A las seis.
Publicado en Nov 18, 2012
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A las seis.
 
Joaquín se levantó tambaleante, había dormido pocas horas.
Acostarse muy tarde, demasiado tarde, y levantarse temprano colocaban a su cerebro en una difícil situación funcional.
Estaba acostumbrado a dormir un mínimo de ocho horas, arrastraba sus pies, sus brazos colgaban abatidos al costado de su dolorido cuerpo.
Encendió de un solo toque la luz del cuarto de baño. No era su baño. O no era su casa. Las paredes lucían un color diferente al que reflejaban hasta ayer las cerámicas de un clásico tono beige.
Sorprendido, apagó y encendió la luz rápidamente, esta vez mostraron el color correcto. En su mente quedó la imagen de una azul ilusión óptica.
Supuso que había sido su imaginación o su mente le había tendido una trampa.
Mientras se afeitaba, mirándose al espejo, pensaba en las paredes aparentemente cubiertas con un revestimiento de un profundo y brillante añil. Hermoso color, pensó.
El cansancio y la necesidad de ponerse en funcionamiento lo más pronto posible trastocaron su realidad. O eso creía.
Se tranquilizó. Todo se trataba de una confusión.
Cerró la canilla luego de enjuagarse la cara, algunos vestigios de crema para afeitar resistieron. Bajó la mirada hacia el agua que volvía a caer, colocó sus manos en forma de cuenco y bajó su cabeza para que no se derrame fuera de la pequeña pileta.
 
Se secó con una toalla blanca, cuando la colgó en el perchero la vio manchada, volvió a tomarla y la levantó para que la luz le permitiera observar el detalle; su rostro había quedado estampado de un color verde pálido en el centro del paño absorbente. La soltó sorprendido, cayó a sus pies, miró la pileta que contenía aún restos de agua…verde.
Cerró sus ojos y los abrió, recordando el suceso de las cerámicas. No tuvo suerte. El agua continuaba verde.
Tomó otra toalla y terminó de secarse. No entendía lo ocurrido.
Esta vez sólo quedó húmeda. La colgó a un lado de la que mostraba su figura estampada, la tomó para llevarla a lavar, se la colocó sobre el hombro, abrió el grifo nuevamente para enjuagar todo. El agua corría transparente y arrastró al desagüe el extraño pigmento.
Miró el reloj que llevaba en su muñeca, se había demorado por los extraños sucesos. Las seis en punto.
- no puede ser, me levanté a las seis, debe estar parado.-
Fijó su mirada en la aguja del segundero, se movía normalmente.
Se dirigió corriendo al comedor. El reloj de pared marcaba las seis y un minuto. Funcionaban correctamente.
Qué estaba ocurriendo?
Había confundido el horario al levantarse?
- qué suerte!- pensó. Estaba a tiempo de llegar a su trabajo a horario.
Antes de colocar la toalla con lo que aparentaba ser su imagen en el lavarropas quiso observarla otra vez, asegurarse, esta vez más tranquilo, que no se trataba de otra ilusión. Nada había impreso, estaba húmeda pero sin manchas de ningún tipo.
 
Se alegró nuevamente, no contaba con buena luz en el baño. Era claro que la falta de iluminación había sido el responsable del ahora irrelevante suceso.
Preparó el desayuno, tostadas y café con leche. Algo en el estómago le ayudaría a pensar y a aclarar sus ideas.
Llevó la bandeja hacia la mesa del comedor, pensó en encender el televisor, pero descartó la idea para evitar noticias indeseadas, no estaba de ánimo para recibir malas novedades, se sentía inquieto, raramente incómodo.
Frente al pocillo, había un cubilete y los cinco dados utilizados para jugar generala, que lo acompañaban en sus noches de soledad y también cuando se reunía con amigos.
Lo tomó de manera displicente y arrojó los dados hacia el centro de la mesa de roble. Cuatro dados cayeron mostrando los seis puntos, pero uno de ellos continuó su movimiento hasta que cayó de la mesa. Esperanzado que muestre otro seis, se incorporó para buscarlo y vio sorprendido que rodaba; era redondo, esférico y seguía el declive del piso.
Detrás de él oyó caer a los demás dados, luego de rebotar un par de veces en los mosaicos de granito fueron detrás de su compañero, de alguna manera habían cambiado su forma, todos eran esféricos. Se detuvieron  juntos en un rincón.
Los tomó en su mano y los observó. Era inadmisible, se tomó la frente suponiendo que tenía fiebre. No se sentía enfermo y ya había recuperado la lucidez normal con la que siempre contó.
Los apoyó sobre la mesa, comenzaron a mostrar el desnivel del plano rodando hacia uno de los bordes nuevamente.
Los metió en su bolsillo.
Miró el reloj, era ya la hora de sacar el auto del garaje.
-Las seis! Que está ocurriendo? No pude ser, no pasó el tiempo?
Dados esféricos?-
Se desplomó en uno de los sillones de la sala, muy confortables, deseaba pensar, tenía que pensar y hallar una respuesta al increíble fenómeno. Sacó los dados del bolsillo y los apoyó suavemente en el piso otorgándoles un mínimo envión, lentamente se alejaron hacia el pasillo que llevaba al dormitorio, casi en fila, uno detrás de otro…no pudo más que sonreír, no lo podía explicar pero le causaba gracia.
Desde su lugar contemplaba el extraño fenómeno pero llegó al límite al notar que era capaz de ver a los dados ingresando al dormitorio, es decir a noventa grados. La normal marcha de la luz, de forma rectilínea, se veía ahora distorsionada. Se sentía mareado por el efecto que generaba tal hecho. Miraba a su alrededor y lo que debía ser recto aparecía curvo, las puertas flameaban en las aún más movedizas paredes, los pisos mostraban un suave oleaje, una marejada de tiempo ausente.
Trató de ponerse de pie, el piso no se movía, parecía hacerlo, los objetos sólo se mostraban deformes pero obedecían a su nueva estructura como si en realidad hubieran cambiado la forma. Su mente no era capaz de procesar lo que estaba ocurriendo.
Caminó con dificultad hacia el dormitorio, pensó en acostarse, no se animó  a tenderse sobre lo que parecía el casco de un pequeño bote navegando al garete en aguas tropicales.
Comenzó a desesperar.
 
Miró sus manos y notó como sus dedos se estiraban y se confundían con el entorno de rayos de luz y otros objetos alargados, vio su nariz por delante de sus ojos y se encontró regresando del living mientras se dirigía a la cocina.
Perdió el sentido en ese instante.
Despertó con un tremendo dolor de cabeza y tendido en el centro de la sala, sobre la alfombra de lana adquirida en el norte del país a un orgulloso descendiente de incas.
De inmediato miró sus manos, nada anormal ocurría con ellas, ni con el entorno. No pudo evitar mirar el reloj nuevamente, el arma del verdugo llamado tiempo…las seis en punto.
Caminó lento hacia el baño, la luz estaba encendida, su dormitorio también estaba iluminado al igual que el living.
Apagó todo, el sol no había asomado todavía.
Supuso que el insólito suceso había finalizado.
Sus amigos le creerían cuando les cuente por lo que había pasado?
Estaba seguro que nadie, ni siquiera los más allegados lo harían.
Estaba tenso, no sabía que hacer, tomó el teléfono para llamar a su trabajo y avisar que llegaría un poco tarde.
- Raúl? Que suerte que sos vos. Avísale al jefe que voy a llegar una hora más tarde. No sabes lo que me pasó!-
- Joaquín, dónde estás? espero que te haya abducido algún extraterrestre, hace dos días que no venís, el clima acá no es bueno.
Qué te pasa?-
-dos días? Entonces…-
 
El muchacho, más confundido que antes colgó el teléfono. Preparó un café y se sentó en la cocina a pensar.
Habían pasado dos días y su reloj marcaba las seis …del lunes.
- quiere decir que hoy es miércoles. No puede ser!-
Cuando iba a tomar la taza de asa redondeada vio como la porcelana comenzaba a desintegrarse, se derretía y el oscuro líquido quedaba con la forma que lo contenía. Ahora emanaba vapor por arriba y por los lados.
El plato colocado debajo estaba repleto del material que componía la taza, y ya comenzaba a gotear sobre la mesa.
La sorpresa no fue tanta pero se levantó rápidamente temiendo que se derrame el café caliente sobre sus piernas. No fue así. Dejó todo como estaba y pensó en huir de su casa. Supuso que  algo sobrenatural estaba afectando la normalidad de su  hogar.
Decidió abandonar el lugar de cualquier modo.
La puerta de calle estaba a unos pocos pasos, hacia allí se dirigió.
Cuando tomó el picaporte e hizo fuerza para abrir sintió que deshacía entre sus dedos. Lo soltó de inmediato. Parte del metal de bronce se confundía con el propio tejido de la mano, no sentía dolor, se había fundido con el calor corporal, sacudió el brazo y algunas gotas de material derretido cayeron al piso formando una delgada y romboidal  placa de metal.
Deseó que se tratara de espíritus molestos, Joaquín era una persona que leía y se interesaba por los fenómenos físicos. Estaba ocurriendo una distorsión temporal, o eso suponía, tampoco tenía el conocimiento necesario para asegurarlo. Se inquietó aún más..
 
Fue hasta la computadora portátil que lo esperaba abierta sobre la mesa de luz. Así la había dejado hacía ya…no estaba seguro!
Comenzó a buscar en la red información referente a su idea, rápidamente la información llegó a él. Esperaba que en cualquier momento comience  otra distorsión.
Así fue, la pantalla se derramó sobre el teclado, de una sola vez, repentinamente.
Las imágenes se repetían frente a él, no una vez, mil veces. Su figura borrosa lo seguía, por cada segundo transcurrido, por cada milésima, existía una parte propia ralentizada, aguardando alcanzarlo infructuosamente, unirse a la realidad, al tiempo justo.
Realidad? Tiempo exacto?
Cuando se detenía, mágicamente desaparecían una tras otra y la última se fundía con él en una sola  y mágica comunión espacio temporal.
Sin dudarlo, algo había que producía este efecto. Pero hasta cuando?
Se quedó quieto para evitar las confusiones visuales consigo mismo. Los demás objetos, algunos, sólo se movían en su sitio, sin traslación.
Eso lo tranquilizó. Estaba comprendiendo el nuevo ámbito.
Ahora la aguja del segundero se notaba como un círculo de color plata ocupando el cuadrante completo del inútil reloj de pared. Si no había tiempo, ese artilugio sería una reliquia.
Al verse perseguido por sí mismo, pensó la vida como una proyección interminable de materia sobre una pantalla tridimensional, el espacio. La cuarta dimensión, justamente la fatídica magnitud llamada tiempo le proveía al sistema la velocidad de barrido, como en un televisor, le indicaba cuando imprimirse en la realidad.
 
Imaginó un ordenamiento perfecto de las partículas más pequeñas de materia, su desintegración luego de nanosegundos y así de manera eterna, una nueva aparición, un génesis permanente. El principio de incertidumbre era el culpable, pero todos los fenómenos se daban en su casa. Que se produzcan era entendible, pero todos juntos y en un mismo lugar?   
Por  qué?
Si era así, dónde se hallaba codificada la información determinante?
La señal con los datos que le indiquen al comandante del universo cada exacto instante?
Sus conocimientos no alcanzaban, estaba en verdad prisionero en una celda perdida en el universo, comprendió que su problema no era dónde estaba sino cuándo.
Al descolgar el auricular de su teléfono escuchó la voz de su madre, fallecida veinte años atrás, invitándolo a una cena para festejar el cumpleaños de su abuelo. Quedó mirando el infinito, esa voz tan dulce! Habían pasado tantos años desde la última vez que la oyó, que disfrutó esa melodiosa tonada!
Una sensación de tristeza lo agobió de repente, recuerdos, su familia, sus padres muertos, sus abuelos, su hermano mayor, quizás podría volver a verlos, tal vez si encontraba la manera de manipular el fenómeno que lo estaba atormentando.
Decidió ir a la calle, correr hasta donde pueda y no detenerse, era muy doloroso, al abrir la puerta halló otra, y detrás una más, millones de veces se habían abierto y cerrado, siempre habría otra detrás. Lo mismo ocurrió con las ventanas y las demás aberturas de la propiedad.
 
Sin embargo el teléfono sonó como siempre, corrió a atenderlo, la voz de su amigo Raúl se confundía con la suya propia que le pedía a su tía Laura una pelota para su cumpleaños número siete.
-Joaquín?-
-Raúl, Raúl, escúchame, estoy en mi casa, no puedo salir. Ayúdame, sácame de aquí por favor!-
- no puede ser, pensé que no te vería más, hace dos meses que perdimos tu rastro, hemos ido a tu casa y estaba vacía, tazas rotas, café volcado en el piso, tu computadora con la pantalla partida. Casi me caigo cuando pisé los dados desparramados por ahí! Pensamos que habías sido robado, o peor…!-
- no, estoy acá, ven a buscarme por favor! Ven a buscarme!-
Lloraba, suplicaba, su respiración agitada apagaba su tenue y débil voz.
Una conversación con Cintia se mezclaba con la actual, Raúl le preguntaba con quien estaba, trató de explicar pero el sonido desaparecía y regresaba a intervalos irregulares. La voz de su antigua novia, repetía que lo amaba. Él también la amaba, pero como un tonto la dejó ir. Y si lograba recuperarla?
Valdría la pena penar en una dimensión temporal distinta, ajena a la propia, para volver de alguna manera al pasado y volver a vivir aquellos años en los que fue feliz pero que ya fueron. No estaba seguro de lograrlo, ni de cómo hacerlo. Tal vez moriría extraviado en algún tiempo inimaginado o vagaría, perturbado como un viejo y solitario pirata dispuesto a dar la vida por recuperar su alma errante sin futuro. Y sin presente.
Entendió que estaba muerto, que pase lo que pase nada sería igual. En ese instante todos los artefactos se encendieron repentinamente, en la radio un problemático
radioteatro perdido en el éter se dejaba oír, el televisor sólo mostraba rayas verticales sin coordinar imagen alguna.
Instintivamente miró el reloj que llevaba en su muñeca derecha mientras veía que las patas de la mesa se doblaban debido al peso de un florero que adornaba el centro; se tambaleó y salió disparado como una saeta hacia el techo. Se estrelló y miles de diminutos fragmentos comenzaron a girar alrededor de la importante lámpara. Un insignificante sistema solar había cobrado vida en su comedor. Eran las seis.
Ese día, ese minuto no culminaría jamás, no saldría otra vez a la calle, no iría a trabajar nunca más, no volvería a ver a sus amigos, pero quizás recupere algo de lo que dejó atrás.
Esta vez el tono del celular fue lo que trajo su pensamiento al presente momentáneo, la voz sonó dulce. Cintia le hablaba desde otro tiempo. Le agradó oírla.
- tenemos que hablar, no puedes hacerme esto, mi amor, por favor piénsalo.-
- tienes razón, ven a casa.-
- cuándo?-
- el día que desees, pero debe ser a las seis!-
 
 
 
 
 
 
 
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Foto del autor GAINEDDU CLAUDIO
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Miembro desde: Nov 17, 2012
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Descripción

Un joven se encuentra atrapado en otra dimensin. desfasajes temporales, deformaciones fsicas en una historia que muestra una posibilidad terica sobre los diversos universos en que podemos transitar sin darnos cuenta.

Palabras Clave: fsica transformacion universo desesperacin sorpresa radio aire ter arrepentimiento dolor-

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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