Dan té
Publicado en Nov 18, 2012
“Dan té en la esquina de mi casa, dan té, un té delicioso y sin igual.” Se escucha al señor Gonzáles decir mientras camina despreocupado por la calle con una taza de té en sus manos. Es pleno invierno y hay viento nada mas agradable para ir a tomar un té. “¿Cuánto cuesta el té?” Le gritó el cuestionamiento al señor Gonzáles que ya casi esta a punto de doblar mi calle. “Cinco céntimos muchacha, cinco céntimos no son nada.” Respondió con su voz vieja y profunda. ¡Toda una ganga! Pensó y sin avisar ni nada tomo su monedero, vistió su abrigo blanco colocó sus orejeras, acomodó su cabello y salio casi corriendo rumbo a la calle. En la esquina con Miguel Blanco en el crucé con Progreso estaba una tienda ambulante, pequeña y de acogedora apariencia con un letrero chueco y con letras feas escrito: “Té a cinco” ese era el lugar el cual parecía vacío. Se adentra sin anunciar su llegada, con la cabeza en alto y decidida en no criticar su fachada a paso largo y elegante se coloca en el mostrador coloca cinco céntimos y ordena “Un té de fresa” y antes de que pueda decir algo la mujer de tercera edad que esta de dependienta la niña mimada se vira y dirige su cuerpo hasta una mesa donde se sienta con propiedad observando minuciosamente pero sin opinar el local, en espera de su muy ansiado té. No pasa ni el minuto y la mujer que le atiende se encuentra delante de su mesa. “¡Qué velocidad y eficacia!” Piensa para sus adentros la chiquilla pero el: “Lo sentimos no tenemos té de fresa” de la señora la desanima e irrita. “¡Yo ya pagué por mi té, ahora quiero mi té!” Exige con voz autoritaria pero chillona “¡Qué niña mimada!” Piensa la fémina mayor pero con voz amable responde: “Puede pedir de otro sabor, nuestro té negro es delicioso, también el de canela con manzana, tenemos una gran gamma de sabores.” “Pero no de fresa y yo quiero un té de fresa.” Chilla la cría, inundando con sus gritos el pequeño local vacío, “gracias a Dios que no hay gente” Piensa la anciana buscando las palabras indicadas para responder a su ruidosa cliente. Pero antes de responder una varonil, profunda y vibrante voz llamo la atención de ambas. “Yo iré a conseguir su dichoso té.” Conforme habla un joven realmente atractivo sale de la trastienda con cara de fastidio. “Gracias querido.” Habla la anciana y el hombre solo asiente antes de aventurarse al frío invernal solo cono unos jeans y un suéter delgado verde deslavado en busca de aquél extracto para la preparación de aquél té que tanto la muchachilla deseaba. “espera querida, en un momento James traerá lo necesario para tu pedido ¿deseas una galletas mientras esperas, cortesía de la casa?” Ahora la anciana se dirige a la señorita que aún sigue sorprendida por el chico que se aventura a buscar en una ciudad donde ella no ha podido encontrar aquel delicioso té de fresa que una vez hace varios años probo. Ante el ofrecimiento asiente levemente y decide aguardar por la llegada se su té. La mañana transcurre rápidamente y la chica ve entrar y salir a la gente con su pedido ¿solo ella había probado el té de fresa? ¿Solo a ella le fascinaba tanto que había decidido salir un día gélido de invierno por un té a un nuevo lugar donde aseguraban era un deleite para la papila sus tes? El leve sol ya esta en lo alto dando una tenue iluminación tan común de los invernales días, se filtra con escasez por pequeñas ventanas. Y el chico no regresa, no da señales de vida y ella ya lleva dos platos de galletas. La anciana la lleva observando desde el inicio, esa niña caprichosa y mandona poseía una gran paciencia pues no había preguntado ni una sola vez si James ya estaría por regresar. Esa chica debía ansiar con mucho fervor aquel té de fresa. Con el paso de las horas su presencia dejo de ser molestia para convertirse en una esencia agradable del local, viendo a los clientes ingerir y marchar. Con una sonrisa comprensiva se le acerca con un pequeño vaso de madera el cual desprendía un cálido y sabroso humo. “¿Qué es esto? No huele al té de fresa que pedí.” Habla bajo, según esto es una recriminación pero su tono solo indica curiosidad. “No, no es tu té de fresa pero servirá mientras esperas. Es de moras, seguro te gustará.” Asegura antes de retirarse de nuevo a laborar. Y las horas transcurren el tic-tac del reloj indica el paso del tiempo, la oscuridad que se ciñe alrededor del local solo lo confirma. Mira el reloj circular y de manecillas que se encontraba encima del mostrador: seis y media de la tarde y no falta mucho para que llegué la noche invernal. Pronto tendrá que regresar a su casa y no podría tener su tan anhelado té de fresa. Ya se ha rendido, sabe que ese tal James tampoco lo logró, no encontró su tan deseado té de fresa, con educación y sin hacer ruido separa su silla para ponerse de pie cuando la puerta se abre de repente y en el marco de ella. El chico de cabellos negruzcos y suéter verdoso se encuentra jadeando con una bolsilla en su mano derecha. “nana aquí tienes tu té ¿la chica sigue aquí?” Cuestiona con altanería sin notar que los verdes ojos de ella se posaban en su delgada y bien proporcionada figura, un leve sonrojo apareció en sus mejillas cuando sus ojos se encontraron, quiso decir algo pero sus labios solo atinaron a formar un “O” bien disimulada. La mujer de la tercera edad les miro divertida y a paso lento se acerco al joven mozo para quitarle el paquete de sus manos. “En diez minutos tu té por fin estará listo.” Indica antes de perderse en la trastienda y ambos jóvenes no dejan de mirarse asombrados. Él se asombra de la persistencia de la chica y de los bellos ojos de esta. Ella se asombra del logro de este, ella jamás había encontrado ese té. Ambos parpadean simultáneamente y viran su rostro. Ella toma asiendo nuevamente con delicadeza y cruzando sus dedos finamente sobre la mesa. Él a pasos pausados se dirige a la tras tienda. Ambos suspiran a la par. Y la anciana sale con dos humeantes tazas de té de fresa entre sus manos. “James llévaselas a la niña” Ordenó y el chico intento protestar pero la mirada severa de su nana le mando a acatar. “Aquí tienes, perdón por la tardanza” Habla con esa voz ronca y varonil que hace estremecer la piel de ella. “No importa, pero yo solo pedí una taza de té…” Indica al ver los dos vasos sobre la mesa. “Si bueno… Solo me las dieron a entregar.” Se excusa encogiéndose de hombros. Ella le sonríe y él se sonroja con tan bella sonrisa. “¿Te quieres sentar?” Interroga y él niega rápidamente la cabeza completamente nervioso. “Tengo que trabajar.” Explica pero la voz de la anciana, que habla del interior le hace invalida su evasiva. “Tomate el resto del día James” había dicho y la chiquilla sonríe mas ampliamente. “Ahora si, James ¿te quieres sentar?” Vuelve a preguntar e a él no le queda mas que aceptar pero antes. “Con una condición, ¿cuál es el nombre de tan exigente clienta?” Interroga tomando asiento y ve a la señorita proferir una suave risa. “Rosa, me llamo Rosa, y lo de exigente clienta, la verdad es que enserio quería volver a tomar este té.” Explica tomando entre sus largos dedos el vaso y llevándolo con delicadeza hasta sus labios. Él la observa embelesado olvidándose de hablar o beber, cualquiera de las dos cosas. “Es una delicia de té, ya había olvidado el fantástico sabor que tenía.” La voz de la joven lo saca de su observación exhaustiva. “Fue un tanto complicado de conseguir.” Asiente tomando un poco de aquel líquido sabor fresa. “Lo es, eso lo hace tan especial y deseable.” Explica ella antes de levantarse. “Me tengo que ir, se me hace tarde para llegar a casa.” Indica dirigiéndose a la salida del local. “Gracias por tu visista, esperamos que vuelvas pronto.” Habla desde la otra habitación la anciana y Rosa solo atina a sonreír aunque la señora no la pueda ver. “Mañana mismo estaré aquí para que me den mi té de fresa.” Asegura y logra divisar al chico exponer una media sonrisa. Y así se retira del lugar, cerrando la puerta suavemente dejando a los dos dependientes solos. “Deberías acompañarla a casa.” sugiere la anciana al salir y percatarse de que el chico no despega ni un poco su mirada de la puerta recién cerrada. “Quizá mañana, ya dijo que iba a regresar por su valioso té.” Afirma con esa media sonrisa tatuada en su rostro y con un brillo deslumbrante es un grises ojos. Mientas rumbo a su casa una contenta señorita va coreando una canción recién creada: “Dan tédan tédan té en la esquinadan té, de fresa dan té,dan tédan té, el mejor té, dan té, a cinco céntimos dan té,dan té y mañana iré por el…”
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