Dulce independencia
Publicado en Nov 19, 2012
Tres, dos, uno.
Por fin, mi independencia. Estaba entrando en mi casa, MI casa. Aún no me lo creía, ya no vivía con mis padres. Ahora las reglas las ponía yo. No había horas de llegar o de levantarse. No había obligaciones impuestas, ni peleas por como decorar una habitación o por qué cadena ver en la televisión. Había vivido con mis padres veintiséis años y ya no lo aguantaba más. Mis dos hermanos estaban insoportables y mi hermana mayor ya no se encontraba allí, por tanto no tenía en quién apoyarme. La universidad había terminado para mí hacía ya dos años, tenía un trabajo perfecto, ya sólo me faltaba tener mi propio hogar. Para alguien como yo, tener una casa propia era lo mejor que podía pasarme en la vida. Siempre había convivido con seis personas y dos animales, mi antiguo hogar en una casa grande, pero no lo suficiente como para tener mi propio espacio. Compartía habitación con mi hermana, pero desde que ella se había ido, me tocaba compartirla con mi hermano, Eric, que me saca dos años. Si la convivencia con él en la casa no era del todo buena, en la habitación era aún peor. Quería que todo nuestro cuarto estuviese lleno de posters de chicas medio desnudas, grupos de rap y su batería, lo que conllevaba un ruido inmenso a todas horas del día. Mis raquetas, habían desaparecido y con ellas, todos mis libros de cuando era una adolescente. Harta de él y de todos sus trastos, decidí mudarme de una buena vez e independizarme, con el poco dinero que tenía ahorrado. Después de mucho buscar, tanto en internet como en los periódicos, encontré el piso ideal para mí. Mi nuevo y único espacio personal, solo mío. Hablé con la persona que alquilaba la vivienda y acordamos todo lo que tenía que pagar. No esperé ni un minuto en firmar el contrato y coger mis llaves. Estaba tan emocionada que no me di cuenta que no tenía ni siquiera, hecha la maleta, o colocado mis cosas en cajas. Así que además de buscar muebles para mi casita, tenía que pasar tiempo con mis padres y mis hermanos para empaquetar todas mis cosas. Cuatro días después, encontré todo lo que necesitaba para mi piso, un mueble para el comedor, un sofá, una televisión, una cama, unas perchas, una mesa para el comedor y otra para la cocina, un mueble para la habitación, otro para la cocina y muchas cosas más. Menos mal que los electrodomésticos estaban ya en el piso e incluidos en el precio. Todo eso de irme de compras, solo para comprar cosas para mi casa, hacía que estuviese radiante. Una vez hube empaquetado todos mis objetos personales de casa de mis padres (madre mía que bien sonaba eso), fui a mi casa a dejarlo todo, colocarlo e irme a vivir de una vez por todas, yo sola, con mi perro y mi gato. Dejé a mis padres solos con mis hermanos, que tenían una cara muy dura por quedarse allí tanto tiempo, y el vacío que tanto yo como mi hermana les habíamos dejado. He crecido, todos crecemos algún día. Tengo un trabajo y una casa preciosa que es sólo mía. Puedo darles en las narices a mis hermanos, aunque por dentro les quiera mucho. ¿Sabéis qué es lo malo de ser la pequeña? Que todo el mundo sobreentiende que tienes que ser la última en “abandonar” a tus padres, y si lo haces antes que tus hermanos, tus padres se quedan hechos polvo por tu marcha. ¿Os hacéis una idea de qué es lo mejor de ser la pequeña? Que eres a la que más se echa de menos, a la que más se necesita y sin la que nadie puede estar. Estoy orgullosa de ser la hija pequeña, la mimada, la apachurrada y la querida. Estoy orgullosa de ser como soy, de tener dos hermanos mayores y una hermana que me protegen y en su momento me hacen de rabiar, orgullosa de tener unos padres tan maravillosos. Estoy orgullosa de tener MI casa. Solo me queda decir: “Dulce independencia, dulce, dulce, independencia.”
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|