nunca creíste en estas cosas. Pero piensa, sabes donde estás ahora? Qué estas haciendo acá? Eres inmaterial! Ni siquiera llegas a ser materia sólida! Debes cumplir tu cometido. Por último, tienes algo que  perder?
Estás agonizando en un hospital a punto de volar al Cielo. Y una vez allí no podremos ayudarte ni ayudarnos.
 
 
 
Jaime bajó la cabeza con sus ojos cerrados. Era demasiado para él. Quedó en silencio por horas.
 
En el hospital su madre y esposa veían como su corazón se apagaba, muy lentamente. Clara decía y repetía - está en paz, se va en paz-
Marcela se negaba a aceptarlo, no podía ocurrir. Eran demasiado felices para que todo termine de esa forma.
Podía oírlas. Las voces suaves, suplicantes apenas se distinguían del silencio que envolvía la escena. Les habían permitido ingresar por apenas unos minutos. Las mujeres nada podían hacer por él. Los médicos tampoco.
No podían operarlo. Estaba en manos de Dios. Pero…cuál de ellos?
Jorge, quien en un primer momento notó que el joven aún respiraba, venía a cada instante para conocer la evolución, todo continuaba igual que hace quince minutos. O peor.
 
 
-Quiero escucharlo a El, tengo que hablar con El- reclamó desesperado y mirando fijamente a los ojos del ente.
-no puedo hacer eso, hijo, no puedo. Debes obrar por la Fe-
-sabes que carezco de ella. Sabes que no sé que significa-
-sí sabes! Conoces muy lo que es la Fe! Gracias a ella pudiste salir adelante en tu vida, con ella me enfrentaste miles de veces, con ella levantaste del piso a tu madre ensangrentada, la Fe guió tus pequeños brazos para cubrir a tu hermanito de mi ira.
Perdóname hijo, tampoco yo tuve elección. También yo me paré frente a esta puerta y recibí el don que tu recibes ahora. También yo dudé.
Estaba sólo en la playa. La corriente me arrastró apenas unos metros hacia adentro del mar. Tenía veinte años. Ni siquiera conocía a tu madre.
En un instante me vi parado ante una persona que conocí de niño, delante de este mismo marco que hoy nos separa. Ese hombre me dio las instrucciones que yo cumplí al pie de la letra. Esa fue mi misión. Lo tuyo es más importante. Hazme caso por favor-
- qué mente enferma puede pergeñar una cosa como esta?
Porqué un niño de ocho o doce años debe soportar tremendo castigo, tamaño sufrimiento?-
- es culpa del Maligno ser que todos llaman Dios. El miserable no permite que el Verdadero reciba nada de energía. Debimos hacerlo a su modo. Es nuestra única oportunidad de que las almas regresen hacia el Digno. Ellas contienen la energía suficiente para devolverle el poder que otrora ostentó. Podrá poner orden, todo será distinto. Nadie sufrirá nunca más. Desafíalo.
Niégate a ingresar en sus dominios. Si así lo haces no podrá obligarte-
Cuando esa puerta que está a tu lado se abra debes gritar con todas tus fuerzas que no deseas ir con él. Nunca ha sido rechazado. Los que aquí llegan se rinden fácilmente al sentir a Dios tan cerca. Se alegran que todo sea verdad. No lo dudan ni un instante. Simplemente entran. Y son condenados por siempre. Y condenan a todos los que quedan. Dejan sin sus hijos al Verdadero, quien no puede volver a ser quien fue. El demonio que muestran es Dios tratando de ser Dios-
 
 
 
Jaime se convenció. Levantó su mentón y se dispuso a esperar que la puerta lo invite a ingresar. El se negaría a hacerlo.
Levantó la mano derecha para tocar a su padre. Los dedos ingresaron en la membrana sin poder hacer contacto, no había nada tangible.
Tampoco pudo llorar. Había recuperado a su papá. Su historia tenía ahora un porqué. Sus desdichas no fueron solo a causa de la locura de un cínico.
-podré retornar con mi esposa o ….?
-si, tu meta será convencer a todos de la verdad, recibirás las armas necesarias para convencer a todos de lo bueno y necesario que es recuperar al Verdadero Señor-
Nuevamente la luz, a su derecha la puerta se abrió y una voz muy cadenciosa  lo llamó por su nombre.
- Jaime, ven conmigo-
-nunca entraré ahí, sucio demonio-
Con otro estruendo, la puerta volvió a cerrarse.
-ahora hijo, regresa a la vida y cumple tu tarea-
-si papá!-
Miró la hora. Hora de la oficina. Ni un segundo había transcurrido y él había salvado a la humanidad.
-voy a llegar-
 
Jorge había regresado para observar a Jaime, estaba parado a un lado de la cama cuando el joven abrió los ojos repentinamente.
El médico se apuró a asistirlo.
Respiraba ahora de manera autónoma. El respirador le fue quitado de inmediato.
La mejoría asombró a todos, nadie esperaba que sobreviva aunque sea unas horas más.
Sus signos vitales eran normales y su cerebro parecía sano ante las pruebas efectuadas por el neurólogo.
Marcela y Clara fueron informadas de la situación. Se apresuraron a dirigirse a la sala de terapia intensiva.
Al llegar, Jaime estaba casi sentado en la incómoda cama y hablando con Jorge que lo atendía muy concentrado.
-mi amor, estás bien-
-hijo…el llanto interrumpió la frase de Clara.
- Marcela, tengo que contarte algo asombroso, increíble.
Dios no es Dios, Dios es el Diablo!-
- si querido, descansa y mañana hablamos, todos sabemos que nadie es quien dice ser!-
 
 
                                                 
 
 
 
 
 
 
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Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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