Las fotos de marta
Publicado en Nov 18, 2012
Marta está sentada en el sofá de su casa, sobre la mesa ratona hay una caja llena de fotos, algunas de ellas están desparramadas en la mesa y ella tiene dos en la mano. Delante tiene un ventanal donde se puede apreciar el jardín del frente de la casa, y al fondo, en la calle, los dos niños vecinos, jugando a la pelota. Sonríe Marta, con ojos soñadores, mientras observa las fotos que tiene en la mano. Recuerda cuando él le preguntó, esa tarde de verano, en el parque, si podía sentarse a conversar con ella. Ya se había cruzado dos o tres veces con él, cuando caminaba alrededor del lago, y realmente, le había gustado ese aspecto desaliñado, que lo hacía tan varonil. Él le había sonreído en un par de cruces. Cuando la vio sentada, dándole de comer a los patos, no pudo resistirse y la abordó. Hablaron primero de lo lindo que estaba el día, luego se contaron que hacía cada uno, y se aprestaron a caminar hacia el lado del rosedal. Ahora la nostalgia le va transformando la sonrisa en una mueca de tristeza a Marta, es que en esa fotografía que tiene en la mano, quedó plasmado el momento en que juntos decidieron esa tarde, antes de despedirse, fotografiarse con el fotógrafo del parque..... No recuerda su nombre, pues nunca más lo volvió a ver. Deja esas sobre la mesa y saca otra de la caja, la mira y larga una estruendosa risotada. Se recuesta hacia atrás, cierra los ojos y piensa en ese momento, cuando al entrar al baño de aquella confitería, fue apresurada al lavatorio sin mirar a los costados y en el momento en que se lavaba las manos, gira la cabeza suavemente, observando que a su derecha, hay un mingitorio, y parado frente a él, un joven de unos treinta años, morocho, que la miraba asombrado. En ese momento se da cuenta que está en el baño de caballeros. Comenzó a subirle un calor desde el cuello hacia arriba, y al mirarse en el espejo, notó que su cara había tomado un color rojo purpúreo. El joven le dijo que se quedara tranquila, pues no había otro hombre en el baño, y él saldría a cuidar la puerta para que no pasara nadie. Al salir del baño se encontró nuevamente con él, parado cual soldado de guardia, en la puerta. Ella le agradeció con una sonrisa tímida y él la invitó con un café al cual ella accedió de inmediato. Gustavo era su nombre y según le contó, soltero, sin ningún tipo de compromiso. Quedaron en verse la tarde del día siguiente para ir al cine, pues él trabajaba en una oficina de la zona y ya se había cumplido su horario de descanso. Le regaló una foto de el, parado en el barco "Ciudad de Rosario", que tenía en una carpeta, y ella le dio una foto carnet de su billetera. Nunca llegó Gustavo a la esquina de Sarmiento y Santa Fe, donde debían encontrarse la tarde siguiente, y otra vez se le instaló la tristeza en su cara, pues tampoco volvió a encontrarse con él nunca más. Prácticamente se le calló sobre la mesa la foto de Gustavo y quedó un momento pensativa, hasta que tomó otra de la caja. En ese instante recordó las vacaciones que pasó en Mina Clavero, junto a su amiga Carmen. El día de la foto es cuando quisieron pasear a caballo y decidieron alquilar uno. Ella le temía a los animales grandes, por lo tanto no se animaba a montarlo, pese a la insistencia de Carmen que ya se había acomodado en uno y la del muchacho que los alquilaba, diciéndole que eran mansos. Solamente subió, cuando el muchacho le prometió que él iría con ella para cuidarla. El se ubicó detrás y rodeándole la cintura con los brazos, tomó las riendas. Sentía Marta la respiración del muchacho y su vos calma, cerca de su oreja, eso le provocaba un cosquilleo en todo su cuerpo al punto de la excitación. Después de una hora de paseo y charla, quedaron amigos con este muchacho, tanto que ella decidió volver al otro día, pero grande fue su sorpresa cuando llegó al mismo lugar y los caballos no estaban ni el muchacho que los alquilaba. Volvió todos los días de los diez días que les quedaban y nunca los encontró. Arrojó Marta la foto con un poco de bronca sobre la mesa y sacó una donde estaba en un campamento de la escuela, junto a otras compañeras de grado, recordaba que en ese viaje se encontraron con chicos de otra escuela. Margarita, Teresa, Dora, Paulina y Silvia, eran las amigas que estaban en la foto, todas ellas volvieron de novias con los chicos de la otra escuela. Ella no pudo salir con ninguno. Dejó la foto, miró hacia la calle, estaba oscuro, los niños ya no estaban. Esta vez tomó una del fondo de la caja. La fotografía la llevó a sus años de niñez, y al recuerdo de su padre... al último recuerdo de su padre. Comiendo junto a él un copo de nieve, con la lancha del laguito del parque de fondo. Ella tenía seis años. En ese año él se separó de su madre, se fue del país y nunca más se comunicó con ellas. Luego de hacer una revisión rápida de las fotos, apoyó la cabeza en el respaldo y se quedó pensando, que ningún hombre estuvo mucho tiempo con ella. Cuando ya estaba adormeciéndose, sintió las manos suaves de Carmen, su pareja de hace cinco años, que le acariciaban los cabellos, le dio un tierno beso en la frente, le juntó las fotos de la mesa, tapó la caja, le ayudó a levantarse y abrasadas se retiraron al dormitorio.
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