El prisionero de las Esfinges, El Poder y el Total de un Todo
Publicado en Nov 20, 2012
Capítulo I
Existía un hombre llamado Odell, de buen porte y de esencia sobrenatural. Sus ojos figuraban un destino oculto que lo llevaría a la peor de sus torturas. Este hombre habitaba en un palacio colosal de grandes paredes decoradas con pedazos de cielo y fuentes de oro macizo. Era atendido por sus fieles empleados quienes eran recompensados con grandes riquezas y libertad absoluta a cambio de una buena amistad. Los habitantes de este reino de armonía y paz vivían a gusto sin necesidad alguna. Sus calles estaban impecables, las casas preciosas y bien decoradas. Los bandidos eran rehabilitados y motivados al aprendizaje de valores y buenas acciones. El desconocido o extranjero era bienvenido siempre y cuando no trajera la injuria consigo. Este reino era clamado por todos y conocido como el Reino de la Luz. Mientras tanto al otro lado del cerro de las Ánimas, estaba situado el Reino del Poderato colindado con el Reino del Todo, o más conocido como el reino sin rey. Eran ciudades pequeñas pero llenas de injurias, penas, muertes y escoria, pero principalmente era el lugar donde habitaban tres enormes bestias crueles y corruptas: Ejivo, Levo y Jidal; eran los nombres de esas temibles criaturas. Estas criaturas fueron creadas por el que se decía llamar Kaleido Rey, soberano del Reino de Poderato y la Villa Nuvia, a base del egoísmo, mentira y calumnia. El susodicho creador de estas bestias, originalmente llamado Jeremías Casanuvia, hacía llamar a sus bestias, con orgullo de creación, Esfinges. Cada Esfinge tenía a su cargo un barrio y un poder o don en especial. La Ejivo se encargaba del Barrio Supremacía, con la responsabilidad de aprobar y supervisar el orden y los castigos impuestos por la Jidal que era la encargada del Barrio del Juicio y responsables de los calubia reo en la penitenciaría Luciferinas. Por último se encuentra Levo, era la encargada de producir el temor con la creación de castigos severos al mínimo síntoma de rebeldía de sus esclavos y pueblo en general. Tenía bajo su mandato el Barrio de la Regulación. Capítulo II Aquél reino de Pecados era el reino de Poderato controlado por Jeremías Casanuvia (Kaleido Rey), tres bestias (Esfinges) y un poderoso hechicero llamado Deo. Este Hechicero en particular tenía el poder de violar a los mismos pecados y desaparecer lo que a su intuición fuese innecesario. Era un ser muy temido hasta para el mismo Kaleido. Por esa razón era el protegido más apreciado y mejor servido del reino. Deo era un hombre de fiar, recio y seguro de su poder. No confiaba en nadie puesto que no podía ver; únicamente confiaba en su don. Su inmortalidad le permitía vivir por muchos años, siglos y vidas. Según la historia de las deidades en el tiempo, el alma de Deo se separó de su cuerpo cuando tuvo su primer encuentro con una Esfinge y que por varios siglos su alma ha habitado en los bosques cercanos a la Villa Nuvia, cuidando a los viajeros y manumitidos. Solamente de esa manera obtuvo la inmortalidad. En el centro de este pequeño reino, se encontraba un gran palacio nada modesto nombrado Palacio de Kaleido que era donde habitaban los supremos ya mencionados al principio del capítulo. Estaba situado en el punto más alto de la ciudad y a sus alrededores se encontraba la penitenciaría Luciferinas, el Cantón de Montt y los rezagados del Recinto Elías, que eran los habitantes más pobres del reino. Este reino estaba dividido en tres clases sociales en general: Deidades, pobres y esclavos. Había otra clase social diferente, ésta era la privilegiada o distinguida en la cual se encontraban la Elite Nuvia Rey y la Elite por Nuvia Rey que eran los opresores explotadores y torturadores de los esclavos. También se encargaban de la seguridad de Kaleido y Deo, pero dicho honor solo le correspondía a la Elite Nuvia Rey que estaba conformado por las sub deidades; tenían la oportunidad de presenciar banquetes, sentencias y fusilamientos que eran considerados como grandes actos solemnes Todos los días eran lluviosos y fríos, únicamente había un día seco y caluroso cada diez años y sucedía cuando las estrellas rodeaban la luna para luego caer como misiles de fuego. Los esclavos eran cosas y las mujeres no existían puesto que eran consideradas como diosas del placer y las sacrificaban cuando se creaban por error. Todos los hombres de las ramas de un árbol y las mujeres de sus raíces marchitas. La vida en este lugar era muy inhumana y desdichada. Las enfermedades abundaban como por ejemplo: la mentira, la calumnia, la injusticia, el despotismo, etc. Eran enfermedades contagiosas y mortales. Los visitantes extranjeros de otros reinos eran encarcelados, torturados y esclavizados para trabajar en las calderas, en los paredones limpiando restos de cadáveres fusilados. Era imposible creer que existiera un reino tan despreciable como éste. No había propósito para tanta maldad más que el de la superioridad. Todo surgía de por sí, no había ideología tan siquiera de un bien común mínimo.
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