(sin ttulo)
Publicado en Nov 20, 2012
La película transcurre lenta, amena, casi apaciblemente; la acción ha terminado. Algunas escenas se repiten, todo para crear en las mentes los extraños deja vu, misticismo para atraer sombras… misterios y temor hay dónde acaba nuestro mundo. Los círculos se cierran, por siempre hambrientos, abarcando cada vez más conocimiento; para recomenzar luego, para que las verdades se instalen, principio firme para la evolución del hombre… todo lo que no posee sustancia verdadera desaparece.
En medio de la oscuridad, los espectadores hacen lo que quieren, siempre en silencio. Cuando llega la luz de quien proyecta la película se establece el orden. El rayo primitivo penetra por los poros, iluminando los pensamientos. El aura cambia con las emociones… se prepara a los antiguos pasivos para la batalla, se los entrena en la frialdad ante el dolor y la necesidad, ante el monstruo del amor Eros. Los asientos, en el cine universal, son cómodos para los perezosos, los cuales suelen dormirse antes de que sea la luz. En un instante, la película termina, todos corren hacia sus antiguos hogares, pero, jamás olvidan la experiencia. Lo que todos se preguntan y pocos logran averiguar es: ¿quién hace correr la película, trayendo luz? Son los menos quienes llegan a conocer el hogar del extraño anciano, del que es la tarea primordial. Dicen también, quienes nunca hablan, que el anciano enseña un camino particular a los osados que buscan su cubículo. Junto con el privilegio viene la tarea de iluminar…
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