Mujeres poderosas
Publicado en Aug 05, 2009
Con los pies hinchados, conoció la ciudad de punta a punta recorriéndola en la búsqueda de un sitio de trabajo durante varios meses. Logrando por fin esta meta: le ofrecieron un trabajo de dirección de obra, en un programa de autoconstrucción. El mismo propietario debería participar en la construcción de sesenta y dos departamentos.
Por tercera vez en su vida profesional realizó un trabajo social, pues en esos inmuebles se reubicarían trescientos diez familias que vivían en algún suburbio perdido y pobre de la gran ciudad. Pero como ningún plan es perfecto, encontró con sus colegas un proyecto técnicamente insuperable, y, aunque contaban con la participación activa de los beneficiarios, habían olvidado que el hombre es quien debe llevar el pan al hogar y para conseguirlo, debía trabajar durante la construcción de sus viviendas, así que la participación activa del personal para las actividades pesadas y no especializadas, era en su mayoría por las esposas y no los machos, hombres fuertes y de acero en quienes se habían pensado cuando se comenzó este gran programa. Como coordinador de la obra, se encontró inicialmente ante un problema social entre dos mundos distintos: el del albañil pagado y acostumbrado a trabajar cuando se requiere, quien además no era cortés en absoluto con las mujeres. Por otro lado, estaba la ama de casa que únicamente sabía cocinar, lavar y educar a sus hijos, quien se debería adiestrar en alguna de las actividades de la obra. Lograr convencer al empleado especializado para que la asesorará, fue una tarea titánica que tuvo un resultado positivo. Muchas veces el estudiante resultó mejor que el maestro. En una ocasión él estuvo a punto de perder su puesto de trabajo porque una de estas mujeres lo denunció ante la trabajadora social, aduciendo que era el causante de un embarazo suyo, no por haber tenido relaciones con ella, sino que ella perdió su espiral, debido al esfuerzo, cuando se encontraba excavando una zanja para un cimiento. En ese momento él no supo si reír o llorar, ya que intentaba tratar a la mujer como su padre le había enseñado a respetar a su madre, es decir, a la mujer no se le pega ni con el pétalo de una rosa, pero en la realidad se le exigía cumplir con un plan de trabajo y de tiempo que difícilmente cumplía con sus aliadas. Él no podía reclamarles a ellas por un trabajo que, realmente, está hecho para hombres. Con el tiempo tuvo problemas con su jefe e intentó renunciar. Como responsable no podía terminar los planes de obra a tiempo. Platicando con estas mujeres luchadoras sobre su intención de abandonar el trabajo y explicando la causa de su renuncia, lo obligaron a seguir organizándolas para culminar el sueño de tener un espacio digno porque ellas querían vivir bajo cuatro paredes y no en chozas hechas con desperdicio de construcción y láminas de cartón, sufriendo todo el año las inclemencias del tiempo durante las temporadas de calor, lluvia e invierno. Todavía, en el curso de la construcción de sus nuevos hogares, después de su trabajo de albañiles, ellas regresaban a sus casuchas para realizar los supuestos deberes de las mujeres en el hogar. Tres años después, con el esfuerzo de esas ¨ amas de casas ¨ que cambiaron la escoba por una pala para vaciar en una máquina mezcladora cemento, grava y arena, además cargando tabiques, botes de agua y toneladas de varilla de acero sobre sus hombros, lograron edificar setenta y dos departamentos, en donde ellas siguen felices, limpiando sus nuevas viviendas, cocinando, lavando; y sobre todo, educando a sus hijos.
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Diego Lujn Sartori
Una hermosa anécdota, por mis pagos las mujeres construyen veredas, cordon cuneta y alcantarillas por 50 dólares al mes. Sin embargo han puesto gran entusiasmo y pericia en el cometido.
Tengo una poesía Anacleto que habla de un albañil. E ingeniero aeronatico (para reír un poco) espero que las lesas y ver tu comentario.
Gracias.
Diego.
Carlos Campos Serna
Saludos.
Sergio Pellegrini
Guillermo Cervantes
Nidia Patricia lvarez Garcma