Amor de tango
Publicado en Nov 18, 2012
Aún tengo mi telescopio orientado a su patio. Me lo regaló mi padre el día que cumplí once años. Él me enseñó la constelación de la osa mayor y menor, pero yo prefería enfocar las ventanas del edificio de enfrente. A Soledad le conocí tres novios y un par de ligues. Siempre seguía el mismo rito: la cena en el patio o en el salón dependiendo de la temperatura, un baile de tango y el beso. Entonces apagaba la luz. La única vez que la vi cara a cara, ella se despedía de su primer novio, la rueda de mi bicicleta se empotró en el escalón de su portal y caí como un remolino a sus pies. Ella vino en mi ayuda, sus rizos de canela se enredaron en mi manillar y mientras su novio los desenganchaba, yo en el suelo, exhausto, respiraba su aliento. El verano que comenzó a trabajar de azafata en Aerolíneas Argentinas, indagué el modo de unir nuestros futuros. Concluí que tenía que estudiar para ser el mejor piloto del mundo y me preparé a conciencia. Hace dos meses que somos compañeros de vuelo pero cada vez que la tenía cerca sentía mil latigazos en el corazón y la lengua se me paralizaba impidiendo que me detuviese a su lado más de unos segundos. Me ceñía a brindarle un saludo militar y me encerraba en la cabina. Hoy aprovechando un retraso de nuestro vuelo me armé de valor y me decidí a tirarle los tejos invitándola a tomar un zumo de mango. Ella se quedó mirándome fija a los ojos, no sé como me mantuve en pie. Se llevó los dedos a la frente y dijo: “A sus órdenes mi capitán”. Quise confesarle que la amo desde la noche en que el hombre llegó a la luna, pero me inventé que estoy recién divorciado y que tengo ganas de suicidarme. Ella me apuntó su número de teléfono en una servilleta de papel y me dijo: “Antes de hacerlo, llámame, yo también me siento sola.” Y quedamos para vernos esta noche en el Tortoni. Ya lo tengo todo preparado. Le comentaré que vivo cerca de calle Caminito y ella dirá que también, que vaya casualidad, la acompañaré y me invitará a subir a su patio, bailaremos Nostalgia y por fin será mía. Tenemos autorización para aterrizar, ya diviso Buenos Aires.
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