Melancolía [cap. 1]
Publicado en Nov 19, 2012
Melancolía By: D.N Cedeño Para mis días de soledad, Y la música que me ayudo Escribir esta historia. Melancolía: Tendencia a la tristeza extrema. Capitulo 1: Término. La señorita Mariana Evans, sostenía un libro enorme en manos, lo contemplaba y leía con tal rapidez que lo terminaría antes del llamado para la cena, que sería en tres horas. De bajo de la gran puerta, se fugaba la luz naranja del atardecer. Tenía los cabellos oscuros, combinando con los ojos plata que alumbraban el pálido tono de su rostro, un rostro que extraña la vez que había visto el sol, pues ella prefería quedarse en casa leyendo un buen libro que salir a caminar a los kilómetros de terreno empastado que poseía la mansión Evans, una de las familias más influyentes del país. Siendo una señorita bien educada, la ojiazul estaba sentada con la típica articulación de rodillas de modales, y sus ojos clavados en el mundo a la que la llevaba aquel libro, un mundo el que tal vez ella no vería, y se imaginaba un día haciendo todo los que los valientes y tenaces protagonistas se atrevían a hacer, pero ellos no eran la segunda hija de una de las familias más poderosas, por eso había abandonado tales sueños desde hacia tiempo. Tiempo… ahora que lo pensaba su tiempo no era más que usado en sentarse a leer en aquel salón, rodeada por paredes repletas de libros, oliendo aquel olor a resina de madera y hojas usadas y húmedas, algo había en aquellos olores que la hacían volver día a día a aquel lugar, pero que más tendría que hacer en una tarde de Verano teniendo apenas 16 años cumplidos, nunca había necesitado ir a la escuela por que era demasiado inteligente y podía competir con universitarios y famosos intelectuales con mucha más experiencia, auque no le gustaba presumirlo, por que ella pensaba que si no hacía nada molesto para los demás entonces no habrían problemas y no se vería en la vergonzosa y pesada situación de congeniar con la gente, sus únicos amigos eran los libros, sus compañeras las letras, allí en la gran mansión solo estaba ella, su soledad y sus libros, no había más, sus padres se habían casado por puro compromiso y en especifico dinero, habían tenido a ella y a su hermana solo para darle gusto a sus abuelos, y que les entregaran la herencia, “los adultos son tan superficiales” se decía, sus padres ni siquiera se amaban, si no fuera por que la prensa provocara un gran escándalo, ellos ya se hubiesen divorciado hace tantos años, su padre tenía amantes, y su madre tenía los suyos, su hermana estaba en un internado para gente dotada de conocimientos, en la que ella debería de entrar en Otoño. Su hermana era la persona más hermosa que nunca se podría describir, ni siquiera en un libro. Paulina tenía el cabello totalmente negro y sus ojos eran de un marrón singular, sin mencionar del dotado y alargado cuerpo que poseía, su hermana la modelo, y para colmar más a la perfección, ella era amable, comprensiva en concreto la hermana que toda persona quisiese querer, y Mariana la amaba era el único ser que la apoyaba y acompañaba en su soledad y precisamente por que la amaba era el por que se había ido, por que su padre creyó que era malo que se quedara platicando con su hermana cuando bien podía estar estudiando y subir el estatus social de la familia. Así que si, Mariana debería ser una persona feliz, pero no era, y la melancolía atacaba día a día, y la soledad se la tragaba un poco más cada que atardecía, por culpa de estas emociones ella ya no tenía sueños, ni ambiciones, ni siquiera sabía si algún día podría llegar a sentir algún sentimiento que no fueran aquellas… si algún día su vida podría ser como en las novelas que leía tan impacientemente. La incertidumbre de sentir era al ansiado por ella, pero era algo que nunca podría tener, y esperaba que en algo cambiara su vida al entrar a aquel instituto tan privilegiado, aunque estaba segura de que iría a un internado, por que su padre quería levar a sus amantes a esa casa, y presumírselas, darlo a ver con sus aires de grandeza empresarial, lo sabía, ella tenía una gran capacidad de lógica aunque cualquiera se habría dado cuenta de ese hecho. En la madera de la puerta se escucho un “TOC-TOC” y segundos después se escucho la cerradura ceder y las bisagras rechinar, la sirvienta entro lentamente a la habitación con una charola de metal color plata y arriba de ella una taza de té y la tetera de un perfecto color blanco. El olor a paginas húmedas de libros y resina de madera se desplazo por del jazmín, y el dulzor. -Es hora del té, señorita.- La sirvienta se acerco lentamente hacia la pequeña mesa de centro, que estaba delante de las delgadas y débiles piernas de Mariana, dejo el libro sobre la misma mesa, y la sirvienta comenzó a servir el té.- Necesita algo más.- Mariana le hizo una sonrisa a la sirvienta y después movió los labios como un “gracias”. La mujer hizo una reverencia y se retiro dejando allí el servicio de té. Mariana creo un gesto de alegría al haberse sentido acompañada, después de un largo rato de soledad, y poco a poco fue borrando aquella expresión al darse cuenta que nuevamente había llegado la melancolía a ella. Tomo el platito y la taza, se levanto y se asomo por la ventana, de sonde ya se alcanzaba a ver el enorme e inflado sol, increíblemente rojo ocultándose tras el mar, y llevándose con el algunas nubes. Por que sería que esa vista siempre le daba más soledad. Era algo trágico. Tomo un sorbo de té y lo trago apenas con un poco de dolor, pues su garganta estaba cerrada, pero aunque sentía unas ganas extremas de llorar no lo hacia. Aun recordaba lo que había sucedido hace dos años, y veía sus muñecas con las cicatrices, recordaba a su hermana llorando y regañándola, enchueco su sonrisa cuando recordó a su padre diciendo lo que provocaría eso, lo que dirían los empresarios de la familia, y que su madre no dejaba de maquillarse y verse en el espejo antes de ir a ver a la prensa a comentar que ella iría a una institución para la ayuda, pero ella no fue enviada a ninguna parte y la fueron a tirar a esa casa cerca del mar, para alejarla del mundo que la hacia “estresarse”, después de eso, su vida fue aun más solitaria, se paso la mano por los oscuros cabellos, y cerró los ojos tratando de alejar los recuerdos. Agacho la cabeza, y por un momento maldijo el minuto en el que su hermana la encontró en la bañera lo maldijo con todas sus ganas, y despejo su mente cuando ya no hubo sol que ver, se empezaron a prender las luces automáticamente y la habitación se ilumino se dirigió a su sillón de siempre, se volvió a su posición y tomo otro sorbo de té, antes de volver a su lectura, su viaje eterno. Para cuando llego el Otoño a finales de Septiembre, ella hizo maletas y se dirigió al internado, cuando iba en el avión, s pregunto nuevamente lo que tendría que hacer, las relaciones personales le eran fáciles de llevar pero, nunca pasaban de “compañeros” y nunca había tenido un amigo más que los libros, aún así sería amable con todos, para que no existieran malos entendidos, ni se le vinieran problemas encima, bostezo al pensar en que otra vez tendría que pasar por lo mismo, miro por la ventana y deseo que las cosas fueran un poco diferentes esta vez, se llevo la mano a su diafragma y aprisiono el colgante de color azul, su hermana se lo había regalado, según ella era un mineral llamado “circón” y le daría suerte, aunque ella no pensase que realmente un mineral le diese “suerte”, apreciaba el collar por ser un regalo de su hermana. Volvió a cerrar los ojos, y deseo no encontrarse en algo problemático. Aunque para ella los deseos eran algo tonto, algo en lo que se tenía que tener fe, algo a lo que los humanos se aferraban, para seguir teniendo esperanza, como en los libros que leía. El gran jet privado de la familia Evans, aterrizo a la hora exacta sin contratiempos de llegada, Mariana despertaba de sus deseos, y se dio cuenta que en cuanto se levantara tenía que olvidar todo lo que había deseado, sabía que esos deseos no se cumplirían, y para evitar la decepción los tendría que dejar atrás. Afuera la esperaban una ola de periodistas, esperando verla y talvez, aunque muy poco probable, su hermana estuviera esperando su rencuentro, lo único cierto es que tendría que darse unos 15 minutos para contestar las preguntas alocadas y probablemente inventadas de improviso, y tenía que contestarlas con toda la amabilidad posible, pensó ponerse unas gafas de sol, pero pensó que no le quedarían así que se las coloco como una diadema tomándole el cabello hacia atrás, y se decidió salir del la avio nave. Tomo el hermoso y pequeño bolso de mano de la prestigiosa marca prada, de color azul que llevaba sus cosas importantes, como su pasaporte y celular, se levanto y camino hacia la salida. Suspiro antes de salir, sabiendo bien lo que le esperaba. Le era difícil moverse con los tacones de aguja que llevaba, aunque había tenido un duro entrenamiento para saber caminar bien con ellos. Salio del avión y las luces de las cámaras comenzaron a flasherala, al instante se arrepintió de haberse puesto las gafas de sol, comenzó el circo, y sus guardaespaldas detuvieron a quienes se le acercaban de más. -SEÑORITA!! SEÑORITA EVANS!!- Escuchaba su nombre en gritos por todas partes. “¿Por que no nací en una familia común y corriente?”- ¿Qué opina sobre el amorío de su hermana?! ¿Amorío? Su hermana no le había dicho nada por teléfono, Paulina estaba bajando de la gran camioneta negra de marca Mercedes benz, llevaba unas gran gafas oscuras color café e iba cubierta por su siempre de moda ropa, llevaba un pañueleta de color rosa pastel un suéter tejido suelto de color gris y unos jeans oscuros entubados con sus botas de tacón alto del mismo color de el suéter, resaltando su delgada y hermosa figura, además llevaba unos guantes negros de cuero, camino hacia Mariana elegantemente, y los periodistas la siguieron con la misma pregunta. -SEÑORITA PAULINA!!! ¿QUÉ OPINA SU FAMILIA SOBRE SU AMORIO?- Los periodistas acercaban los micrófonos como para que se lo comiera. -Hermana?-Susurro apenas con aliento. Paulina llego a pasarle el brazo sobre los hombros. -Ria, vamonos, no tienes que contestar algo que tu no sabes.- Vacilo un momento y se volvió a ver a las cámaras, los micrófonos se acercaron aun más.- Les pido disculpas que no pueda darles información, se que este es su trabajo. Por favor no molesten a mi hermana, ella no sabe nada del asunto. Con permiso.- Se retiro empujando desde la espalda a su hermanita. Y subieron a la mercedes benz que esperaba con las puertas abiertas Sucedió un momento largo de silencio, Mariana sabía muy bien que no tenía que tocar un campo minado, su hermana le contaba mucho sobre su vida amorosa, pero no le había informado desde hacía un rato, lo único que sabía era que Paulina se había enamorado de uno de los profesores de la sección universitaria del internado. -Escucha, Ria, yo… me metí en problemas con la relación que llevo con mi profesor.- Confeso sin verla a los ojos, y con la mirada perdida en la imagen del mar que cruzaban por medio del puente que conectaba al continente con la isla que era del internado. -Papá…- Mariana pregunto con un porcentaje de miedo, pero la curiosidad la atrajo a ello. -Papá, esta feliz de la vida!-Se rió estridente de la ironía.- Fernando, resulto ser de una familia igual de importante que la nuestra, y que encima su padre hace negocios con el nuestro- Se golpeo la cabeza con la palma de la mano- Tantas veces que dije que no le daría el gusto a papá y… mírame- Rió sordamente. Mariana vacilo antes de tratar de consolar a su hermana, como había aprendido en los libros. -No estas dándole gusto a papá.-Paulina volteo de improviso quitándose las gafas dramáticamente- Te estas dando gusto tu misma. Ese sentimiento solo es tuyo, Lina.- Sonrió dulcemente, y su hermana se sintió conmovida tanto que soltó lagrimas y sonrió de la misma forma tonta de la que lo había hecho. “Tengo una hermanita tan linda” pensó justo antes de echarse a los brazos de Mariana. Se abrazaron con todo el cariño de la hermandad. -Tienes que decirme en que libro aprendiste eso.-Rieron. -Claro- Sonrió al aire y sintió el sedoso oscuro cabello de su hermana. Paulina termino el abrazo y tomo la cara de su hermana entre sus manos. -Gracias, por haber venido.- Se sonrieron. -Lamento no poder acompañarte a tu dormitorio. Pero el toque de queda esta cerca.- Paulina le sonrió de manera agradecida por el consuelo. -No te preocupes estaré bien.- La tranquilizo en una mirada. -Mañana, es Domingo, iré por ti para desayunar juntas e ir a ver la escuela. ¿Vale?- Le tomo una mano a su hermanita. -Vale.- Mariana libero su mano de la de su hermana, y dio media vuelta hacía el mercedes que esperaba por ella. Antes de cerrar la puerta, se despidió con la mano de su hermana y sonrió antes de volver a estar sola, capto la imagen de su hermana parada allí sonriéndole, se llevo la mano al pecho y apretó el circón de su hermana. “Hola soledad”, sabía de antemano que su hermana estaba muy ocupada estudiando leyes y administración de empresas al mismo tiempo para ayudar al negocio familiar, y que ella no tendría tiempo para ver a su hermanita de vez en cuando y muy seguramente ella también se vería en el mismo camino, aunque cuando era niña tenía sueños, se había visto obligada a renunciar a ellos. -Dormitorio no.3 habitación 63- Mariana se repetía una y otra vez en susurro, mirando de puerta en puerta, al final del pasillo había una gran ventana dejando entrar la luz de la luna y permitiéndole ver el número 63 en la puerta a la de ella.-Aquí estamos-Tomo la tarjeta que se le había otorgado, y abrió la puerta, el dormitorio era como se lo imaginaba, con un poco más de exageración, por afuera había podido observar que la pared exterior que daba una vista al mar, era totalmente de vidrio, aunque la mayoría de ellas ya estaban cubiertas por persianas o cortinas. El dormitorio parecía más un departamento lujoso, que un dormitorio normal de internado, pero si, esa escuela no era “normal”, estaba amueblado por sillones de color lila, y paredes de un color rosa pastel con detalles pequeños blancos, era femenina por donde se viera, así que tendría que ponerle algo a su estilo, y ya que sabía que su hermana llamaría o mandaría un mensaje en la mañana para avisar que no podría ir por un imprevisto, decidió que sería día de arreglar la habitación a su estilo. Pero por ahora estaba lo suficientemente cansada para caer muerta apenas viese la cama. Antes tomaría un baño, después un vaso de leche y al final caería como ricitos de oro después de comer la sopa de los osos. Eligio una pijama, arreglo la cama se coloco los boxers femeninos, y seco su cabello con la ingeniosa maquina, terminado el asunto y bien seco su oscuro y largo cabello, cumplió lo prometido a ella misma y se empino un vaso repleto de leche. Se dio cuenta de que aquel refrigerador… o más bien mitad de refrigerador, estaba lleno de comida y bebidas, había una tarjeta sobre un pastel. Señorita Evans. Sea usted bienvenida a nuestra prestigiada escuela, este es un regalo para darle gracias a usted y su apreciable familia de haber elegido nuestro humilde instituto. Atte.: La dirección y coordinación. -Gracias por la bienvenida a su “humilde” instituto- Susurro con todo el sarcasmo posible, e hizo bolita la tarjeta tirándola a bote de basura más cercano. Pusó el vaso sucio en el fregadero, bostezo y apago la luz de la útil, básica y pequeña cocina, se dirigió a la habitación y recostó en la cama, vio las maletas, y después el techo, tomo el circón en la mano, y dándole las buenas noches a la soledad, se durmió.
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