El primer engao
Publicado en Nov 19, 2012
El alba ya deseaba con fervor visualizarse a través de los cristales de la ventana de mi, de nuestra habitación, los gallos ya entonaban su matinal canto y yo, yo estaba destrozada por dentro, desnuda por fuera tiritando a causa de un frío que calaba hasta lo mas profundo de mis huesos pero que no se comparada con la inseguridad que embargaba mi pecho, una inseguridad que se había incrustado “sin motivo” hacía ya unas semanas y que justo ese día pareciera dar mas excusas para sentirla con mas fuerza.
Sabía lo que pasaba, estaba al tanto de mi penosa situación, la conocía aunque quisiera negarla, así como estaba al corriente de la razón por la cual me encontraba en tal gélido estado, pero sin embargo no hace mas de unas cuantas horas aún deseaba, quería y luchaba porque fuera lo contrario a la información que me habían dado las malas lenguas… El reloj marcaba ya las cinco con dos minutos de la madrugada y mis lágrimas retenidas durante todo este tiempo de creencia y sobre todo guardadas en el trascurso de esta noche, se dieron el placer de salir con ímpetu y sin vergüenza de mis castaños ojos, según él “angelicales”, ya no tenía caso contener aquel salado líquido que escocía mi mirar. Mi corazón por fin se vio destrozado, mi orgullo y dignidad pisoteados y todo a causa de esa exuberante mujer que había aparecido de la nada en el mundo de mi marido y lo había arrastrado sin consideración entre sus largas garras disfrazadas de uñas magníficamente arregladas con aquel manicure francés lejos de mi, de nuestro hogar y justo hoy de nuestro lecho, justo me lo había arrebatado por completo el día de nuestro segundo aniversario dejándome añorando afanosamente sus besos y dulces palabras. Pero él nunca llegó, la champán se calentó y la cena, un exquisito banquete se había enfriado hacía ya un par de horas; nuestro postre, chocolate, fresas y bombones yacían ya dentro de mi estomago sin pasar antes por la habitación, por su cuerpo o el mío y sin cursar ninguna erótica travesía como era su misión inicial y por último mi vestido rojo ajustado, escotado y sensual hacía mucho descansaba en el suelo resignado a ser despojado por sus fuertes y habilidosas manos. Titubeante miro mi reflejo en el espejo que esta enfrente de nuestra cama y que en otros tiempos significo momentos de fogosidad ante sus fantasías ¿Qué me pasó? ¿Acaso había perdido mi belleza, mi atractivo? ¿Mi cuerpo ya no le era deseable? ¿Ya no lo encendía como cuando nos conocimos? ¿Se aburrió de mí manera de amar? O simplemente… ¿Él me dejo de amar? Un montón de preguntas corrían en mi cabeza de igual manera que mis lágrimas salían, todo un caos. Viendo el reflejo de mi desnudez, la esperanza me sigue alentando a imaginar que todo era una cruel broma del destino porque simplemente no lo podía creer, mi Antonio no podía estar con esa, su nueva secretaria, ni con ninguna otra mujer que no fuera yo. ¡Me lo había jurado! Me había jurado fidelidad delante del cura en aquel altar donde se efectúo nuestra unión ante Dios. ¡Él no podía engañarme con otra! No él, él no era de esos hombre, el me amaba y es todo un caballero como para traicionarme y menos en nuestro aniversario de bodas… Debía haber una explicación lógica para que el no estuviera entre mis brazos este día tan especial, debía existir otra razón por la cual mi cama estaba vacía y mi plan arruinado. Todos mis pensamientos se esfuman al escuchar el cerrojo de la puerta al ceder ante el uso de una llave, suelto un largo suspiro que se debate entre lo aliviado y lo anticipatorio a desgracia, el rechinido de la puerta al abrirse me hace percatarme de que ha llegado. Secó mis ojos con rapidez, él jamás me ha visto llorar y esa no sería la primera vez. Para él era la esposa perfecta la que le tenía su café matutino, la que lo recibía con comida o cena caliente y un beso en los labios, la mujer atenta que se preocupaba por todo en lo referente a su persona, la fémina que cada que el estuviera de ánimos se le entregaba y lo amaba, la que lo sorprendía y veía junto a él el sinfín de partidos de futbol que habían los fines de semana para culminarlos en una apasionada velada, para él yo no sufría ni nada por el estilo, para él siempre estaba feliz, dispuesta y sobre todo comprensiva a todo… El colchón vuelve a su forma original al momento en que me levanto y colocó mi bata para dormir sobre mi desnudo cuerpo y a paso lento y tímido voy al encuentro de mi amado Antonio al cual encuentro en el recibidor de la casa recargado contra la pared opuesta a mi posición con ambos brazos atrás de su espalda sosteniendo algo, mostrando una de las tantas poses sexys que poseía, enseñando todo su atractivo, 1.79 de altura, piel bronceada cabello castaño oscuro y rizado, hombros anchos y musculosos, unos ojos de la misma tonalidad de su cabello cubiertos por unas espesas y rizadas pestañas y por último… ¿Dónde estaba su infalible sonrisa picara, tierna, inocente, seductora? Esa sonrisa que es capaz de mostrar todas las emociones habidas y por haber ¿Dónde estaba aquella sonrisa? Sus labios están reposando juntos sin demostrar algo y eso me asusta de inmediato. Corro hasta él para abrazarlo pero veo que no corresponde a mi acto —¡Antonio, Antonio! — Exclamó enterrando mi rostro en su pecho ignorando que aún sigue sin responder mi acción — Me tenías muy preocupada no me ha… —Empecé pero me silencie al percibir en mis fosas nasales un aroma que yacía impregnado en la camisa azul de mi conyugue, una fragancia femenina que no era mía. —¿Dónde estabas?— Interrogo sintiendo que toda la inseguridad si tenía cabida y que la angustia y dolor sentidas hacía varias horas no eran nada comparado a este agónico momento y que lo que deduje como destrozo en el corazón no era mas que un rasguño pues el golpe letal al parecer estaba por venir. Me separó un poco de él con ese sentimiento de humillación ¡No lo podía creer, me había sido infiel y justo en nuestro aniversario! ¡Me había montado los cuernos a mi, su consorte abnegada que velaba día y noche por ser esa “esposa perfecta” con la que todos los hombres sueñan, a mi la mujer que lo he amado desde que nos conocimos y jamás había siquiera pensado en la idea de engañarle! —¿Co… Cómo pudiste Antonio yo… y en… qué…? — Dejó inconcluso el cuestionamiento pues no se que pregunta sería la indicada para empezar, sin contar la incapacidad que siento para continuar hablando desvió un poco la vista y es ahí cuando lo vi, sacando detrás de su espalda una bella rosa roja. —Lo siento. — Pidió al momento de tenderme aquella flor. No podía creerlo ¡Admitía su engaño! Era un descarado ¡¿Acaso no tenía algo de vergüenza, o decencia?! Bajó mi mirada posándola en el piso de madera mientras traicioneras lágrimas escapan de mis ojos los cuales están cubiertos por mi flequillo, levantó un poco mi vista y observó como se encoge de hombros al ver que yo no hacía ademán de tomar aquel presente, restándole importancia al asunto para luego tirarla e ir en dirección a nuestra habitación. De mis labios escaparon los primeros sollozos, sentía como poco a poco resonaban en aquella habitación, el dolor era peor de lo que imagine este sentimiento de impotencia, de desconsuelo, de pena, de ultraje que supongo sienten todas las chicas en mi situación pero a diferencia de ellas parece que mi orgullo no funciona bien y esta falto de dignidad pues, me arrodilló ante aquel regalo de arrepentimiento y lo tomó suavemente entre mis manos y sin dejar de sentir las lágrimas caer descontroladas por mis mejillas besó delicadamente aquella rosa. Al parecer lo amo demasiado pues decido perdonarle esto, con la esperanza de que no vuelva a suceder y limpiándome las lágrimas me dirijo hacía nuestra habitación donde lo encuentro tumbado en la cama con ambas manos detrás de su cabeza observando el techo aparentemente arrepentido, me acerco sigilosamente a él y me acurruco en el espacio que hay entre su torso y su brazo para besarlo por encima de la prenda ataviara deshaciendo el nudo de su corbata totalmente dispuesta a llenarlo de besos y caricias en honor a nuestro aniversario con la misión de demostrarle que en mi estaba todo lo que quería y necesitara para que nunca mas volviera a serme infiel. Ignorando el poco orgullo que tenía, me entrego a la celebración de nuestro aniversario el cual no es solo el de nuestro matrimonio, sino también, por desgracia, del primer engaño…. El aniversario no solo de nuestro matrimonio, sino también del primer engaño…
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