Ratas
Publicado en Nov 18, 2012
“Tanto va el agua a la roca,
Que termina comiéndola.” (Dicho popular) En el principio, tuve un perro y un gato. Al tiempo, al perro, lo chocó un auto. Muriendo él. El gato se fue de putas a Necochea. Nunca volvió. Desde entonces, sólo las ratas me hacen compañía. De día, siento la dulce fragancia que dejan en el aire sus excrementos. Comparto mi comida con ellas. Hasta las sacaría a pasear. Sino fuera que aparecen únicamente de noche. En ésta, las escucho caminar por el entretecho, trepar las paredes, chillar en mis oídos. Suelen destaparme, cuando no, comen mis ropajes y las sogas que me atan a esta casa abandonada. ¡Sí! Abandonada he dicho. Puesto que, aquí, vivo solo. A no ser por mis carceleras-compañeras, amigas íntimas y peores adversarias: las ratas. Y, me he abandonado. He dejado todo a la suerte. Mi voluntad, (antigua gloria personal), ha muerto en manos del tedio y la desolación, la rutina y el amor mentido, la hipocresía y la envidia. He pensado, hace meses, la solución a todos mis problemas: invocaré a la parca, he vivido suficiente. Lo haré poéticamente, sutilmente. Dejaré de alimentarlas. Hasta que, una noche, no soporten más el hambre y… (¡oh, gloria!), decidan comerme. Piel, carne y grasa. Nada quedará de mí. Ese día, seré libre…
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